Le podemos llamar paisano, porque quiso a Huelva como un onubense más. Para esta provincia procuró el mimo a la Eucaristía, la mejor educación y el pan. La trató con amor de padre y pastor el entonces párroco de San Pedro y arcipreste de Huelva, hoy San Manuel González (1877-1940).
La plaza vaticana de San Pedro contó con representación onubense. Nuestro obispo, José Vilaplana, ha sido una de las personas que se ha desplazado, presidiendo la adoración eucarística un día antes de la canonización. El acontecimiento ha contado también con peregrinos del colegio diocesano Sagrado Corazón de Jesús, heredero de las escuelas que el santo fundó y, como no podía ser de otra forma, con una expedición de la comunidad de hermanas Nazarenas de nuestra diócesis.
El Papa canonizó el pasado domingo, día 16 de octubre, al arcipreste que después de su paso por Huelva se convertiría en obispo de Málaga y Palencia. En Huelva fundó las Escuelas del Sagrado Corazón de Jesús y en el Sagrario de S. Pedro, el 4 de marzo de 1910, la “Obra de las Marías de los Sagrarios Calvarios, ampliándose un mes más tarde a los hombres con la obra “Discípulos de S. Juan”; y en 1912, funda los “Niños Reparadores”.
Durante la homilía, el pontífice reflexionó sobre la oración para subrayar que rezar «no es refugiarse en un mundo ideal, no es evadir a una falsa quietud» sino una lucha para vencer con la paz. Así, ha reconocido que el «cansancio es inevitable», pero ha invitado a apoyarse en los demás para seguir orando y «continuar, hasta que el Señor concluya su obra».
Subrayó también que “es el Espíritu Santo quien nos enseña a rezar, quien nos guía en la oración y nos hace orar como hijos». «Este es el misterio de la oración: gritar, no cansarse y, si te cansas, pide ayuda para mantener las manos levantadas», añadió.
Además, recordó que los santos «son hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración». «Ellos han alcanzado la meta, han adquirido un corazón generoso y fiel, gracias a la oración: han orado con todas las fuerzas, han luchado y han vencido. Orar, por tanto, como Moisés, que fue sobre todo hombre de Dios, hombre de oración», ha manifestado. Por ello ha pedido a los fieles que se mantengan «firmes en la oración» porque «no se vence la batalla de la perseverancia sin la oración».
En este sentido, precisó que es cierto, cada uno de nosotros se cansa. Pero no estamos solos, hacemos parte de un Cuerpo. Somos miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, cuyos brazos se levantan al cielo día y noche gracias a la presencia de Cristo resucitado y de su Espíritu Santo. Y sólo en la Iglesia y gracias a la oración de la Iglesia podemos permanecer firmes en la fe y en el testimonio».
Antes de la homilía, Francisco pronunció la fórmula en latín: «En honor de la Santísima Trinidad, por la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y de los santos apóstoles Pedro y Pablo, después de haber reflexionado largamente e invocado la ayuda divina, y escuchando el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos».
Posteriormente, pidió la inscripción en el libro de los Santos del fundador de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret. El Papa proclamó otros seis santos: dos de ellos, latinoamericanos, el sacerdote argentino José Gabriel del Rosario Brochero y el mexicano José Sánchez del Río, asesinado a los 14 años durante la revuelta contra los llamados «Cristeros»; dos sacerdotes italianos, Lodovico Pavoni y Alfonso Maria Fusco y dos religiosos franceses, Salomone Leclercq y Elisabetta della Santissima Trinità.