El pasado año registró en Huelva más de doscientos niños bautizados en el umbral de la Primera Comunión

Un total de 4.458 bautismos se produjo el pasado año 2015 en nuestra Diócesis. De ellos, 214 presentan una peculiaridad: sus destinatarios tenían más de 7 años. Más de 200 niños fueron bautizados a las puertas de la Primera Comunión. Esto hace que crezca el interés por la formación de los agentes que intervienen en la iniciación cristiana –bautismo, comunión y confirmación- de miles de niños que se introducen cada año en la vida de la Iglesia.

La Diócesis de Huelva cuenta con 1.925 catequistas que preparan a miles de niños y niñas para que hagan la Primera Comunión. Esta labor, junto a las propias familias y la clase de religión en el aula, constituye una preparación esencial a la hora de hacer crecer a estos niños como cristianos, sin olvidar que, para algunos, se trata de una primera toma de contacto con la Iglesia.

Así se configura el mapa de la iniciación cristiana en nuestra diócesis en 2015: 4.458 bautizos, 4.557 primeras comuniones y 2.599 confirmaciones. La formación, por tanto, sigue siendo una gran preocupación, tanto para la Conferencia Episcopal Española, que renueva y actualiza los catecismos, como para las diócesis, a través de sus delegaciones de Catequesis, y editoriales de cariz religioso. No es para menos si tenemos en cuenta que el 97 por ciento de los habitantes de nuestra provincia es católico y está bautizado (482.741 de 497.671, datos de 2015). La permanencia de estos pequeños, una vez cumplido el itinerario, sigue siendo uno de los principales retos.

El delegado de Catequesis de la Diócesis de Huelva, el sacerdote Joaquín Sierra, habla de la necesidad de caminar hacia una catequesis “que pase a ser menos docente para ser más experiencial, que se centre más en transmitir la experiencia que en una doctrina o conocimiento”.

Además, subraya Sierra que, no obstante, “una cosa es el interés con el que la persona viene y otra aprovechar para catequizar al niño, proporcionarle una experiencia de Dios y una cercanía a la comunidad cristiana y también trabajar con esos padres para que lo que se siembra no caiga en saco roto. Cómo hacerlo es más complicado”, matiza. Y ante esto, otro desafío: que los agentes parroquiales no caigan en el desánimo.

Para ello, hace falta motivación y un trabajo coordinado con el aula y la familia. Así lo considera también el delegado de catequesis, cuando explica que “en la catequesis hay que trabajar con el niño, pero es fundamental también hacerlo con la familia e integrarla en el proceso de la iniciación cristiana de sus hijos, en el que ellos son parte importantísima, como iglesia doméstica que vive la fe y la transmite”.

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