El Obispo recuerda la Nueva Evangelización y valores morales a los que urgió San Juan Pablo II en Huelva

La celebración de la Misa de Acción de Gracias por la canonización del Papa de los jóvenes, congregó el sábado a miles de fieles después de veintiún años de su visita apostólica.

El obispo de Huelva, José Vilaplana Blasco, presidió la concelebración de la Misa de Acción de Gracias por la canonización de San Juan Pablo II –celebrada en Roma el pasado 27 de abril-, coincidiendo con el día en el que se cumplen veintiún años de su visita apostólica a Huelva para clausurar los congresos XI Mariológico y XVIII Mariano Internacionales que, bajo el lema «María, Estrella de la Evangelización» (cf. Evangelii Nuntiandi, 82), acontecieron un año antes en Huelva con motivo del V centenario del Descubrimiento de América.

Poco después de las nueve de la mañana, la imagen de San Juan Pablo II esculpida por el palmerino Martín Lagares, atravesaba el dintel de la parroquia de San Sebastián portada por un grupo de generosos costaleros de diversas hermandades y cofradías de la capital. Iniciaba así el recorrido excepcional de una procesión festiva que llevaría a la imagen hasta el altar que se había dispuesto en la avenida de Andalucía, en la rotonda que, desde aquel dichoso e histórico 14 de junio de 1993, lleva su nombre.

EXPRESIÓN DE COMUNIÓN EN TORNO A SAN JUAN PABLO II

Delante del Santo Patrón de los jóvenes de nuestra diócesis, una amplia representación de hermandades, cofradías y asociaciones cuyas insignias eran portadas por los grupos juveniles de éstas. La comitiva iba precedida de una réplica de la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud, realizada para la ocasión y bendecida por nuestro obispo al comienzo de la Misa. Los cantos de los 1200 miembros de las comunidades neocatecumenales, junto con otros muchos fieles, acompañaban la Cruz llenando las calles de fiesta.

Una vez llegada la imagen a la rotonda de Juan Pablo II, comenzó la celebración de la Eucaristía, presidida por nuestro obispo, José Vilaplana, cuyas primeras palabras recordaron aquella «misma hora, del mismo día, en el mismo escenario y con el mismo calor». Altas temperaturas que, sin embargo, no impidieron a los miles de fieles congregados rememorar y disfrutar de forma nueva aquel acontecimiento. La celebración contó, además, con la presencia del obispo emérito, Ignacio Noguer Carmona, testigo privilegiado en aquella ocasión -entonces como obispo coadjutor-, junto con numerosos sacerdotes, diáconos y fieles en general, entre ellas destacadas autoridades civiles y militares.

La amenización musical de la liturgia corrió a cargo de la Coral de la Merced, acompañada al órgano por el sacerdote Alfonso Peña. Además, la Banda de Música de la Hermandad del Nazareno de Huelva, acompañó a la imagen en su regreso a su templo. Por su parte, miembros del equipo de Pastoral Juvenil y del Movimiento de Scouts Católicos, fueron los responsables de que toda la organización marchase como estaba previsto.

LA ACTUALIDAD DEL MENSAJE DE S. JUAN PABLO II EN HUELVA

En su homilía, el Obispo de Huelva recordó la magna figura de este Papa cuya santidad dejó huella a su paso por nuestra tierra. Aquel hombre que, primero como sacerdote y después como Papa, «asumió la tarea de afirmar a Cristo como salvador y redentor del mundo entero». Así, recordaba el Obispo, como en su primera homilía como sucesor de Pedro, hizo una invitación al mundo entero para que abriera de par en par las puertas del corazón para acoger a Cristo y, con aquel grito «¡No tengáis miedo!», haciéndonos sentir «estimulados para vivir la alegría de ser cristianos y la responsabilidad de vivir y anunciar la fe a todos los pueblos».

«Este papa, como peregrino de la fe, testigo de la fe y para confirmarnos en la fe, vino a Huelva, tierra de María Santísima y de la gran gesta descubridora que llevó el evangelio al Nuevo Mundo, convirtiendo en realidad geográfica y humana la vocación universal, católica, de la Iglesia», recordó José Vilaplana, que continuó su homilía realizando una glosa de las palabras que el Papa pronunciara en su visita apostólica a Huelva.

Así, recordaba como ,comentando la frase del evangelio de las bodas de Caná: «No tienen vino»; hizo un análisis de las necesidades de la sociedad de aquel momento y que, para nuestro Obispo, es un análisis profético que se ha acentuado en nuestro tiempo. El papa constataba con preocupación que «el alejamiento de Dios lleva consigo la pérdida de aquellos valores morales que son base y fundamento de la convivencia humana». Según José Vilaplaba, «bien sabía Juan Pablo II que, lejos de Dios, se produce el vacío y crece el afán de poseer y el de los propios intereses. Señalaba entonces los sistemas económicos que provocan la tragedia del paro y la marginación social; la vida de las familias, profundamente desgarradas; y los jóvenes, víctimas de las drogas y el alcohol».

«Pero Juan Pablo II no venía como profeta de calamidades entre nosotros», -recordaba-, «sino a alentar nuestra esperanza diciéndonos con fuerza que el grito de la sociedad puesto en los labios de María -«No tienen vino»-, se convierte en un signo de confianza y una petición que, con Ella, elevamos al Padre». Decía el Papa: «no hay motivos para el desaliento, pues por muchas que sean las sombras que oscurecen el panorama, son más los motivos de esperanza que en él se vislumbran: vuestras propias raíces cristianas, vuestra fe en Jesucristo, vuestra devoción a su divina Madre. De ello habéis de sacar las energías capaces de dar impulso a la nueva evangelización».

En su homilía, el Obispo también quiso recordar las palabras de Juan Pablo II a los jóvenes: «desde aquí hago un llamamiento a vosotros y vosotras, jóvenes de Huelva: ¡Sed generosos! ¡No hagáis oídos sordos a la voz de Cristo si os llama a seguirle en el ministerio sacerdotal o en la vida religiosa!». Y, además, también recordó el fuerte llamamiento que hacía al laicado: «La nueva evangelización necesita también de un laicado adulto y responsable […] para transformar el mundo con los criterios del Evangelio».

Finalmente, el Obispo de Huelva pidió no olvidarse del Papa de los; que alentó a las familias para que fueran iglesias domésticas, cuna de la vida, auténticas escuelas de socialización y células fundamentales de la sociedad; del dolor y la fuerza en el sufrimiento… «No olvidemos el testimonio de este Papa santo y acojamos esa nueva invitación que nos ha hecho el Papa Francisco de anunciar la alegría del Evangelio, siempre confiando en María, nuestra Madre».

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