Mirar los campos sembrados

Estamos concluyendo el Plan Diocesano de Evangelización que nos ha conducido, pastoralmente, durante el último cuatrienio 2010-2014. Es momento de evaluar, de mirar lo sembrado, de recoger, tal vez, parte de la cosecha, aunque sabemos que hay frutos que se recogerán más tarde. En este y los siguientes números, haremos una mirada a los fundamentos pastorales de dicho plan, para ayudarnos en dicha evaluación.

Nuestra sociedad «secularizada» e impactada, en no pocos rincones, por un laicismo beligerante, cuya finalidad no es otra que marginar a Dios, ha de afrontar con ardor apostólico el reto de la evangelización. Así lo afirmaba ya Benedicto XVI: «La secularización, que con frecuencia se convierte en laicismo abandonando la acepción positiva de secularidad, somete a dura prueba la vida cristiana de fi eles y pastores» (Al Consejo Pontificio de Cultura, 8-3-08). Sin negar fuerza evangelizadora a otras «comunidades eclesiales», no cabe duda que la parroquia sintetiza el ser de la Iglesia, a la vez que explicita su misión salvífica. La función evangelizadora de la Parroquia, que es la «Iglesia que se encuentra entre las casas de los hombres» (CFL 27), debe afrontar la marginación en la que el laicismo quiere colocar a Dios. Una comunidad parroquial «revitalizada» es, con la palabra y el testimonio, una verdadera plataforma para anunciar y revelar a Dios en nuestro mundo secularizado. La comunidad parroquial, no sólo como conjunto de cristianos, individualmente considerados, sino de forma comunitaria, ha de ser voz y gesto misioneros que «desvelen» y no oculten el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesucristo, el Señor (cfr. GS. 19).

Cuando la Diócesis ha centrado su Plan Diocesano de Evangelización en la «revitalización» de la parroquia ha reconocido la fuerza pastoral que tal institución tiene en la Iglesia: descubriendo la potencialidad evangelizadora de la comunidad; valorando el ámbito parroquial como lugar de encuentro y acogida; y, por último, afirmando la Iglesia Particular de la que la parroquia es una parcela. En definitiva, sin ser excluyente, la parroquia es el ámbito en el que se hace presente y se realiza la naturaleza y misión de la Iglesia en su triple: «anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia)» (DCE, 25). Esta riqueza ministerial sigue poniendo de manifiesto la urgencia y necesidad de que la parroquia, salvando sus «esencialidades», esté abierta a la renovación de formas y prácticas pastorales que, más que evangelizar, obstaculizan el encuentro de los fieles con la realidad del misterio anunciado y celebrado.

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