Nuestro Obispo subraya que San Leandro nos da “una lección de esperanza”

Nuestro Obispo, José Vilaplana Blasco, presidió ayer martes en la Santa Iglesia Catedral la misa en la memoria litúrgica de San Leandro, patrón de la Diócesis de Huelva. En su homilía, señaló que “en estos momentos de incertidumbre para la fe, Huelva se siente hoy especialmente acompañada por San Leandro, que nos da una lección de esperanza”.

Escucha la homilía

La historia de nuestra Iglesia en Huelva está ampliamente ligada a la vida de San Leandro, patrón de la diócesis desde el Breve Pontificio de 14 de junio de 1954 que lo ratificó, compartiendo patronazgo con la Inmaculada Concepción.

En la época floreciente de la Iglesia hispanovisigótica, se encuentra establecido un episcopado en la sede de Elepla (Niebla) al menos desde el año 466 donde es conocido su primer obispo, Vincomalos (424-509), que ocupó la sede de Niebla en el 466. Posteriormente otro obispo para la historia fue Basilio (obispo hacia 585-590), que firmó las actas del III Concilio de Toledo y del Sínodo de la Bética en 590. Aunque no se ha podido reconstruir cuáles fueron los límites geográficos de la diócesis iliplense, se piensa que ocupó la mayor parte de lo que es la actual Diócesis de Huelva. Y es en estos someros datos donde podemos encontrar los orígenes cristianos en nuestras tierras, siempre vinculada a la metropolitana sede hispalense.

Por ello, cuando el 22 de octubre de 1953 a través de la Bula Pontificia “Laetamur Vehementer” es fundada la Diócesis de Huelva, segregada de la de Sevilla, se piensa en San Leandro, aquel insigne Obispo de Sevilla que tanto protagonismo tuvo en la Iglesia de la Península Ibérica y, por ende, en la vecina diócesis iliplense en su época de mayor consolidación.

Principalmente, San Leandro es reconocido porque fue el que consiguió que se convirtieran al catolicismo las tribus visigodas que invadieron la península y que su rey Recaredo I se transformara en fervoroso creyente. Ahí queda como testimonio también su famosa homilía en honor de la Iglesia, al final del III Concilio de Toledo al que, como decíamos, asistió Basilio como obispo de Elepla según consta en las firmas de las actas. Comienza esta homilía diciendo: “Regocíjate y alegrate, Iglesia de Dios, gózate porque formas un solo cuerpo para Cristo. Ármate de fortaleza y llénate de júbilo. Tus aflicciones se han convertido en gozo. Tu traje de tristeza se cambiará por el de la alegría…” Un mensaje cargado de actualidad para nuestra Iglesia de hoy.

¿Quién fue San Leandro?

Leandro de Sevilla (Cartagena, c. 534 – Sevilla, 13 de marzo de 596.) nació en una notable familia hispanorromana. Su padre era hispanorromano, y su madre era, supuestamente, visigoda, incluso se ha dicho que fuera hija de Teodorico, rey de los Ostrogodos. Fue hermano de San Isidoro. Su padre se llamaba Severino y se le adjudica el título de dux (si bien su hermano Isidoro menciona que era simplemente un ciudadano), y su madre era Teodora.

Fue arzobispo de Sevilla desde el año 578 hasta el año 600, en el que es sustituido por su hermano menor San Isidoro de Sevilla, y está considerado como uno de los grandes impulsores del catolicismo en la España visigoda de su tiempo.

Con la invasión bizantina de su tierra levantina en el año 554, la familia se marchó a Sevilla, ciudad donde Leandro completó su formación, quizás motivada por la conversión de su madre a la religión católica. Al morir sus padres Leandro se queda al cuidado de sus hermanos menores, ingresando años más tarde en un convento.

Fue nombrado obispo de Sevilla en el año 578 e influyó activamente en la rebelión del joven Hermenegildo contra su padre, el rey Leovigildo, siendo quizás quien le asesorara para su conversión al catolicismo. Leandro vivió tres años en Constantinopla, mandado por el propio Hermenegildo para obtener ayudas para su causa; allí mantuvo estrecha relación con san Gregorio Magno y llegó a escribir su Expositio in Librum Job.

De vuelta a Sevilla sufrió la persecución de Leovigildo, siendo de nuevo desterrado por unos años; un tiempo en el que escribió diversas obras contrarias al arrianismo. Cuando de nuevo regresó a tierras hispalenses llegó a instruir a Recaredo, hijo de Leovigildo, en la religión católica. La conversión de Recaredo y posteriormente la de todo el pueblo visigodo en el año 586, fue celebrada tres años más tarde por el obispo Leandro con la convención del III Concilio de Toledo.

Considerado uno de los Padres de la iglesia y fundador de la escuela teológica de Sevilla, tuvo especial interés en la enseñanza oral y escrita del catolicismo y en la formación de los religiosos.

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