
LUNES 5 DE MAYO – CON MI OÍDO
El oído es la puerta de entrada esencial para nuestra conexión con Dios y con nuestros hermanos. A través de él, percibimos no solo los sonidos del mundo, sino también las voces que nos guían, nos consuelan y nos inspiran.
La escucha nos permite discernir la voluntad de Dios y comprender las necesidades de quienes nos rodean, implica una apertura del corazón, una disposición a acoger las palabras y los silencios del otro.
Es en el silencio donde podemos escuchar la suave voz de Dios, y es en la conversación sincera donde podemos construir puentes de entendimiento y compasión con nuestros hermanos. Cultivar la capacidad de escuchar es un camino hacia la comunión, un medio para acercarnos a Dios y al prójimo.
Escuchamos la Palabra
Dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá» (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos» (Mc 7,31-37).
Para reflexionar
No conocemos al hombre del evangelio, solo sabemos que era sordomudo, pero podemos imaginarnos las dificultades que tendría para poder comunicarse con otros; los peligros a los que estaría expuesto al no poder escuchar; la desesperación que su estado le produciría cuando estuviera en medio de la gente y no supiera lo que estaba ocurriendo.
Jesús lo toma aparte, y este gesto podría ser por dos causas: primera, porque quizás el hombre no se sentiría bien siendo el centro de atención; y segundo, porque la curación era algo íntimo y personal. Ese hombre al que quizás nadie hace caso para Jesús es importante.
El relato de Lucas nos invita a reflexionar sobre la sordera que va más allá de la física. Jesús, al sanar al sordomudo, nos muestra que la verdadera escucha implica abrir los oídos del corazón. En un mundo saturado de ruido y distracciones, a menudo nos volvemos sordos a la voz de Dios y a las necesidades de nuestros hermanos.
- ¿Qué significa para ti que Jesús te diga «Effetá»?
- ¿Qué «sorderas» te impiden escuchar a Dios y a los demás en tu vida diaria (prejuicios, distracciones, redes sociales, egoísmo, etc.)?
- ¿Cómo puedes cultivar una escucha activa y empática en tus relaciones?
- ¿Qué crees que puedes hacer para escuchar a Dios en el silencio de tu corazón?
- ¿Crees que Dios te habla por medio de otras personas?
Una canción para hoy
— Escucharte hablar. Marcos Witt www.youtube.com/watch?v=1IWQpFm3keI
— No tengo miedo. Himno de Effetá www.youtube.com/watch?v=RUTx1_-rqqA
Compromiso
Te invito a que en estos días puedas estar atento a las necesidades de las personas que te rodean: familia, amigos, persona sin hogar… Ayuda a alguien en concreto que pienses que lo necesita y dedica tu tiempo a escucharla.
También al final del día puedes dedicar cinco minutos a examinar tu escucha durante el día: ¿me he implicado y he escuchado de verdad o solo he oído?, ¿me he sentido escuchado por alguien hoy? Al final de este rato puedes pedir perdón o dar gracias a Dios.
Oración
Señor, enséñame el arte de escuchar. Armoniza toda mi persona para prestar atención. Empápame de silencio para acoger los gritos de cada persona y regálame paz interior para saber dar una palabra que consuele. Dame el cuidado, la paciencia y el respeto necesarios para que los que vengan a mí se sientan escuchados. Haz que aprenda a escuchar con toda mi persona: que escuche con todo mi cuerpo, con los ojos, con mi sonrisa, con las manos, con el alma… Que no enjuicie, aconseje, interprete, dirija a las personas, sino que, simplemente, las escuche. Que mis reflejos y palabras no sean más que el fruto de otra escucha: la de tu voz que me habla en mi interior, la de tu amor, del que solamente soy un signo y un portador para quien escucho. Para llegar a ser para ti, en los hermanos. Amén.