Mayo: una flor cada día para nuestra Madre

De María nunquam satis”, “De María nunca sabremos lo suficiente”, dijo San Bernardo. Hay quien se pregunta si esta frase no pudiera ser una exageración, o una concesión a lo que se ha dado en llamar despectivamente por algunos como mariolatría, o. al menos, una consecuencia de la teología preconciliar. San Juan Pablo II, cuando estaba estudiando teología se llegó a preguntar si no se estaría excediendo en su devoción a la Santísima Virgen, pero su reflexión le llevó a tomar conciencia de algo que después el Concilio Vaticano II desarrolló: que el culto y la devoción a María están inmersos en el misterio de Cristo. 

Como dijo en su día San Pablo VI: “no se puede ser cristiano sin ser mariano”. Y el mes de Mayo nos quiere recordar esto. Mayo es un mes florido, en el que la primavera revienta en nuestros campos. Las flores que rodean a Nuestra Señora como ofrenda sencilla y tierna, ofrenda bella y sincera. Una flor representa la fragancia, la hermosura, la ternura de un corazón. No hemos encontrado mejor símbolo para ofrecer en ella a nuestra Madre toda nuestra vida.

“Con flores a María que Madre nuestra es”. La ingenuidad de esta canción es trasunto de lo bellamente ingenua, sencilla, pobre y humilde que es nuestra Madre. La Pascua florida nos invita a contemplar a María, que ha experimentado los dones del Resucitado, a contemplarla y alabarla, a bendecirla y venerarla, a decirle con todas las generaciones: ¡Bendita!, porque el Señor ha mirado la humillación de su Esclava. Mayo nos invita a amarla, porque cuando la vida crece en la Naturaleza, ésta misma nos impulsa a tomar vida del que es la Vida, Jesús, el fruto bendito de su vientre. Por último, Mayo nos invita a imitarla, a invocarla y pedirle que nos dé “la gracia de ser humanos sin olvidarnos del cielo”.

¡Qué hermoso amar, venerar e imitar a María! Amarla, venerarla e imitarla conduce inevitablemente a amar, adorar e imitar a Jesucristo. Así lo entendieron siempre los santos, así lo vivieron, así lo propagaron. Que en este mes no nos falte ni un día sin un recuerdo especial para nuestra Madre y, junto con el recuerdo, una flor, una ofrenda espiritual que exhale el perfume de Cristo en favor de los hermanos, y una oración, ¿por qué no el Rosario, en el que meditamos la vida de Cristo “con los ojos de María”?

Una de las cantigas que Alfonso X dedicó a la Virgen, allá por el siglo XII pueden servirnos de pórtico para este Mes de María, el mes de nuestra Madre: «Bienvenido, mayo, y con alegría; por esto roguemos a Santa María que pida a su Hijo aún todavía que de pecado y locura nos guarde. Bienvenido, Mayo. Bienvenido seas, y con alegría. // Bienvenido seas, Mayo, el de los buenos manjares; y nosotros roguemos en nuestros cantares a la Virgen Santa, ante sus altares, que nos defienda de los grandes pesares.»

Juan de Robles

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