Campaña Manos Unidas 2010

Mensaje de Mons. José Vilaplana Blasco, con motivo del Día del Ayuno Voluntario, que se celebra en el marco de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas.

Queridos hermanos y hermanas:

Al acercarse la Campaña de Manos Unidas me dirijo a vosotros, consciente de la misión que el Señor me ha otorgado como responsable de esta parcela de la Iglesia, para deciros gracias, muchas gracias, por lo que a lo largo de cincuenta años habéis venido haciendo con vuestras manos unidas a otras manos necesitadas. Rogamos una vez más, y yo con vosotros, para que sigamos uniendo nuestras manos con las manos del mundo entero en un signo multicolor de solidaridad y amor.

Hoy que nos preocupa tanto la situación de nuestro planeta, que hay un sentido cada vez más acusado de lo que es la ecología, tanto como relación de los seres vivos con su medio, como defensa y protección de la naturaleza y medio ambiente, la campaña de Manos Unidas nos enfrenta con otra realidad: si queremos luchar contra el hambre en el mundo tenemos que defender la tierra.

Todos hemos oído hablar de las reuniones de Kioto y Copenhague como reflejo de una gran preocupación por el deteriorado estado de nuestra tierra.  Vemos que la  solidaridad no es tan fuerte como para estrechar con lazos de justicia y amor las relaciones humanas. MANOS UNIDAS nos ayuda a pasar de la teoría a la práctica y a luchar en defensa de la tierra para erradicar el hambre.

En el libro del Génesis   leemos: “Y creó Dios a los hombres a su imagen y semejanza, varón y hembra los creó, y les dijo: Creced y multiplicaos. Llenad la tierra y sometedla. Dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven por la tierra. Y añadió: os entrego todas las plantas… y todos los árboles… y todos los animales…”

Son, pues, los seres humanos, hombre y mujer, los encargados de poblar la tierra y dominarla. Servirse de ella.  Y la tierra a cambio, fructificando en sus semillas y con su fuerza generativa, dará a la humanidad alimentación y recreo. Pero estos seres humanos, que somos todos, llevados por la ambición y soberbia llegan a la explotación de los frutos que generosamente nos da la tierra, provocando  con el lujo y el derroche de unos, la situación dramática de quienes no tienen para comer . Los bienes que generosamente se nos han dado para disfrutar de una vida digna, son hoy malgastados, degradados, hipotecando el futuro de todos.

Pablo VI en la encíclica Populorum progressio dice: “El desarrollo no puede reducirse a un simple crecimiento económico. Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre ”.  Y afirma además que “este crecimiento personal comunitario se vería comprometido si se alterara la verdadera escala de valores. Es legítimo el deseo de lo necesario, y el trabajar por conseguirlo es un deber…. Pero la adquisición de bienes materiales puede conducir a la codicia, al deseo de tener cada vez más…  La avaricia de las personas, de las familias y de las naciones puede apoderarse lo mismo de los más desprovistos que de los más ricos y suscitar en todos un materialismo sofocante ”.

¿A dónde podemos llegar con ese materialismo sofocante? Nuestra campaña hace que nos fijemos de modo especial en la defensa de la tierra. Reconocemos que hay países empobrecidos sin acceso a las fuentes primarias y sufriendo las consecuencias del deterioro ambiental.

La tierra se refleja en el espejo de sus aguas tibias y turbulentas, y nos da la imagen de lo que puede suceder si no cambiamos nuestros criterios de uso y conservación de lo que Dios nos ha dado. Las familias y los países más pobres serán las primeras víctimas de este abuso.

El Papa Benedicto XVI, este año, en la recepción al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, les ha dicho: “La protección de la creación es un factor importante de paz y justicia …”  y denuncia que las ingentes cantidades de dinero que se invierten en armamento “podrían destinarse al desarrollo de los pueblos más pobres”.

Hoy, Manos Unidas, además de sus proyectos que se van ejecutando a la perfección en África, Asia, América y Oceanía, tiene un problema concreto a la vista: Haití. Todos estamos profundamente sensibilizados por el terremoto que tanto daño ha causado a esa pequeña nación, la más pobre de América y casi del mundo. Pero permitidme que os diga que corremos un peligro, y es que pasados los primeros momentos nos olvidemos de seguir proyectando una ayuda que estimo debe durar varios años con la ejecución de proyectos concretos que vayan promocionando a los haitianos. 

A nosotros, cristianos de buena fe, y a vosotros hombres de buena voluntad, nos toca responsabilizarnos para remediar tanta desgracia. Es posible que nuestra cota de bienestar esté soportando un compás de espera debido a nuestra crisis económica. Es posible que la cercanía con personas que sufren las consecuencias del paro limiten nuestras posibilidades de extender nuestra caridad, cada cual sabe hasta dónde puede y debe llegar, pero a todos os recuerdo que es conveniente atender unas necesidades sin olvidar las otras. Que es más importante ser que tener. Que es fácil habituarnos a ver los programas de televisión sin conmovernos interiormente. Que “en  justicia todos somos depositarios de los bienes que deben asegurar una vida digna para todos” . Y que Jesucristo, nuestro modelo, sigue repitiendo: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” .  

Con mi afecto y bendición.

+ José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva

Huelva, 2 de febrero de 2010.
Fiesta de la Presentación del Señor.

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