Mensaje de Navidad 2009, del Obispo de Huelva, Mons. José Vilaplana Blasco.
Queridos hermanos y hermanas:
Deseo que el canto de los ángeles en la primera Nochebuena resuene en este sencillo mensaje que os ofrezco con motivo de las Fiestas del Nacimiento del Señor.
"¡Gloria a Dios!". Pongamos la mirada en el Buen Dios –como decía el Santo Cura de Ars–. Sin Él no hay Navidad. Démosle gracias de corazón, porque Él envió a su Hijo, nacido de la Virgen María, para mostrarnos su amor de forma entrañablemente humana. El amor de Dios nos humaniza. Alabemos su bondad, manifestada de forma tan cercana en el Niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre. En este mundo nuestro, marcado por la noche fría y dura del olvido de Dios, necesitamos levantar los ojos y abrir el corazón al Único que puede salvar: "Os ha nacido un Salvador" .Dios, a pesar de que el hombre no tiene sitio para Él, a pesar de la dureza del hombre, quiere hacerse presente, pobre y humilde; quiere ser el Dios con nosotros. Dejémonos envolver por su amor. La misma gloria del Señor, que envolvió con su claridad a los pastores, nos envuelve también a nosotros. No vivamos unas Navidades sin Dios, porque sin Él, repito, no hay Navidad. La Navidad es el misterio de Dios hecho hombre, que nos permite ser hombres de verdad. Desde el nacimiento de Jesús, ya no podemos contemplar a Dios sin el hombre, ni al hombre sin Dios. "¡Gloria a Dios en el cielo!"
"Y en la tierra paz". No hay paz sin amor. Por eso, el amor de Dios manifestado en la humanidad de su Hijo, es el camino que nos conduce a la paz. El amor que Cristo nos ha manifestado al hacerse pobre entre nosotros, es el amor más grande que llegó hasta el colmo de la Cruz y permanece para siempre en Cristo resucitado, el Viviente. El que acoge a Cristo en su corazón participa de ese amor y lo expresa, en el día a día, en relación con las personas con las que se encuentra. El que vive de este amor se convierte en un constructor de paz: en sus relaciones familiares y sociales, buscando la reconciliación, compartiendo con generosidad, ayudando a crear puntos de encuentro, trabajando para que nuestro mundo se transforme ajustándose al plan de Dios. En definitiva, hacer de este mundo una familia en paz.
No consintamos, pues, que en esta gran familia nadie carezca del reconocimiento y de la experiencia de ser acogido como hermano y tener parte en la mesa del pan, de la cultura y de la Eucaristía.
Pienso, con dolor, en dos situaciones que suelen darse en la vida, y que en estos días de Navidad se hacen más hirientes: las mesas de las familias o personas en las que hay carencia de lo necesario para vivir con dignidad, en las que se reflejan las consecuencias más dramáticas de la crisis económica; y, también, las mesas en las que, habiendo demasiadas cosas, falta el amor auténtico.
Alegres y esperanzados por el Nacimiento de Jesús, aprendamos a compartir y hagamos todo lo posible para que en todas las mesas haya pan y amor, así seremos constructores de la paz en esta tierra y daremos gloria a Dios nuestro Padre que está en el cielo.
¡Feliz Navidad a todos!
Con afecto os bendigo.
† José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva