Domingo 22 de enero
Lecturas
Sal 137, 1-4 Quienes nos deportaron nos pedían canciones, alegría quienes nos estaban oprimiendo: «¡Cantadnos un canto de Sion!».
Lc 23, 27-31 Mujeres de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad, más bien, por vosotras mismas y por vuestros hijos.
Reflexión
El lamento del salmista se origina en el exilio de Judá en Babilonia, sin embargo, el dolor del exilio reverbera a través del tiempo y la cultura. Tal vez el salmista lanzó este canto hacia los cielos. Probablemente cada uno de estos versículos hayan sido pronunciados entre profundos sollozos de aflicción. Quizá este poema se escribiera fruto de un encogerse de hombros mostrando la indiferencia del que se ha instalado en la injusticia y se siente impotente para llevar a cabo un cambio significativo. Independientemente de cómo se hayan pronunciado estas palabras, la angustia de este pasaje encuentra resonancia en los corazones de aquellos que son tratados como extraños en otras tierras o en sus propias tierras.
La petición del salmo viene del opresor que reclama que lo haga reír y divertirse, a costa de unos cantos que reflejan un pasado «feliz». Esa exigencia ha llegado también a todas las personas marginadas a lo largo de la historia. Ya sea en espectáculos de juglares, o danzas de geishas, o espectáculos de vaqueros e indios del Salvaje Oeste, los opresores a menudo han exigido que las personas oprimidas actúen felices para garantizar su propia supervivencia. Su mensaje es tan simple como cruel; tus canciones, tus ceremonias, tu identidad cultural, lo que te hace sagradamente único, solo está permitido mientras está a nuestro servicio.
En este salmo se les da voz a las generaciones oprimidas. ¿Cómo podríamos cantar el canto del Señor mientras somos extranjeros en nuestra propia tierra? No cantamos para nuestros captores, sino para alabar a Dios. Cantamos porque no estamos solos, porque Dios nunca nos ha abandonado. Cantamos porque estamos rodeados de una nube de testigos. Los antepasados y los santos nos inspiran. Nos animan a cantar canciones de esperanza, canciones de libertad, canciones de liberación, canciones de una patria donde el pueblo es restaurado.
Unidad cristiana
El Evangelio de Lucas muestra que las personas, muchas de ellas mujeres, siguen a Jesús incluso mientras carga con la cruz hacia el Calvario. Este seguimiento es un discipulado fiel. Además, Jesús reconoce las situaciones difíciles y el sufrimiento que tendrán que soportar por cargar con fidelidad sus propias cruces.
Gracias al movimiento ecuménico, los cristianos de hoy pueden compartir himnos, oraciones, reflexiones y perspectivas a través de sus propias tradiciones. Los acogemos mutuamente como dones que nacen de la fe y del seguimiento que hacen tantos cristianos, en medio de grandes luchas, que pertenecen a comunidades distintas a las nuestras. Estos dones compartidos son riquezas que deben ser atesoradas y dan testimonio de la fe cristiana que compartimos.
Desafío
¿Cómo planteamos las historias de antepasados y santos que vivieron entre nosotros y han cantado canciones de fe, esperanza y liberación desde el cautiverio?