Domingo I de Adviento – A

¡Despierta a la Vida! (Is 2, 1-5; Sal 121; Rom 13, 11-14a; Mt 24, 37-44)

¡Qué ilusionante la lectura de Isaías! La profecía se hizo realidad. Los que estaban escuchando a Isaías no fueron capaces nada más que de la ilusión, de las esperanzas que el Mesías llegara y con Él, pudieran darse las buenas nuevas de que la humanidad tuviera la oportunidad de cambio, que el cielo nuevo llegara y el que trajera la promesa fuera tan significativo que cambiara todo.

Jesús llegó porque Dios siempre cumple sus promesas. Jesús llegó y con Él Dios se significó más detalladamente para que las personas tuviéramos las oportunidades necesarias para descifrar la vida. Jesús llegó y con la fuerza del Espíritu los que seguían esperando pasaron de la utopía a la realidad.

Hoy, muchos siglos después, hemos de echar mano de las palabras de JUAN: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos” y es que Juan era la voz del desierto y, desde el desierto, pedía allanar los senderos y preparar el camino porque Dios tenía que pasar. Después de tanto tiempo se nos invita también a que, en este erial, en este desierto que estamos viviendo, preparemos el camino al Señor, es por donde tiene que pasar. Lo pide a los que han sido capaces de reconocer la profecía de Isaías, de degustarla y vivirla. Lo pide a los que se nos olvidan algunas cosas en el camino y nos despistamos después de los años. Lo pide a los que tenemos memoria de vida por tantas cosas vividas con Dios y desde Dios. Lo pide a los que, viviendo, pueden llegar al costumbrismo y nos dejamos un poco caer en el sillón de la comodidad, pensando en los años que fuimos productivos.

Es hora de despertar, de vivir, de transformar, de cambiar, de dar aliento, aún tenemos un por qué y es que  estamos en Adviento. Es hora de poner el despertador con la música de “la alarma de Dios”, para que suene, resuene y nos demos por enterados. Agarremos lo necesario para allanar los caminos  porque Dios viene y ha de pasar por los senderos preparados. ¡Qué buena tarea se nos encomienda!

Brotó  el renuevo, pacieron el lobo y el cordero, el niño metió la mano en la hura, la pantera y el cabrito se sentaron juntos…el pastorcito divino es el que pastorea y a nosotros nos queda la tarea de conversión para poder allanar bien el camino porque Dios llega y de nosotros depende que esté preparado el camino EN EL DESIERTO.

Buen Adviento a todos. Poned en marcha los relojes y despertémonos a la Vida.

María Jesús Arija García
Lda. en Teología y profesora de Religión Católica en la Diócesis de Huelva

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