El día 24 de junio se celebra la fiesta de la natividad de San Juan Bautista, el Precursor de Cristo, “la voz que clama en el desierto: Preparad los caminos al Señor”, el que señala su presencia: “Este es el Cordero de Dios” (Jn 1, 23. 29). En la provincia de Huelva, es titular y patrono de la villa de San Juan del Puerto, patrono de Alosno que lo celebra con la danza de los cascabeleros, titular de las parroquias de La Palma, Gibraleón, Berrocal, Repilado y Linares. Además, su figura está representada en las capillas bautismales, con copias en lienzo o en cerámica de los cuadros de Murillo del Prado o de la Catedral de Sevilla, o con obras originales, como la de Antonio Díaz Fernández en Bollullos, o el anónimo del siglo XVII de Escacena, que comentamos seguidamente.
Sobre un paisaje imaginario del río Jordán, Jesús, con el torso y piernas desnudos, parcialmente despojado de la túnica blanca, recibe el agua purificadora de manos de Juan el Bautista, que se inclina hacia Jesús desde un risco a cierta altura del agua. El Bautista, vestido de pelo de camello color buriel y manto rojo, porta en su izquierda la cruz alta, con la banderola del Agnus Dei, y con la derecha derrama el agua sobre la cabeza del “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Mientras tanto, un ángel sostiene a Cristo su manto. En un rompimiento de gloria, entre nubes blancas, aparece el Espíritu Santo en forma de paloma y el Padre eterno, representado como el venerable “Anciano de muchos días”. Unos querubines contemplan gozosos la escena.
El evangelista San Mateo narra el episodio como un familiar y respetuoso forcejeo entre Juan y Jesús. Juan reconoció a Jesús como el Mesías, por las señales proféticas que él había presentido, y que en efecto se produjeron. Jesús quiso someterse en todo a la condición humana, y quiso dar ejemplo al aceptar la invitación a la conversión, a pesar de no necesitarla. “Inmediatamente después de ser bautizado, Jesús salió del agua y he aquí que se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz del cielo que decía: Este es mi Hijo, el amado, en quien me he complacido” (Mt 3, 16-17. Mc 1, 9-11. Lc 3, 21-22. Jn 1, 31-34).
Es de destacar el desnudo de Cristo, de correcta anatomía, que refuerza su naturaleza humana. La disposición de la túnica evoca el perizoma que le cubrirá cuando cuelgue de la cruz. A un tiempo se muestra como perfecto hombre y como perfecto Dios, al recibir el testimonio de su filiación divina por parte del Padre, y de su unción como Mesías por el Espíritu Santo.
En la parroquia del Salvador de Escacena, desde su origen, ocupa la capilla bautismal. Es muy probable que fuera encargado en cumplimiento de los mandatos de visita de don Jaime de Palafox y Cardona (arzobispo de Sevilla entre 1684 y 1701). En la visita canónica de 1688 ordenó colocar en la pila bautismal una taza de piedra y un sumidor, y decorar la capilla bautismal con una pintura del Bautismo de Cristo[1]. Y en la visita de 1693 se dispuso hacer una taquilla en el ángulo del Baptisterio[2].
Fue restaurado en los años 80 del pasado siglo por José Vázquez Sánchez. Figuró en el Museo Diocesano, Monasterio de Santa Clara de Moguer, y en la Exposición Ave verum, de 2004[3].
Manuel Jesús Carrasco Terriza
[1] Arch. General del Arzobispado de Sevilla, Libro de Visitas nº 4. Escacena. Año 1688, mandatos 6 y 8. GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, Catálogo monumental de la provincia de Huelva, t. I, p. 238.
[2] AGAS, Libro de Visitas nº 6. Escacena. Año 1693.
[3] Catálogo de la Exposición Ave verum Corpus, Córdoba, Cajasur, 2004, pp. 154-155
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