Sean mis primeras palabras de bienvenida, hermanos y hermanas, a esta Iglesia Apostólica de Guadix.
Bienvenido, Mons. Renzo Fratini, Nuncio de Su Santidad en España, que representa al querido Papa Francisco, sucesor de San Pedro, guía en nuestra Iglesia Católica que nos ilumina y anima a caminar y seguir a Jesucristo más de cerca, siendo testigos misioneros de su Buena Noticia.
Con nuestro saludo reciba también un ruego, Sr. Nuncio: transmita al Papa Francisco nuestra comunión y gratitud por enviar a un nuevo pastor en la persona de D. Francisco Jesús Orozco Mengíbar.
Bienvenido Sr. Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Cardenal D. Ricardo Blázquez Pérez, Arzobispo de Valladolid. Bienvenidos Sres. Cardenales, Arzobispos y Obispos, particularmente, D. Javier Martínez Fernández, metropolitano de Granada, D. Juan José Asenjo Pelegrina, metropolitano de Sevilla y D. Demetrio Fernández González, Obispo de Córdoba, consagrantes principales de esta celebración.
Querido Don Francisco Jesús, Obispo Electo de Guadix.
Queridos hermanos sacerdotes de esta diócesis y de otras iglesias hermanas; diáconos, miembros de la vida consagrada; seminaristas; personas y grupos eclesiales venidos de distintas partes de la diócesis de Guadix y de otros lugares, muy especialmente de la hermana y querida tierra de Córdoba.
Bienvenidos también vosotros, padres, familiares, amigos y vecinos de Don Francisco Jesús.
Un saludo deferente y agradecido a las autoridades aquí presentes, que habéis tenido a bien sumaros a esta celebración.
Cuando tuvimos noticia del nombre de D. Francisco Jesús como sucesor episcopal de Don Ginés en la bimilenaria Sede de San Torcuato que, según secular y piadosa tradición, es una de las primeras diócesis de Europa y la más antigua de España, la Iglesia que camina en Guadix acogió su nombramiento con emoción y brotó en todos los diocesanos -laicos, religiosos, religiosas y sacerdotes- un espontáneo sentimiento de cariño hacia su persona y una profunda corriente de oración por su nuevo ministerio.
Los casi diez meses de sede vacante han sido de intensa oración por un nuevo pastor, con una plegaria común que imploraba al Espíritu «un pastor que nos conduzca a las fuentes de la gracia, de la verdad y de la vida, que nos anime y encienda el ardor apostólico en todos los diocesanos…» Por tanto, es una gran alegría (y un gran descanso) tenerle ya entre nosotros.
En esta solemne Eucaristía de consagración, querido D. Francisco Jesús, va a recibir, junto con los demás atributos de su dignidad episcopal, el anillo, signo de su desposorio con la Iglesia. Permítame que, de modo público, le presente la Esposa a la que Dios le quiere unir.
La diócesis de Guadix, si nos atenemos a parámetros humanos, a números y cifras, es decir, a límites geográficos y estadísticas de población, puede parecer una diócesis pequeña. Pero la auténtica dimensión de una Iglesia está oculta a los ojos, porque lo verdaderamente importante solo es visible al corazón.
Y, desde el corazón, descubrirá que el Señor le ha hecho un gran regalo al encomendarle, por medio del Ministerio Petrino, que sea el pastor de este rebaño.
Desde el corazón descubrirá una diócesis grande: grande por historia; grande por su trabajo evangelizador en el pasado y en el presente; grande, sobre todo, por sus proyectos apostólicos de futuro.
La diócesis de Guadix se siente orgullosa de enarbolar, como principales señas de identidad, su origen apostólico y su inquebrantable fidelidad a Roma en sus dos mil años de existencia.
Seña de identidad que se hace visible en la entrega de tantos cristianos que viven y han vivido la fe, personal y comunitariamente, aquí y han sabido traducirla en obras en favor de la Iglesia, de la sociedad y de los más débiles, trabajando desde los monasterios, catequesis, Cáritas, ayuda en la liturgia, visita a enfermos, servicios a los templos, centros de enseñanza, residencias de ancianos, centros de acogida a transeúntes, necesitados y marginados, Centros de Estudios Teológicos, medios de comunicación, presencia en instituciones públicas, partidos políticos, empresas, y algunos la han llevado a tierras lejanas, particularmente a América.
Cuenta, querido Don Francisco Jesús, para desarrollar el ministerio apostólico que el Señor le confía, con un buen grupo de sacerdotes para los que su vida es enteramente misión. Sacerdotes comprometidos con la «Iglesia en salida», a la que, con tanto ahínco, llama el Papa Francisco y en la que esta diócesis se ha empeñado a fondo, a través de los distintos planes pastorales y otras muchas acciones eclesiales.
Sus sacerdotes, querido Don Francisco Jesús, trabajan con especial dedicación en los arciprestazgos de la Sagra-Huéscar, Baza-Jabalcón, Marquesado, Fardes-Montes y Guadix, sirviendo a cada comunidad cristiana a imagen de Cristo Buen Pastor.
También cuenta con la vida religiosa que, en diversidad de carismas y trabajos, es una realidad viva y presente. Y con un laicado comprometido que apuesta con empeño por la extensión del Reino.
En definitiva, cuenta con una Iglesia en plena obediencia al Espíritu, que afronta con esperanza su futuro como Iglesia Particular.
Viene a esta Iglesia como Sucesor de los Apóstoles, sucediendo a otros grandes pastores que han servido a esta comunidad eclesial.
Recordemos al Beato D. Manuel Medina Olmos, Obispo mártir que entregó su vida por sus ovejas hasta el derramamiento de su sangre; a D. Rafael Álvarez Lara, que supo dar respuesta como Iglesia en los momentos de dificultad, cauterizando las heridas de la contienda civil y consolidando una iglesia samaritana con proyectos que perduran hoy; a D. Gabino Díaz Merchán, trabajador incansable y que continuó la obra de colocar a Cristo entre los más pobres; a D. Antonio Dorado Soto, de trato cercano, amable que visibilizaba a Cristo en todas sus obras.
Viene usted a esta diócesis que recuerda con especial cariño a otros buenos pastores: D. Ignacio Noguer Carmona, que hoy reside en Huelva como Obispo emérito y que, a buen seguro, junto a D. Gabino, nos estará viendo por TV, y que, a través de la Asamblea Diocesana, puso a la Iglesia en oración para acercar el Evangelio a la sociedad; a D. Juan García SantaCruz Ortiz, hombre de Dios y siempre preocupado por el desarrollo social de esta zona…
Y cómo no, expresar nuestra gratitud a su predecesor inmediato, D. Ginés García Beltrán, actual Obispo de Getafe, que en los ocho años de su estancia entre nosotros siempre quiso buscar el diálogo entre la cultura y la fe, entre la sociedad y la iglesia, con obras de calado para la posteridad, creando tejido social y acercando y siendo Buena Noticia para los diocesanos. Gracias, D. Ginés por su entrega, cercanía, trabajo y cariño por esta tierra.
Viene a una Iglesia que se honra por tener como patrón a San Torcuato, y cuenta en su martirologio a otros Santos Mártires y Beatos: San Fandila, común a nuestras iglesias de Córdoba y Guadix; San Francisco Serrano, de Huéneja, dominico y mártir en la China; San Pedro Poveda, apóstol de las Cuevas de Guadix, Beato Marcos Criado, trinitario y mártir de la rebelión de los moriscos en el pueblo de La Peza; el ya citado Beato Manuel Medina Olmos, de Lanteira, el Beato Fortunato Arias, de Almaciles; y otros muchos mártires, sacerdotes, religiosos y seglares que dieron su vida por Jesucristo en el pasado siglo XX.
Esta es una diócesis hospitalaria, su gente es noble, sin recovecos ni maldades, que vive una profunda religiosidad popular expresada en las numerosas hermandades y cofradías existentes en cada uno de los pueblos de la geografía diocesana.
Es una tierra profundamente mariana, como no podía ser de otra manera tratándose de Andalucía, a la que no sin razón se le llama la tierra de María Santísima. Ella, en sus distintas advocaciones con los diferentes nombres de Piedad, Cabeza, Purificación, Angustias, Gracia, Presentación… es la mejor aliada en la vida pastoral de las parroquias para sembrar la semilla del Evangelio.
Como Administrador Diocesano, quiero dar las gracias a cada uno de los que han preparando este acontecimiento histórico en la vida de nuestra Iglesia local, a los organizadores de la liturgia y la logística, con la certeza de que sus esfuerzos han encontrado su recompensa en el servicio bien hecho y en el deber cumplido.
Doy las gracias a los Sres. Cardenales, Arzobispos y Obispos presentes, a los sacerdotes, religiosas y religiosos, a las autoridades civiles, judiciales y militares que han tenido la deferencia de acompañarnos; a las fuerzas del orden público, los servicios sanitarios, a los medios de comunicación, al Excmo. Ayuntamiento de Guadix por haber facilitado todo cuanto se le ha solicitado.
Don Francisco Jesús, cuente con nosotros en la tarea encomendada. Le necesitamos. Aquí estamos para cumplir el mandato misionero de anunciar el Evangelio en esta Iglesia particular.
Bienvenido a su diócesis, bienvenido a su casa.