El pasado miércoles 26 de junio, frente a la Iglesia de la Concepción en Huelva capital, se congregaron varias decenas de personas para exigir los derechos de las personas refugiadas en el habitual Círculo de Silencio organizado por el Secretariado Diocesano de Migraciones.
El 20 de junio celebramos el día de las personas refugiadas, establecido por la ONU en 2001. No sólo pretende reclamar el cumplimiento de los derechos humanos sino también honrar el valor, la fuerza y la determinación de las mujeres, hombres y niños refugiados que se ven obligados a huir de sus países.
Existen más de 100 millones de personas refugiadas, la mayoría de las cuales no están acogidas en Europa, sino en países empobrecidos cercanos a sus países de origen, al contrario de lo que pensamos. Esta defensa del asilo también denuncia las causas que originan los desplazamientos forzados: las persecuciones por las ideas, religión y orientación sexual, los conflictos armados, la pobreza o el cambio climático.
Mención especial tienen los refugiados palestinos, aproximadamente una cuarta parte de la población refugiada del mundo es refugiada de Palestina y llevan más de 70 años siendo refugiadas. Son la población refugiada más antigua del mundo, victimas de la masacre y del genocidio más explícito y brutal desde el término de la II Guerra Mundial por parte de Israel, que desde octubre ha costado la vida a más de más de 35.000 palestinos y palestinas, y ha forzado el éxodo a más de dos millones de seres humanos.
El 28 de mayo, España, Irlanda y Noruega reconocen el Estado de Palestina, sumándose así a los 142 Estados miembros de pleno derecho de las Naciones Unidas que ya lo habían hecho con anterioridad, de un total de 193, además, además del Vaticano, Estado observador del organismo internacional.
Pero ante estos gestos importantes, nos encontramos con la doble vara de medir de los estados miembros de la Unión Europea y el nuevo Pacto Europeo de Migración y Asilo, que refuerza las políticas de externalización de fronteras y los retornos a terceros países, donde la vida de miles de personas podría correr peligro.
Las entidades miembros de este Círculo de Silencio denunciamos la vulneración de los derechos de asilo que acoge este nuevo Pacto que dice adiós a la solidaridad en el proceso de reubicación de refugiados pudiendo los países europeos financiar proyectos en terceros países destinados al control migratorio, en lugar de garantizar un sistema de reubicación obligatoria que ponga en el centro la protección de las personas.
NO PODEMOS ADMITIR EL PAGAR PARA NO ACOGER.
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