Carta Pastoral del Obispo de Guadix en la Jornada Pro Orantibus.
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
La solemnidad de la Santísima Trinidad ha sido elegida en la Iglesia para celebrar en el misterio mismo de Dios, el don de la vida contemplativa. Es una oportunidad para acercarnos a aquellos hermanos y hermanas nuestros que han dedicado su vida a la alabanza divina y al amor fraterno en la contemplación. Los contemplativos son una riqueza para la Iglesia.
Este año la Jornada Pro Orantibus –por los contemplativos- tiene un marco muy singular: por una parte, el Año de la Vida Consagrada; por otra, el V centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, una gran contemplativa, maestra de oración, además de reformadora del Carmelo. Por eso, el lema elegido para la Jornada está tomado de una de las palabras más conocidas y de más calado espiritual de la Santa de Ávila: «Sólo Dios basta».
Con su vida, los contemplativos en la Iglesia, nos recuerdan que Dios es lo primero. Todo en la vida tiene y necesita su fundamento, también la existencia humana. El fundamento de la vida de un creyente es la convicción cierta que Dios lo ama, que su amor es el primero –»Él nos amó primero»-; así el hombre convencido y consolado por este amor construye su vida sobre esa experiencia que lo funda: el amor. La vida contemplativa es una vocación al amor primero; es elegir el fundamento y vivir de él y para él; no es una huida del mundo sino una entrega a lo que de verdad importa, a Dios.
El primer mandamiento dice: «Amarás a Dios sobre todas las cosas». Es la consecuencia de haber experimentado el amor de Dios que sólo puede tener como respuesta el amor mismo; si Dios me ama, yo debo amar a Dios. Es la respuesta del corazón, de todo lo que somos, a la maravilla del amor hasta el extremo del Dios que se ha manifestado en su Hijo, Jesucristo, y en su entrega. Nadie pierde porque nuestro amor primero sea para Dios, todo lo contrario. Cuando se ama a Dios sobre todas la cosas ganan los demás, porque los amamos con el amor de Dios. Dios no roba nada al hombre, Dios lo da todo. Sólo Dios basta. Cuántos agobios y vacíos, cuántas soledades e incomprensiones podrían ser vencidas desde el amor a Dios. Las cosas, por muchas e importantes que sean no llenan el corazón del hombre, sólo Dios puede llenar nuestro corazón, pues el corazón humano está hecho por sus manos y con su horma. Encontramos nuestra medida cuando nos dejamos hacer por Dios. Este es el testimonio de los contemplativos.
Los religiosos dedicados a la contemplación ponen el centro de su vida cotidiana en la oración. La oración es un gran bien, Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia, nos lo enseña: «el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad (…), que no es otra cosa la oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama» (Vida 8,5). «Cuando los tiempos son «recios», son necesarios «amigos fuertes de Dios» para sostener a los flojos (Vida 15,5). Rezar no es una forma de huir, tampoco de meterse en una burbuja, ni de aislarse, sino de avanzar en una amistad que tanto más crece cuanto más se trata al Señor, «amigo verdadero» y «compañero» fiel de viaje, con quien «todo se puede sufrir», pues siempre «ayuda, da esfuerzo y nunca falta» (Vida 22,6). Para orar «no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho» (Moradas IV,1,7), en volver los ojos para mirar a quien no deja de mirarnos amorosamente y sufrirnos pacientemente (cf. Camino 26,3-4). Por muchos caminos puede Dios conducir las almas hacia sí, pero la oración es el «camino seguro» (Vida 213). Dejarla es perderse (cf. Vida 19,6). Estos consejos de la Santa son de perenne actualidad. ¡Vayan adelante, pues, por el camino de la oración, con determinación, sin detenerse, hasta el fin! Esto vale singularmente para todos los miembros de la vida consagrada. En una cultura de lo provisorio, vivan la fidelidad del «para siempre, siempre, siempre» (Vida 1,5); en un mundo sin esperanza, muestren la fecundidad de un «corazón enamorado» (Poesía 5); y en una sociedad con tantos ídolos, sean testigos de que «solo Dios basta» (Poesía 9)», son palabras del Papa Francisco al Obispo de Ávila con motivo del V centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús.
Os invito a todos, queridos diocesanos, a tener cerca los cuatro monasterios de vida consagrada que hay en nuestra diócesis. Pidamos por las monjas que viven en ellos, como ellas piden por nosotros; y vamos a decirle al Señor que toque el corazón de los jóvenes para que escuchen su llamada a seguirlo en la vida contemplativa.
María, la que guardaba todo meditándolo en su corazón, anime a nuestros contemplativos para seguir entregando su vida hasta el final. Que ella sea su ejemplo e intercesora.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés, Obispo de Guadix