Plan de Evangelización de la diócesis de Guadix 2016-2019

Diócesis de Guadix
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La diócesis de Guadix es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, erigida en 1492 y, según la tradición, procedente de la diócesis de Acci, fundada por San Torcuato en el siglo I. Su sede es la catedral de Guadix.

Plan de Evangelización de la diócesis de Guadix 2016-2019

 

PLAN DE EVANGELIZACIÓN

DIÓCESIS DE GUADIX

TRIENIO 2016-2019

 

TESTIGOS MISIONEROS DEL EVANGELIO

 


 

PRESENTACIÓN

 

“Mire cada uno como construye”, son palabras de San Pablo en su primera carta a los Corintios (3,10). Son también las palabras que me inspiran la presentación del nuevo Plan de Evangelización para nuestra Diócesis.

Cada uno de los que formamos esta comunidad diocesana de Guadix debemos preguntarnos: y yo, ¿sobre qué construyo mi vida? ¿Cuál es el cimiento sobre el que se apoya? La cuestión que cada uno ha de hacerse delante de Dios, es la misma que hemos de hacernos, comunitariamente, como Iglesia. El cimiento sobre el que se sostiene el edificio de la Iglesia es Cristo, por tanto, hemos de construir sobre Cristo, si no lo hiciéramos seríamos como el hombre necio que edificó su casa sobre arena, así cuando surgieron las dificultades el edificio se vino abajo. Edificados en Cristo seremos la casa sobre roca que permanece fuerte y visible, que es capaz de albergar a todo el que viene a ella.

El Plan de Evangelización que ahora comenzamos y que guiará el camino de nuestra Diócesis los tres próximos años nos recuerda que estamos asentados sobre la Roca que es Cristo, y sobre ella queremos construir.

No empezamos nada de nuevo, estamos consolidados por una gran historia de santidad que se prolonga ya durante dos milenios. Y lo que es más importante, no estamos solos, esta no es nuestra obra, el Señor viene con nosotros porque somos suyos, porque la Iglesia es su propiedad, la que ha adquiero al precio de su sangre.

 

  1. Este curso pasado hemos concluido el Plan de Evangelización que tenía como objetivo despertar en nosotros la capacidad de escucha del Espíritu, para conocer lo que el Señor quiere decir a la Iglesia en este momento de la historia. Escuchar es la primera actitud creyente, pues de lo contrario tenemos el peligro de hacer una fe y una Iglesia a nuestra medida, y no la que Dios quiere.

El nuevo Plan de Evangelización quiere afianzar las iniciativas que nacieron a luz del Plan anterior, pero da un paso adelante en la exigencia de la vocación misionera de la Iglesia, porque “Jesucristo siempre es el mismo, pero su anuncio no puede ser el mismo”.

 

  1. En este Plan de Evangelización queremos mirar a la Iglesia naciente, según la describe el libro de los Hechos de los Apóstoles, no con el propósito de copiar un momento histórico que no es el nuestro, sino de reproducir los rasgos de identidad de la Iglesia de todos los tiempos. El encuentro con lo esencia de la fe cristiana ha de provocar en nosotros un verdadero espíritu de renovación, fundamentalmente interior, pero también eclesial. Y una auténtica renovación sólo puede venir de una sincera vuelta a los orígenes, a Cristo mismo. Por eso, creemos que nos iluminará mirar cómo lo experimentaron y los vivieron los primeros cristianos.

La contemplación de la comunidad cristiana primitiva nos ayudará también a entrar en el modo de hacer de Dios, para eso es esencial escuchar su Palabra y escuchar al pueblo al que hemos de anunciarla. Tenemos que emprender, o proseguir, el sendero de la contemplación de Dios y contemplación del pueblo. La renovación de la Iglesia sólo vendrá por el camino de la contemplación.

 

  1. Los rasgos de la primera comunidad cristiana queremos que sean también los que inspiren y acompañen nuestra vida diocesana en los próximos años. ¿Y cuáles son estos rasgos? En primer lugar, la unidad, y, junto a ella, la comunión, una comunión que se hace visible también en la comunión de bienes. Tres palabras a las que queremos darles cuerpo, hacer realidad viva: unidad, comunión, caridad.

 

  • Unidad. Está a la base del cristianismo: “Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados” (Ef 4,4). Estamos asentados en una misma fe, en un mismo bautismo y en un Padre que lo es de todos. Esta unidad nos funda y nos enriquece para que cada uno pueda vivir la gracia que se le ha dado según la medida de Cristo. En medio del mundo estamos llamados a ser signo y fermento de unidad, sólo así podremos ser también sacramento universal de salvación. La unidad no anula la diversidad, las diferencias, todo lo contrario. Vivir la unidad manifiesta la belleza de lo diverso y la riqueza de la múltiple gracia de Dios.
  • Comunión. A imagen de Dios, la Iglesia es una comunión. La verdadera identidad de lo que somos la manifestamos cuando nos presentamos en el mundo como comunión. La comunión es llamada a la misión. Somos comunión para una misión en el mundo: anunciar el Evangelio de Jesucristo. Si no anunciamos a Cristo no servimos para nada. La Iglesia no es para sí, sino para los demás. Somos, y tenemos que ser, una “Iglesia en salida”. No es momento para conformarnos con lo que tenemos, con hacer una comunidad confortable donde nos sentimos bien los que estamos; nuestra misión está también fuera, en medio de los que no viene hasta nosotros, de los que no conocen al Señor. Quiero repetir con el Papa Francisco: “prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG, 49).
  • Caridad. Dios es amor nos dice San Juan. Nosotros viviendo la caridad vivimos del amor de Dios que nos amó primero. Al amar a Dios y a los demás damos lo que hemos recibido, porque Él nos amó primero y nos hizo capaces de amar. Vivir la caridad para con los hermanos es hacer presente a Dios, además que en el rostro de cada uno de nuestros hermanos hemos de ver a Cristo mismo: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40). La Iglesia se hace creíble en el mundo cuando vive la caridad, cuando lleva a los hombres, especialmente a los más pobres, el amor y la misericordia de Dios. La evangelización tiene una dimensión social que le es esencial, como nos ha recordado el Papa: “De nuestra fe en Cristo hecho pobre, y siempre cercano a los pobres y excluidos, brota la preocupación por el desarrollo integral de los más abandonados de la sociedad” (EG, 186).

 

  1. A la hora de elaborar este Plan de Evangelización, que es el fruto de la reflexión y las aportaciones de todos, hemos pensado, como no podía ser de otro modo, en el pueblo santo de Dios que se nos ha confiado, en los hombres y mujeres, a los que va destinada la evangelización.

No es un pueblo en abstracto, es un pueblo con rostro, con ilusiones y esperanzas concretas, también con problemas y sufrimientos reales que no nos pueden dejar indiferentes. Como Moisés, también nosotros escuchamos la voz de Dios que nos dice haber oído el clamor de su pueblo y quiere venir a salvarlo. No es posible la indiferencia ante la voz de Dios y el clamor de su pueblo, hemos de salir con la fuerza del Evangelio a llenar de sentido sus vidas y a curarlos con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.

La Iglesia debe vivir junto a los hombres, estar cerca de sus vidas y dificultades, y llevar siempre consigo la alegría que es el signo evidente de la salvación de Dios realizada en Jesucristo.

  1. Nuestro Plan de Evangelización se sitúa en el horizonte de la comunión de nuestra Iglesia particular con la Iglesia universal, presidida por el Sucesor del apóstol Pedro, y, por ella, con todas las iglesias diseminadas por el mundo.

El magisterio del Papa Francisco está a la base de nuestro proyecto pastoral, especialmente en la Exhortación Apostólica, “Evagelii Gaudium” (2013), que él mismo ha definido como un Plan de pastoral para la Iglesia universal. También miramos al reciente Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española, “Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo” (2015), así como a otros documentos del magisterio eclesial.

 

  1. Un Plan de pastoral nunca es el resultado de un diseño perfecto, ni la expresión de una idea que haya que poner en práctica todos por igual. Un Plan de pastoral tiene como vocación abrir caminos nuevos, ofrecer posibilidades para que cada uno los reflexione, y si es posible los realice según su condición y posibilidades, pero siempre con una pasión: la unidad, la comunión entre todos los que formamos la Iglesia. En definitiva, es el trazado de un camino sinodal. Los proyectos pastorales no deben responder a ninguna estrategia, ni a ningún sentimiento de superioridad. “Hemos recibido el don de la fe que nos ilumina y nos sostiene en la vida, queremos compartir esta alegría, deseamos ofrecer con sencillez a todos la posibilidad de vivir en la paz y en la esperanza que Dios da a los que aceptan sus dones de salvación. La alegría y la gratitud nos mueven a compartir con todos los hermanos, en un amor común, el gozo de la salvación de Dios” (“Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo”. Plan Pastoral de la CEE, p. 14).

 

La mirada ahora se dirige a la que es modelo de creyente, Santa María, iglesia en salida al encuentro con los hermanos, especialmente con los más necesitados. Ella nos enseña el camino que conduce a su Hijo, Jesucristo, y al mudo al que hemos sido enviados. A la que es Estrella de la evangelización, le pedimos que no deje de mirarnos con sus ojos de misericordia.

 

 

 

                            Guadix, 25 de julio de 2016

                           Solemnidad de Santiago Apóstol, patrono de España

 

 

 

                            + Ginés, Obispo de Guadix


 

I MARCADOS POR LA ESPERANZA

1        La Iglesia, Pueblo de Dios peregrino, acompaña el peregrinar de sus hijos, los protege con ternura, los fortalece en el cuidado de su fe y los alienta ante los nuevos retos que han de afrontar. Como Madre, asume e integra el “hoy” de la vida de nuestro mundo y de cada uno de los que habitan en él, pues “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1). Por ello, la Iglesia es consciente de que “el género humano se halla en un periodo nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero” (GS 4).

 

2       Ante este hecho, la comunidad creyente alberga la profunda convicción de que el Evangelio de Jesucristo siempre es el mismo, pero su anuncio no puede ser lo mismo. Por eso, la vida de la Iglesia está expuesta a un reto permanente. Hoy es necesaria una Nueva Evangelización, que haga comprensible y creíble el mensaje del Evangelio a los hombres de cada época. “La necesidad de una nueva evangelización, consciente de que Europa, hoy, no debe apelar simplemente a su herencia cristiana anterior; hay que alcanzar de nuevo la capacidad de decidir sobre el futuro de Europa en un encuentro con la persona y el mensaje de Jesucristo” (EE 2). Precisamente los obispos de la Iglesia en España, en el documento “Iglesia en Misión al servicio de nuestro pueblo”, que sirve de plan pastoral para los años 2016-2020, hacen un detenido análisis de las circunstancias actuales en nuestra sociedad, como propósito de hacer un profundo examen de conciencia sobre nuestra misión en las actuales circunstancias. Este propósito viene marcado por la esperanza y la confianza en el Señor, presupuesto fundamental para una Iglesia en salida.

3       Nuestras comunidades cristianas afrontan con esperanza este tiempo nuevo, confiadas en que el soplo del Espíritu dirija con fuerza y consuelo la barca de la Iglesia. Así pues, el Espíritu Santo, a quien los discípulos han de escuchar (cf. Ap 2,7), es quien capacita para poder dar testimonio del Resucitado: “Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y hasta el confín de la tierra” (Hch 1,8). Durante mucho tiempo, el “confín de la tierra” ha sido contemplado meramente como una ubicación geográfica: los lugares más alejados. En nuestros días, la escucha atenta de la Palabra de Dios nos adentra en una experiencia del “confín” que desvela las periferias existenciales dónde hallamos al hombre de hoy, y dónde el hombre de hoy es urgido a encontrarse con el Señor, tomando la iniciativa y arriesgando sus seguridades. El discípulo de Cristo ha de ser consciente de que todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Por esto, “los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable” (EG 14).

4       Hoy, el Señor Resucitado nos urge a salir de la facilidad de aquello que conocemos y controlamos para estar presentes en los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia: “Todos somos llamados a esta nueva «salida» misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).

5       Por tanto, los retos actuales de nuestro mundo son para la Iglesia un motivo de esperanza. El Señor nos pide paciencia y confianza en la misión encomendada. La contemplación del crecimiento de la cizaña junto con el trigo (cf. Mt 13,24-30), no puede llevar a la Iglesia a un pesimismo que la paralice, sino a la seguridad de que aquello que realiza es obra de Dios, pues “evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (EN 14). De ahí que sea necesario dejarnos guiar en nuestra tarea y consolar en nuestras dificultades por el Espíritu del Señor, “para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión” (EG 25).

6       Durante el anterior plan de evangelización (2011-2016), la Iglesia diocesana de Guadix ha querido estar atenta a la escucha del Espíritu (cf. Ap 2,7), para que sea la Palabra de Dios la que guíe su acción misionera. Diversas iniciativas se han concretado en este tiempo, pretendiendo ser instrumentos al servicio de toda la comunidad cristiana para crear una fe más personal y madura, iluminada y comprometida:

  • La Escuela “Evangelio y Vida”.
  • El Directorio de la Iniciación Cristiana.
  • El Instituto de Fundamentos Cristianos.
  • El seguimiento de las Cáritas parroquiales.

Estas iniciativas han de seguir ocupando un lugar relevante en la vida pastoral de nuestra Diócesis. Afianzarlas será un cometido primordial.

7       Junto a la consolidación de estas iniciativas, es necesario dar respuesta en esta nueva etapa a diversos escenarios y grupos de personas que preocupan y ocupan la vida de la Iglesia, ofreciendo la fuerza del Evangelio de Jesucristo. Especialmente, esta evangelización ha de marcar su horizonte desde la vida de nuestras familias, acompañándolas y dándoles el apoyo necesario para vivir y transmitir la fe.

8       Para afrontar estos nuevos envíos misioneros, es necesaria la presencia de testigos, que vivan, celebren y transmitan la fe. Sin estos trabajadores que el Señor llama a su viña, la Iglesia nunca podrá alcanzar “el confín de la tierra” al que el Resucitado la envía. “En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar” (EG 119). En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados es un agente evangelizador: “Evangelizadores creíbles, en cuya vida, en comunión con la cruz y la resurrección de Cristo, resplandezca la belleza del evangelio” (EE 49).

9       En este sentido, la parroquia, en el trabajo conjunto del arciprestazgo, es presencia evangelizadora cercana a la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, “ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración” (EG 28). A través de su vida y personas, en los grupos y hermandades que la conforman, y los distintos carismas que el Espíritu suscita, la parroquia anima y forma a sus miembros para que sean evangelizadores. A esto quiere ayudar el trabajo y las acciones que asumen los Secretariados y Delegaciones Pastorales, para que cada parroquia pueda promover y desarrollar este plan de evangelización.

II ILUMINADOS POR LA VIDA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS

“El grupo de los creyentes

tenía un solo corazón y una sola alma;

nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía,

pues lo poseían todo en común.

Los Apóstoles daban testimonio

de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor.

Y se los miraba a todos con mucho agrado.

Entre ellos no había necesitados,

pues los que poseían tierras o casas las vendían,

traían el dinero de lo vendido

y lo ponían a los pies de los apóstoles;

luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba” (Hch 4,32-35).

        

10     La vida de las primeras comunidades cristianas, que recoge el evangelista san Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles, describiendo la Iglesia Madre de Jerusalén, expresa el cimiento firme que ha de permanecer inmutable en el quehacer de la Iglesia: el profundo vínculo de comunión y misión, fruto de la acción del Espíritu en el seno de la comunidad de los primeros creyentes. Así pues, en los albores del tercer milenio, la Iglesia ha de confrontar permanentemente su propia vida con el dinamismo vital que imbuía a aquella primera realidad eclesial en torno a la experiencia de fe en el Resucitado.

11     Abrir el oído al relato de la comunidad de fe que nos brinda el libro de los Hechos de los Apóstoles, supone un ejercicio de discernimiento sobre la naturaleza y misión de una Iglesia que sigue buscando las insinuaciones del Espíritu Santo en el seno de nuestras sociedades plurales y complejas. No pretendemos idealizar aquellas primeras comunidades cristianas, sino transitar -de la mano de ellas- por los caminos que llevan al encuentro con la cultura y el pensamiento actual, sin dejar de explorar -junto a ellas- las sinuosas veredas que conducen a las periferias de la marginación y el descarte.

12     Estamos convencidos de que este caminar juntos puede alumbrar nuevos escenarios donde el tomar la iniciativa y el uso de renovadas maneras de pastorear, posibiliten un retorno “a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos” (MV 10).

13     En el segundo resumen mayor (cf. Hch 2,42-47), San Lucas presenta a la comunidad cristiana principalmente desde tres ángulos complementarios: la concordia en su vida interna; el testimonio en su misión hacia fuera; y la misericordia desde el punto de vista de la posesión en común de bienes materiales para la consecución de la dignidad de todos sus miembros.

14     En primer lugar, describe la unidad y armonía de los cristianos que forman la comunidad. “Así como el hierro estimula al hierro, así también la comunión hace crecer el amor. Porque si una piedra frotada con otra origina fuego, cuánto más un alma unida a otra alma” (Juan Crisóstomo, Homilías sobre la Carta a los Hebreos, 19, 1). Así pues, la koinonía es señal de unidad de la comunidad cristiana a través de la paz y el perdón. De esta forma, la comunión se convierte en el más veraz testimonio de los discípulos de Cristo: “para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17,21). Unirnos cada vez más y cada vez mejor. “Más, siendo más completa la unión; siendo de pensamiento, de palabra y de obra. Mejor, fundamentándola en el amor de Dios y no en lo que es inestable y perecedero” (San Pedro Poveda, Todo reino dividido será desolado).

15     En segundo lugar, la vivencia profunda de la comunión lanza la comunidad a la misión, desde la certeza de que el Espíritu Santo la capacita para un anuncio universal de la fe en el Resucitado, acrecentando así los vínculos de comunión y misión. De ahí que, toda la comunidad cristiana dé testimonio de Cristo Resucitado en el ser y el hacer de cada uno de sus miembros. No es un anuncio que se reserva a los apóstoles, sino del que todos se sienten obligados desde la venida del Espíritu en Pentecostés.

16     En tercer lugar, hace hincapié en la comunidad de bienes, mostrándonos una Iglesia que pone su plena confianza en el Señor, y no en la riqueza, cuya renuncia es contemplada como medio para que el desvalido pueda vivir en dignidad. “Ningún cristiano debe pensar en sí mismo como si fuera el dueño, sino que todos debemos pensar y actuar como algo dado por Dios para ayudar a los hermanos y hermanas” (Basilio de Cesarea, Cartas, 22, 1). Recientemente nuestros obispos nos han alertado de un cierto «empobrecimiento espiritual» (cf. Instrucción Pastoral Iglesia servidora de los pobres, nn. 12-14), como una modalidad de «profunda pobreza», «indigencia radical» o «agnosticismo endeble», que tiene su máxima expresión en la indiferencia religiosa, y demanda constantemente el «beneficio de una Nueva Evangelización» radicada en una opción preferencial por los pobres como máxima expresión de la «autenticidad y credibilidad del Evangelio» (cf., Iglesia servidora…, n. 35).

17     Desde este horizonte, consideramos necesario articular el presente Plan de Evangelización en tres Dimensiones, actualizando en la Iglesia diocesana de Guadix la vida de la comunidad cristiana primitiva.

III DIMENSIONES DE LA EVANGELIZACIÓN

PRIMERA DIMENSIÓN

UN SOLO CORAZÓN Y UNA SOLA ALMA

El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma

(Hch 4,32a)

18     La unidad es principio y fundamento de la Iglesia y germen de esperanza y salvación. De esta manera, sólo desde el interior de una Iglesia-comunión se puede entender la vocación y misión del cristiano. “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás” (EG 10).

19     Para dar testimonio del Evangelio de Jesucristo, es necesaria una unidad entre todos los miembros de la Iglesia, reflejada especialmente en la profesión de las verdades de la fe y en la vida sacramental. “Es imposible creer cada uno por su cuenta. La fe no es únicamente una opción individual que se hace en la intimidad del creyente… Por su misma naturaleza, se abre al «nosotros», se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia” (LF 39). Por eso, hay que “hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: este es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (NMI 43). Para propiciar esta vida de comunión, las comunidades cristianas han de vivir en conciencia de misión y de servicio, desde la profunda convicción de que la aportación personal de cada miembro construye la comunidad y fortalece la misión.

*OBJETIVOS:

  • 20 Una Iglesia que acoge: “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas. Pero hay otras puertas que tampoco se deben cerrar. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es «la puerta», el Bautismo… la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas” (EG 47).

 

Asumimos como compromiso la creación de Grupos de Acogida Sacramental en nuestras parroquias, que junto al párroco acompañen a las familias que soliciten a la Iglesia un Sacramento y les hagan partícipes del compromiso conjunto en la oración y la transmisión de la fe de toda la comunidad cristiana.

 

  • 21 Una Iglesia que comparte: “Esta salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos, y Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempos. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas. Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que supone la vida en una comunidad humana. Este pueblo que Dios se ha elegido y convocado es la Iglesia” (EG 113).

 

Asumimos como compromiso revitalizar y, en su caso, constituir los Consejos Parroquiales de Pastoral como expresión de la unidad de la Iglesia y de la comunión en la diversidad de la comunidad cristiana y viva imagen de la unidad de la Iglesia. La consolidación de los Consejos Parroquiales contribuirá a dinamizar la pastoral arciprestal, procurando que una representación de estos conformen los Equipos y Consejos de Pastoral Arciprestal.

 

  • 22 Una Iglesia que busca: “La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva” (EG 24).

 

Asumimos como compromiso el primer anuncio en sus distintas formas como las misiones populares (con equipos diocesanos) y la diversidad de movimientos apostólicos presentes en la diócesis (Cursillos de Cristiandad, Vida Ascendente…), que se hacen idóneos para realizar este primer anuncio del Evangelio a los que se encuentran indiferentes o distantes en la fe, mediante una propuesta que impregne la vida cotidiana donde se desarrolla la persona.

 


 

SEGUNDA DIMENSIÓN

TESTIGOS VALIENTES DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR

Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor

(Hch 4,33a).

23     El testimonio de Cristo resucitado hace a los discípulos evangelizadores creíbles ante quienes los contemplan y escuchan. Así pues, la vocación del cristiano viene marcada por la misión, experimentada con fe, alegría y servicio, ante quienes comparten el devenir de su vida. Para que pueda resplandecer la belleza del Evangelio, Cristo ha de ser testimoniado desde una experiencia personal de Él. “Por consiguiente, hoy son decisivos los signos de la santidad: ésta es un requisito previo esencial para una auténtica evangelización capaz de dar de nuevo esperanza. Hacen falta testimonios fuertes, personales y comunitarios, de vida nueva en Cristo. En efecto, no basta ofrecer la verdad y la gracia a través de la proclamación de la Palabra y la celebración de los Sacramentos; es necesario que sean acogidas y vividas en cada circunstancia concreta, en el modo de ser de los cristianos y de las comunidades eclesiales” (EE 49).  

*OBJETIVOS:

  • 24 La familia cristiana, testimonio de fe y de amor: El ámbito propicio para el testimonio cristiano es la familia, pues constituye un haz de relaciones que continuamente deben ser purificadas y fortalecidas por el amor y la misericordia, tal y como nos enseña el evangelio. El ámbito familiar constituye así una dimensión irrenunciable de la evangelización, porque allí se revela el amor incondicional de Dios. El sacramento del matrimonio que origina el nacimiento de una nueva familia, “no es una convención social, un rito vacío o el mero signo externo de un compromiso. El sacramento es un don para la santificación y la salvación de los esposos, porque «su recíproca pertenencia es representación real, mediante el signo sacramental, de la misma relación de Cristo con la Iglesia»” (AL 72). Aun en la complejidad de condicionamientos históricos, sociales y culturales, “el matrimonio es una vocación, en cuanto que es una respuesta al llamado específico a vivir el amor conyugal como signo imperfecto del amor entre Cristo y la Iglesia. Por lo tanto, la decisión de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional” (AL 72).

 

Asumimos como compromiso la creación del Servicio de Acompañamiento Integral a la Familia -como espacio de colaboración y ayuda a las parroquias-, para acompañar en el camino de preparación del matrimonio, en la primera etapa del matrimonio, en la educación de los hijos, en la fragilidad de la ruptura y la violencia, en el duelo ante la muerte de seres queridos. Este Servicio trabajará de manera coordinada con el Tribunal Eclesiástico, la Delegación de Vocaciones y los Secretariados de Catequesis y de Infancia y Juventud para acompañar a los padres y a los hijos. También, este Servicio estará en estrecha relación con Cáritas para ayudar a las familias ante sus problemas.

 

  • 25 La Eucaristía Dominical, testimonio de fe y de amor: “Como los primeros testigos de la resurrección, los cristianos convocados cada domingo para vivir y confesar la presencia del Resucitado están llamados a ser evangelizadores y testigos en su vida cotidiana… Después de despedirse la asamblea, el discípulo de Cristo vuelve a su ambiente habitual con el compromiso de hacer de toda su vida un don, un sacrificio espiritual agradable a Dios (cf. Rm 12,1)” (DD 45).

 

Asumimos como compromiso revitalizar la celebración del Domingo, potenciando la dimensión familiar de la comunidad reunida en torno a su Señor, vinculándola a los compromisos de vida de fe y caridad que se deben desprender de la celebración, y potenciando los ministerios laicales al servicio de la celebración.

 

  • 26 El diálogo con el mundo, testimonio de fe y de amor: “La fe no le tiene miedo a la razón; al contrario, la busca y confía en ella, porque la luz de la razón y la de la fe provienen ambas de Dios, y no pueden contradecirse entre sí. La evangelización está atenta a los avances científicos para iluminarlos con la luz de la fe y de la ley natural” (EG 242).

 

Asumimos como compromiso crear el Espacio “Encuentro y Diálogo”,  para entrar en contacto con otras personas en nuestras búsquedas comunes de la verdad que nos hace libres. En el contexto cultural plural y complejo, esta experiencia es imprescindible. Nos permite encontrarnos en los caminos de búsquedas con personas y grupos aparentemente muy distantes, creando puentes para una reflexión común, abierta, integradora, responsable y esperanzada, en torno a lo que preocupa a la sociedad de nuestro tiempo.


 

TERCERA DIMENSIÓN

LA VIDA DE FRATERNIDAD

Entre ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego se distribuía a cada uno según lo que necesitaba”

(Hch 4,34-35)

27     El testimonio de Cristo Resucitado lleva al compromiso y la entrega, haciendo visible en nuestro mundo el Reinado de Dios. Este testimonio se vuelca especialmente en la ayuda hacia los más pequeños, los más débiles, con quienes Jesús mismo se identifica (cf. Mt 25,40), y nos hace comprometernos con ellos para llegar a él. “Esto nos recuerda que todos los cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la tierra” (EG 209).

28     Hemos de estar atentos para discernir cuál y cómo ha de ser nuestra presencia ante los cambios y descartes que originan las ideologías y la economía. “Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos” (EG 210).

*OBJETIVOS:

  • 29 El cuidado y defensa de la Vida humana: “La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social. La acogida de la vida forja las energías morales y capacita para la ayuda recíproca. Fomentando la apertura a la vida, los pueblos ricos pueden comprender mejor las necesidades de los que son pobres, evitar el empleo de ingentes recursos económicos e intelectuales para satisfacer deseos egoístas entre los propios ciudadanos y promover, por el contrario, buenas actuaciones en la perspectiva de una producción moralmente sana y solidaria, en el respeto del derecho fundamental de cada pueblo y cada persona a la vida” (CV 28; cf. EG 213-214).

 

Asumimos como compromiso la defensa y protección de la vida, especialmente que es tocada por la fragilidad, la Oración por la Vida que no ha nacido, comprometiéndonos a acompañar y ayudar a las familias y madres solteras en dificultad para la consecución de su embarazo.

 

  • 30 El cuidado y defensa de los más vulnerables en nuestro mundo: de todo tipo de pobreza y marginación como los que no tienen lo indispensable para vivir, los parados, los disminuidos, los adictos, los refugiados e inmigrantes, los niños y mujeres maltratadas, los ancianos, las mujeres que se ven abocadas al aborto, los cristianos y minorías perseguidas, y tantos rostros que adquiere hoy la pobreza. “Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos… Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9)” (EG 210-211; cf. 212).

 

Asumimos como compromiso trabajar en el desarrollo y promoción de nuestra tierra y sus gentes, colaborando con las instituciones públicas y privadas en todo lo que dice a la dignidad del hombre y al bien común, y propiciando con las iniciativas oportunas el trabajo, especialmente el de los más jóvenes; para ellos pondremos en marcha un Observatorio de “Caridad, Justicia y Paz”, que conciencie y promueva, a través de los medios de comunicación, las redes sociales, y gestos simbólicos de toma de conciencia, el compromiso y la solidaridad efectiva con todos estos grupos vulnerables.

 

  • 31 El cuidado y defensa de la Creación: “Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados” (LS 93).  “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?” (LS 160).

 

Asumimos redimensionar el quehacer de nuestras Cáritas Parroquiales para que contribuyan a la creación -en el seno de las comunidades cristianas- de una cultura del reciclaje, la lucha contra la desertificación, la conservación y protección del medio ambiente, colaborando estrechamente con las iniciativas sociales de mejora de nuestro entorno más próximo.


IV EL TESTIGO MISIONERO

32     El apóstol san Pablo comprende que la elección de Dios comporta una misión, y exclama: “¡Ay de mí si no evangelizara!” (1Cor 9,16). Así pues, más allá de una opción legítima de la Iglesia, la evangelización constituye el ser propio de cada cristiano, que ha de anunciar y transmitir aquello que ha recibido, de manera irrenunciable. Hemos de ser conscientes de que para despertar de nuevo el encuentro con Cristo en el corazón de muchos hombres y mujeres, hacen falta testimonios fuertes, personales y comunitarios, de vida nueva en Cristo. Sin evangelizadores creíbles, no podrá resplandecer la belleza del Evangelio que transforme la vida de las personas desde Cristo.

33     “Es sano acordarse de los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa. Hay quienes se consuelan diciendo que hoy es más difícil; sin embargo, reconozcamos que las circunstancias del Imperio romano no eran favorables al anuncio del Evangelio, ni a la lucha por la justicia, ni a la defensa de la dignidad humana. En todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos. Eso está siempre, con un ropaje o con otro; viene del límite humano más que de las circunstancias. Entonces, no digamos que hoy es más difícil; es distinto. Pero aprendamos de los santos que nos han precedido y enfrentaron las dificultades propias de su época” (EG 263).

34     “Por consiguiente, hoy son decisivos los signos de la santidad: ésta es un requisito previo esencial para una auténtica evangelización capaz de dar de nuevo esperanza” (EE 49). Este anuncio del Evangelio necesita una clara conciencia misionera en todo cristiano, que parta de su convicción de testigo: una fe personal y madura, iluminada y convencida. Por tanto, hemos de redescubrir nuestro propio bautismo en un doble movimiento, hacia dentro, cuidando la fe para ser testigo de Cristo, y hacia fuera, en actitud de anuncio, encuentro y diálogo como misionero que presenta al mundo el fundamento de su vida: Cristo. Sin este acompañamiento para redescubrir el propio bautismo, las propuestas de este Plan de evangelización quedarán sin voz, sin manos y sin corazón.


 

CONCLUSIÓN

35     La primera comunidad cristiana se encontraba con el Señor en la oración, en la enseñanza de los apóstoles y en la fracción del pan. Su misión audaz y comprometida sólo puede comprenderse desde su unión con Cristo resucitado, a quien anuncian. Así pues, para evangelizar es preciso renovar nuestro encuentro personal con Jesucristo.

36     De un modo progresivo, nuestra Iglesia diocesana ha de pasar de la parálisis del “siempre se ha hecho así” a la actitud intrépida de la misión, sabiendo con toda certeza y enorme gozo que el Señor nos ha llamado a todos sus discípulos a anunciar a este mundo la belleza del Evangelio, y que por tanto toda la labor pastoral de nuestras comunidades cristianas parte de Él y conduce a Él. Esta confianza nos invita “a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades” (EG 33).

37     La labor evangelizadora en clave misionera que nuestra diócesis de Guadix necesita afrontar, sólo puede avanzar si todos vivimos en comunión, poniendo a Dios en el centro de la vida de las comunidades cristianas y comprendiendo que llamarlo Padre nos une a todos como hermanos. Para que el anuncio alegre del Evangelio realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, y sea creíble para ellos, tiene que vivirse primeramente en unidad por aquellos que lo compartimos: unidad con Dios por medio de Jesucristo; unidad en la fe, esperanza y caridad por quienes somos sus hijos.

38     Para todos nosotros, María se presenta como la ayuda necesaria en el anuncio del Evangelio, que parte de las entrañas mismas de la confianza en Dios. Ella, bajo la guía del Espíritu, permaneció unida a su Hijo en todo momento, mantenida por la fe, el amor y la esperanza. A ella le pedimos que nos mantenga en la fortaleza del Espíritu para que nunca nos cansemos y seamos valientes testigos misioneros del Evangelio de Jesucristo.


 

¡Madre Inmaculada! ¡Qué no nos cansemos! ¡Madre nuestra! ¡Una petición! ¡Que no nos cansemos!

Si, aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios humano, aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo… ¡Madre querida!… ¡Que no nos cansemos!

Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades, para socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el Sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado Dios.

¡Nada de volver la cara atrás!, ¡Nada de cruzarse de brazos!, ¡Nada de estériles lamentos! Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestros pies, que puedan servir para dar gloria a Él y a Ti y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos… ¡Madre mía, por última vez! ¡Morir antes que cansarnos!

San Manuel González, canonizado el 16 de octubre de 2016

APÉNDICE

MODELO PARA EL SEGUIMIENTO ANUAL DEL PLAN DE EVANGELIZACIÓN

 

  1. ¿Qué acciones se han llevado a cabo del presente plan?

 

  • Desde las Vicarías, Delegaciones y Secretariados
  • Desde las Parroquias
  • Desde los Arciprestazgos

 

  1. ¿Por qué crees que algunas acciones no se han podido realizar?

 

  1. ¿Cuál es tu aportación y sugerencias para que estas acciones puedan desarrollarse durante el próximo curso pastoral?

 

  • Desde las Vicarías, Delegaciones y Secretariados
  • Desde las Parroquias
  • Desde los Arciprestazgos

 

 

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