“La Iglesia tiene que hablar más de Dios que de sí misma”

“La Iglesia tiene que hablar más de Dios que de sí misma”

El aula San Pablo del Instituto Teológico San Leandro de nuestra diócesis acogía la segunda sesión del curso monográfico para la preparación del Jubileo 2025 el pasado lunes, 19 de febrero. Como experto en Eclesiología, el profesor y doctor en Teología Dogmática, José Arturo Domínguez Asensio, se ocupó de explicar el contenido de la constitución dogmática del Concilio Ecuménico Vaticano II «Lumen Gentium».

En primer lugar, el ponente fue presentado por el delegado para el Apostolado de los Laicos, Juan Diego González Sanz, tras lo cual el profesor Domínguez Asensio comenzó su exposición haciendo un recorrido histórico por el desarrollo de la Eclesiología hasta los prolegómenos del Concilio Vaticano II que, a la postre, “fue un concilio sobre el ser y el hacer de la Iglesia”, en sus palabras. En este sentido, subrayó la unidad de esta constitución, sobre el ser, con «Gaudium et Spes», que mira más al hacer y que será tratada en la siguiente sesión del 18 de marzo de 2024 (Ver el programa completo del curso).

A continuación, el ponente comenzó a exponer sistemáticamente el contenido según el propio orden de la constitución dogmática, introduciendo a la Iglesia como misterio y subrayando que siendo el concilio eminentemente eclesiológico no es, en ningún modo, eclesiocéntrico, es decir, “la Iglesia en cuanto entra en el plan salvador de Dios, pero sin olvidar que es Dios el objeto de nuestra fe y la Iglesia no es más que el instrumento del cuál Él se sirve para llevar a cabo su plan de salvación”. A partir de ahí, desarrolló la mirada trinitaria que sobre la Iglesia hace el concilio: la Iglesia que en relación con el Padre se reconoce Pueblo de Dios, donde lo común a sus miembros es la misma fe y el mismo bautismo, en conexión con el pueblo histórico de Israel y en ese sentido peregrinante que apunta a que aún no es lo que tiene que llegar a ser en plenitud; la Iglesia que en relación con el Hijo se reconoce Cuerpo de Cristo, la novedad neotestamentaria frente al concepto Pueblo de Dios y en el que Jesucristo es “el don y el donante” para que su Iglesia, alimentada de su Cuerpo, se convierta en su Cuerpo y, por otro lado, se reconoce también como Esposa de Cristo, en esa transposición cristológica de la imagen veterotestamentaria de la responsalidad entre Dios y su Pueblo; la Iglesia que en relación con el Espíritu se reconoce Templo del Espíritu Santo, en una igualdad esencial y diversidad de carismas pero en una realidad de comunión.

Parte I

Tras un breve receso, tuvo lugar un rico diálogo de los participantes con el ponente en torno a algunas de las cuestiones relacionadas con la constitución dogmática y su comprensión y aplicación práctica. Finalmente, el ponente habló sobre “el problema de la recepción del Concilio”, una dificultad histórica de la Iglesia –refiriendo casos famosos de la historia de los concilios– y en la que presentó los dos extremos en los que se cayó tras la celebración del concilio: quienes pensaron que el concilio era un grave desvío de la doctrina de la Iglesia y quienes pretendieron hacer del concilio una permanente discusión de opiniones y ambigüedades, todo ello alimentado por la proliferación de los medios de comunicación. En este sentido, el profesor afirmó que “el espíritu del concilio no se puede reconocer más que en la letra del concilio, por lo que hay que leer el texto sin libres interpretaciones, ya que los padres conciliares hicieron un esfuerzo de claridad donde no caben las interpretaciones que se han derivado a posteriori”.

Parte II

Finalmente, a modo de conclusión, José Arturo Domínguez Asensio habló de la situación actual y como aún se está aterrizando en la Iglesia esta constitución, tal y como muestra la actualidad sobre la sinodalidad de la Iglesia, cuestión que no es una novedad sino fruto del lógico desarrollo del concilio. “Ahora bien –sentenció el profesor en alusión al futuro inmediato– la Iglesia tiene que hablar más de Dios que de sí misma. Después de tener una conciencia ya clara de lo que somos empecemos a dedicarnos al objeto de nuestra misión: hablar al hombre de hoy de Dios”.  

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