Cincuenta años luchando contra el hambre

Carta del Obispo de Huelva, D. José Vilaplana Blasco, con motivo de la Campaña de manos Unidas. Queridos hermanos y hermanas:

Hace cincuenta años unas mujeres de Acción Católica pusieron en marcha una iniciativa llamada Manos Unidas, quizás sin vislumbrar hasta dónde podrían llegar. Vieron un "tercer mundo" malherido, hambriento, sediento y desnudo. Sintiéndose llamadas por el ejemplo del Buen Samaritano (Lc 10, 30 y ss.), decidieron curarle sus heridas, luchando especialmente contra el hambre.

Esta iniciativa se ha ido desarrollando de manera sorprendente y, en gran medida, se están consiguiendo los objetivos iniciales. Cada año España se supera en ayuda a Manos Unidas, dando respuesta a proyectos concretos para curar las heridas de la ignorancia, de la enfermedad, del hambre. Sobre todo del hambre. No nos podemos resignar al hecho de que la mitad de la población mundial padezca hambre, mientras la otra mitad despilfarra, individual, colectiva y socialmente, los bienes adquiridos que, por naturaleza, nunca son totalmente nuestros.

La gravedad de la pobreza está poniendo en peligro la misma paz de los pueblos: "Se constata y se hace cada vez más grave en el mundo -escribió Juan Pablo II- otra seria amenaza para la paz: muchas personas, es más, poblaciones enteras viven hoy en condiciones de extrema pobreza". Así nos lo ha recordado, al inicio de este año, el Papa Benedicto XVI con su mensaje Combatir la pobreza, construir la paz.

Merece destacar la progresiva concienciación de nuestro pueblo ante las campañas de Manos Unidas. Concretamente, en nuestra Diócesis, la colecta de la primera campaña (1978) recaudó unas 200.000 pts., mientras que en la campaña de 2007 se recaudaron 400.826´25 euros (66.691.876 pts.). Estos resultados económicos son un signo que nos revela cómo hemos ido creciendo, durante estos años, en responsabilidad social y cristiana. Cuando contemplamos lo realizado en ese tiempo, necesariamente nos tenemos que sentir muy contentos, aunque siempre insatisfechos, porque el mundo pobre espera mucho más de nosotros. Los 3.500 proyectos sanitarios; 3.000 proyectos de promoción de la mujer, que llegan a 150.000 mujeres; 4.000 proyectos agrícolas; 6.000 proyectos de vivienda con promoción de cooperativas; 8.000 proyectos de educación con escuelas, etc.., dicen mucho y bien de la labor de Manos Unidas. ¿Hasta dónde podemos llegar? Para que esta colaboración sea tangible ha de materializarse en proyectos concretos asumidos por sectores y grupos parroquiales. Qué bueno es saber que ésta o aquella parroquia, éste o aquel sector, ha sido factor determinante en la construcción de escuelas, granjas, hospitales o viviendas. Por eso, deseo agradecer muy sinceramente a cuantos vienen colaborando con su generosa aportación en las campañas de Manos Unidas.

Estoy convencido que muchas personas no vinculadas a la Iglesia, y hasta no creyentes, no tienen reparos en colaborar con nosotros para la ejecución de estos proyectos. También a ellas quiero que llegue mi gratitud, la gratitud de la Iglesia Diocesana, que es una porción de la Iglesia Universal, y espero que todos podamos oír al final aquellas palabras de Jesús: "Venid benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado… porque tuve hambre y me distéis de comer; tuve sed y me distéis de beber; peregriné y me acogísteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; preso, y vinisteis a verme…" (Mt 25, 23 y ss.).

Es, pues, necesario que estos principios cristianos, que nos interpelan a nosotros por la fe y que deben remover las conciencias de todo el mundo occidental por su cultura cristiana, lleguen a los responsables de la sociedad y a los poderosos de la economía, para que, desde su poder económico y político, colaboren en la transformación de este "tercer mundo", respetando y salvando la identidad cultural de los pueblos. Escribía Pablo VI: "Entre las civilizaciones, como entre las personas, un diálogo sincero es, en efecto, creador de fraternidad. La empresa del desarrollo acercará a los pueblos en las realizaciones que persigue el común esfuerzo, si todos, desde los gobernantes y sus representantes hasta el más humilde técnico, se sienten animados por un amor fraternal y movidos por el deseo sincero de construir una civilización de solidaridad mundial" (Populorum Progressio).
Os reitero mi agradecimiento a todos, y os animo a unir nuestras manos para conseguir un mundo en el que a nadie falte lo necesario para vivir con dignidad.

Os bendigo con todo afecto.

+ José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva

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