Nuestra diócesis ha experimentado en los últimos años un cambio profundo con la llegada de inmigrantes procedentes, principalmente de Rumania, nuevos países del Este, Marruecos, Ecuador, Colombia y otros países de Latinoamérica. La presencia entre nosotros de ortodoxos y musulmanes ya nos resulta cotidiana, así como el aumento del número de comunidades cristianas pertenecientes a Iglesias Evangélicas.
El establecimiento de Comunidades cristianas no católicas en el ámbito de lo que hoy es la Diócesis onubense, data de finales del siglo XIX, y llega con el asentamiento de los ingleses en la explotación de Minas de Riotinto. Sin embargo el arraigo entre la población fue escaso. Al pasar las explotaciones mineras a empresas españolas, incluso experimentó un claro retroceso.
Pero debido a la llegada de inmigración, en los últimos años, provocando en estas personas el desarraigo de sus propias raíces cristianas hacen que otras confesiones atraigan a sus filas personas que no encuentran cobijo religioso en nuestras parroquias católicas. Es un fenómeno a tener en cuenta en nuestra pastoral, pues existen en las grandes poblaciones de la diócesis y en la capital comunidades importantes de evangélicos.
También comprobamos el número creciente de ortodoxos debido a la inmigración proveniente del Este. Muchos de ellos temporeros que algunos meses al año viven en nuestros pueblos y campos para las campañas agrícolas de los frutos del regadío e incluso ya del secano, que son difícilmente evaluable, y que pertenecen a otras iglesias, como es el caso de numerosas personas de etnia gitana miembros de la Iglesia Evangélica de Filadelfia.