El Evangelio nos presenta con frecuencia personajes desgraciados o “ninguneados”, pero que son portadores de sentido y de valores para la sociedad. Es el caso del Evangelio de hoy, proyección de esa otra viuda de la que nos habla la primera lectura, del libro de los Reyes.
Precisamente porque son personas marginadas, pocos se fijan en ellas. Son casi invisibles. ¿Qué pueden aportar a una sociedad progresista como la nuestra, que ni se avergüenza de sus pobres, sencillamente porque los ignora? Sólo esa porción de afortunados que “saben ver con el corazón” pueden disfrutar con frecuencia de tantos gestos humanitarios que tienen los más desfavorecidos.
Jesús sabía ver con el corazón. “Sentado enfrente del tesoro del templo, observaba a la gente que iba echando dinero”. Los poderosos de bolsa, pero cicateros de corazón, echaban con mentalidad calculadora, como pensando en guardar para después. Y llegó una viuda pobre y echó dos monedillas. Las dio con mentalidad de abundancia, mirando a Aquel que le ha dado lo que tiene y que ya proveerá para mañana.
Echó “lo que tenía para vivir” y se fue. Ni sabemos su nombre. Lo que ha llegado hasta nosotros es el comentario que de ella hizo el Señor. Sus palabras son algo así como un dedo índice q nos va indicando gestos semejantes, salidos de quien menos lo esperamos y que a veces nos sorprenden, porque proceden de gente de la calle, de jóvenes sin trabajo, de algún inmigrante o de alguien que también desapareció sin despedirse.
Qué puedo decir de mi generosidad en mi día a día. Aumentemos la certeza de que “Dios no mira tanto la grandeza de las obras, sino el amor con que se hacen”, nos diría Teresa de Jesús.
Directiva CONFER de Huelva
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