Huelva, santuario mariano: resonancias de fe en la procesión jubilar Magna Mariana

En la tarde y noche del sábado 20 de septiembre, Huelva se hizo palpitante de oración y de belleza sobrenatural. En un gesto de íntima devoción y de pública manifestación de fe, nuestra amada tierra se convirtió, por unas horas, en un santuario a cielo abierto, al albergar la Procesión Jubilar Magna Mariana. Fue un momento de encuentro entre lo humano y lo divino, cuando el paso de las imágenes marianas desplegó un canto de esperanza y de amor en cada calle, en cada plaza, en cada mirada asombrada.

Un día para la historia del corazón onubense

Desde el alba, los templos lucieron sus mejores galas. Hombres, mujeres, jóvenes y ancianos se reunieron en torno al rezo, al rosario, al silencio expectante. Las calles comenzaron a llenarse de flecos de luz, de incienso y de flores. Huelva despertó con una dulce sacudida interior: se sabía que algo grande iba a suceder.

A media mañana ya corría el rumor: “Hoy somos tierra de María”. Ese eco se fue haciendo voz compartida, que subía desde cada barrio: La Orden, San Sebastián, El Polvorín, las parroquias que atesoran imágenes queridas, las hermandades que con celo y desgarrada entrega cuidaron hasta el último detalle.

Y cuando el sol empezó a descender, cuando el aire se tornó más dorado, al filo del anochecer empezó el desfile solemne: veinticuatro comitivas que, bajo palios y cirios, avanzaron como hileras de plegaria sobre el empedrado urbano. Cada imagen era una región que ofrecía su mirada; cada paso, un latido que resonaba en el pecho del pueblo.

María presente, Madre querida

La procesión fue un poema visual: cada virgen, cada advocación, fue ofrecimiento de ternura. Abrió el cortejo la Virgen de la Paz, con manto níveo y rostro sereno, y luego siguieron otras devociones que jalonaron el trayecto con su presencia maternal.

En la Gran Vía, epicentro del desfile, las fachadas lucieron cortinas bordadas, banderines y guirnaldas; los balcones se convirtieron en tribuna de íntima emoción. Frente al Ayuntamiento, el palco de autoridades acogió al obispo de Huelva, Santiago Gómez Sierra; al obispo emérito, José Vilaplana; al vicario general Emilio Rodríguez; a la alcaldesa de la ciudad, Pilar Miranda y al presidente del Consejo de Hermandades, Antonio González. Fue allí donde el pueblo, con su presencia, selló el pacto de amor con la Madre de Dios.

El silencio profundo, interrumpido solo por los golpes de llamador y por leves susurros de plegaria, envolvió el trayecto. Pero también se escucharon tambores y danzas en homenaje serrano, aplausos espontáneos ante el paso de las patronas coronadas, coros que se humedecieron al entonar letanía, la música cadenciosa de bandas dedicadas.

Y al final, como broche de oro, apareció la Virgen de la Cinta, patrona de la ciudad de Huelva, cerrando el cortejo con una majestad conmovedora. La multitud, sobrecogida y emocionada, la recibió con vítores que se confundían con lágrimas, proclamando a la Señora de la Cinta como signo de identidad y de esperanza para toda la ciudad.

Relación oficial de imágenes y hermandades participantes

La procesión jubilar reunió a un extraordinario elenco de devociones marianas, expresión viva de la riqueza espiritual de nuestra diócesis. En este orden, participaron:

  • Virgen de la Paz (Hermandad de los Mutilados).
  • Virgen de los Dolores (Hermandad del Perdón).
  • Virgen de los Dolores (Hermandad de los Judíos).
  • Virgen de la Salud (Hermandad de la Sentencia).
  • María Auxiliadora (La Palma del Condado).
  • Virgen del Rosario (Hermandad de la Cena).
  • Virgen de la Amargura (Hermandad del Nazareno).
  • Virgen del Refugio (Hermandad de Pasión).
  • Virgen de los Dolores (Hermandad de la Vera Cruz).
  • Virgen de la Victoria (Hermandad homónima).
  • Nuestra Señora de la Estrella (Chucena).
  • Nuestra Señora del Valle (La Palma del Condado).
  • Nuestra Señora del Mayor Dolor (Aracena).
  • Nuestra Señora de los Remedios (Villarrasa).
  • Nuestra Señora de la Peña (La Puebla de Guzmán).
  • Nuestra Señora del Socorro (Rociana del Condado).
  • Reina de los Ángeles (Alájar).
  • Virgen de la Esperanza (Hermandad homónima).
  • María Santísima en su Soledad (Ayamonte).
  • Nuestra Señora de los Milagros (Palos de la Frontera).
  • Nuestra Señora de las Angustias (Ayamonte).
  • Nuestra Señora de la Bella (Lepe).
  • Nuestra Señora de Montemayor (Moguer).
  • Nuestra Señora de la Cinta, patrona de Huelva, que cerró el cortejo.

Este elenco mariano configuró un auténtico mosaico de devoción, donde cada advocación se hizo presente como símbolo de la fe de su pueblo y de la comunión eclesial que une a toda la diócesis.

Significado espiritual y comunitario

Este día magnífico no fue solo un acto litúrgico, ni simplemente un desfile de imágenes; fue una proclamación colectiva: “Huelva reconoce a María como Madre, Huelva cree, Huelva ama”.

La Magna Mariana ha sido una jornada de comunión entre las parroquias, las hermandades, las instituciones civiles y el corazón sencillo del pueblo. Ha sido ocasión de encuentro entre generaciones: los ancianos que vivieron otras magnas, los jóvenes que descubren la devoción mariana en nuevos modos, los devotos de ayer, hoy y mañana.

Además, este acontecimiento sitúa a Huelva en el mapa espiritual del país: no como un lugar remoto, sino como tierra en la que la fe cristiana respira con fuerza, como patria que levanta la mirada al cielo con gratitud, como ciudad que se hermana en torno a María.

Invitación abierta

La Diócesis de Huelva invita a todos los fieles y ciudadanos a prolongar en el corazón esta gracia concedida. Que las imágenes veneradas este día permanezcan no solo en sus pasos, sino en sus vidas. Que el recogimiento no se disipe con las luces del día siguiente. Que la advocación mariana sea faro cotidiano. Que esta Magna Mariana no quede como hecho aislado, sino semilla de renovación espiritual.

Que María, Madre de Dios y Madre nuestra, siga obrando en Huelva, intercediendo por sus hijos, custodiando sus caminos. Que la devoción nacida en esta tarde siga floreciendo, y que cada rincón de nuestra diócesis sea, siempre, santuario de amor mariano.

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