Homilía de Mons. Ginés García Beltrán, el 14 de noviembre de 2010.
1. ¡Salve, Reina y Madre!;
¡Salve, vida, dulzura y esperanza nuestra!
¡Salve, luz y guía de nuestras vidas, refugio en la noche de la soledad y el vacío!;
¡Salve, lucero que muestras la belleza de todo lo que existe!;
¡Salve, regazo de ternura donde descansamos de las duras fatigas de la vida!;
¡Salve, mujer fuerte, discípula del Señor, que nos conduces por los caminos de la fe!;
¡Salve, testigo de la Caridad de Dios y ejemplo para la caridad con los hermanos!;
¡Salve, estrella de la evangelización!;
¡Salve, icono de la gracia!;
¡Salve, consuelo de los pobres y afligidos, de los que lloran y de los que sufren!;
¡Salve, Señora de Guadix, espejo en el que queremos mirarnos!;
¡Salve, Virgen de las Angustias, Patrona de nuestra Ciudad!.
Hoy venimos hasta tu presencia para traerte las flores de nuestro amor y de nuestra veneración; el tributo de nuestro corazones agradecidos por el don de tu maternidad.
Venimos con la oración en los labios y los mejores deseos en el corazón. Tenemos la confianza de los hijos que saben que su Madre siempre los atiende.
Como cada año, al celebrarte como Patrona de nuestra Ciudad, hacemos profesión de fe en el Dios que nos muestras cada día. Celebrarte a Ti, Señor nuestra, es decir con fuerza que Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, es la causa de nuestra salvación, el sentido última de la existencia humana y la plenitud de todo lo creado.
La historia, Madre nuestra, tiene su origen en el amor de Dios que te hizo hermosa y llegará a su consumación en el mismo Dios que te elevó a la gloria del Cielo, al que todo estamos llamados y del que queremos participar para siempre.
Que esta eucaristía, sea una alabanza a Dios, por Jesucristo y por Ti, orgullo de nuestro pueblo.
2. Hermanos sacerdotes;
Ilmo. Sr. Vicario General.
Ilmo. Sr. Dean y Cabildo de la SAI Catedral;
Sr. Rector del Santuario de la Virgen de la Angustias
Queridos Seminaristas;
Miembros de los Institutos de Vida Consagrada;
Hermano Mayor y Hermandad de la Stma. Virgen de las Angustias, Patrona de Guadix.
Hermandades y Cofradías.
Hermanos y hermana en el Señor.
Mi saludo más sincero para las dignas autoridades que nos acompañan y nos honran con su presencia; al Sr. Alcalde y a la Corporación municipal. Como siempre agradezco de corazón este gesto que es expresión del respeto a la voluntad popular y testimonio de fe de los católicos en la vida pública.
3. Hace ahora ocho días, como es tradicional, bajaba la Virgen hasta la Catedral rodeada del calor y el afecto de este pueblo. Las cuentas del Rosario desgranadas en los acordes de la oración de tantos labios y corazones expresaban la fe ya milenaria de esta Iglesia, que tiene como uno de sus signos de identidad la veneración a la Madre de Dios y Madre nuestra.
Hoy, después de los solemnes cultos de la pasada semana, llegamos a la culminación de estos días de fervor y devoción. La Santa Misa que estamos celebrando y la procesión de alabanza de esta tarde, volverán a recordarnos donde está la identidad más profunda de este pueblo y las razones para seguir esperando la nueva tierra y el nuevo cielo que nos promete la bondad de nuestro Dios.
Guadix, sale a la calle con bullicio de fiesta para cantar que su Madre nos muestra el camino de la felicidad y nos recuerda que en Él y sólo en Él, en su Hijo Jesucristo, encontramos al hombre nuevo y el rostro de la verdadera humanidad. Ella con dolor y dulzura, con convicción y perseverancia nos presenta al Hijo que lleva en sus brazos, muerto, pero sólo como semilla de resurrección.
La bella iconografía de la Virgen de las Angustias nos muestra a una Madre que a todos dice: Aquí está, el que llevo en los brazos es el Señor y Salvador del genero humano; caído por amor, el mismo amor que lo levanta del sepulcro, para anunciar a todos el evangelio de la vida; que el amor ha vencido a la muerte, la gracia al pecado, el bien al mal, porque en la nueva y eterna alianza, sellada con la sangre del Cordero se nos ha revelado que el amor es más fuerte que la muerte.
En los brazos de esta Virgen Madre vamos cada uno de nosotros. Ella nos lleva por sendas de muerte al horizonte infinito de la vida que es salvación; en su regazo nos sentimos seguros y confiados al saber que estamos en las mejores manos; con ternura recoge a tantos hijos que le imploran en su necesidad. Es la Madre de todos porque su corazón no tiene medida, porque somos los hijos en el Hijo, engendrados por la fe y dados a luz en el dolor del Calvario.
A Ella, a Santa María acudimos con confianza.
4. “A ti suspiramos, gimiendo y llorando”.
La vida del hombre se entreteje con ilusiones y esperanza, con angustias y tristezas. Todo va trazando el camino del hombre, porque la vida es camino y el camino apertura a la meta que queremos alcanzar. El Papa en su visita como peregrino a santiago de Compostela definía al hombre como “seres en búsqueda, seres necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia de gracia, de caridad y de paz, de perdón y de redención”.
En el camino de la vida nos encontramos con las dificultades que son propias del camino, dificultades que muchas veces oscurecen la meta y nos hacen dudar del rumbo cierto del camino. Así, hay hoy muchos cristianos que marcados por las ideologías dominantes de la cultura actual, dudan de que el sendero cristiano sea el mejor para llegar a la meta de la realización humana. El conocido relativismo que anuncia que cada uno es portador de verdad, por lo que hay tantas verdades como opiniones, hacen que la verdad con mayúsculas se diluyan hasta llegar a la certeza de que no hay verdades absolutas, tampoco la que viene de Dios. Todo esto lleva sin remedio a la afirmación de la intrascendencia de Dios; Dios no existe, pero si existiera tampoco sería importante porque no es necesario para el hombre que le basta con tener los bienes necesarios para vivir
bien. Esta es la realidad que, de hecho, están viviendo tantos hombres y mujeres, también los que profesan la fe católica.
Benedicto XVI nos decía en la mencionada homilía de Santiago de Compostela: “Es una tragedia que en Europa, sobre todo, en el siglo XIX, se afirmase y divulgase la convicción de que Dios es el antagonista del hombre y el enemigo de su libertad. Con esto quería ensombrecerse la verdadera fe bíblica en Dios, que envió al mundo a su Hijo Jesucristo, a fin de que nadie perezca, sino que todos tengan vida eterna (cf Jn 3,16”).
Existe, mis queridos hermanos, una tentación en algunos cristianos, la de intentar huir, de una u otra manera, de la realidad presente; bien ignorándola, minusvalorándola, diluyéndose en la misma realidad o combatiéndola por método poco consecuentes con el mensaje cristiano. No debe ser así entre nosotros. Estamos llamados a ver en el hoy que nos ha tocado vivir una llamada de Dios a anunciar el evangelio a este hombre y en esta sociedad. Hemos de trabajar en las raíces de la misma existencia humana y de la sociedad; transformar desde lo profundo, construir desde abajo, hacer que las raíces de nuestra civilización sigan o vuelvan a ser cristianas. No se trata de hacer grandes revoluciones, es cuestión de trabajar con la mirada puesta en el Rostro de Cristo y firmemente afianzados en Dios, de donde nace nuestra identidad.
Vuelvo a citar las palabras del Papa, peregrino en Compostela: “Dejadme que proclame desde aquí la gloria del hombre, que advierta de las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas originarios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por él. La Europa de la ciencia y de las tecnologías, la Europa de la civilización y de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece en Jesucristo”.
A Santa María, Madre nuestra le pedimos que nos muestre el camino que nos lleva a Dios, el camino que nos lleva al hombre y a su verdadera dignidad.
5. “Vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos”
Los ojos de María están llenos de misericordia, la misericordia de Dios que ella no sólo ha experimentado sino de la que ha sido portadora. Una de las bienaventuranzas dice: “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. María es la mujer de corazón limpio, lleno de gracia, sin dobleces, la que mira con los ojos de Dios, viendo la bondad que hay en todo lo creado. Ella es la que ve a Dios en nosotros y en el mundo.
Por eso le decimos, vuelve a nosotros tus ojos llenos de misericordia, reparte con tu mirada la misericordia de Dios, llena el mundo de la bondad de Dios. Cuando la Virgen María nos mira lo hace con la misericordia que brota de las entrañas de Dios, esa bondad que quiere la salvación de todos los hombres; para Dios no hay barreras, busca a todos sin excepción y tiene los brazos siempre abiertos para abrazar aquel que con corazón arrepentido lo busca.
Virgen de las Angustias, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos; mira con amor a nuestros niños que con su inocencia comienzan el camino de la vida, dales los medios para que crezcan en tu amor, que descubran tu bondad para con la humanidad; mira a nuestros jóvenes que se abren a la vida, consérvalos en tu amor y haz que descubran que merece la pena dar la vida por Jesucristo y por la salvación de los hermanos. Mira, Señora y Madre nuestra, a las familias, de donde tienen que nacer los hombres y la mujeres del mañana, bendícelas y haz que sean verdadera comunidad de vida y amor; estate cerca de las que pasan por dificultades y crisis. Madre, visita a los enfermos que imploran su salud del cuerpo y del alma. Sé la fortaleza y el auxilio de los pobres, de aquellos hermanos empobrecidos a causa de una sociedad que busca la opulencia a costa de dejar en las cunetas de la vida a los que no son capaces de competir con los más fuertes. Señora de misericordia, te pido hoy especialmente por los que no creen o se han apartado de la fe, haz que descubran la grandeza y hermosura del mensaje del evangelio y se dejen fascinar por Jesucristo, el modelo de la nueva humanidad.
6. “Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”.
La Virgen no tiene otra misión que mostrarnos a Jesús, el fruto bendito de su vientre. María nos lleva a Jesús; es dichosa cuando los hombres hacen la voluntad de Dios; ya en las bodas de Caná les dijo, como hoy nos dice a nosotros: “Haced lo que Él os diga”. Haciendo en nuestra vida lo que Jesús quiere, nos mostramos como buenos hijos de la Virgen María.
La Iglesia está comprometida con la nueva evangelización del mundo; nuestra iglesia diocesana de Guadix, en comunión con toda la Iglesia, quiere apostar por una renovada evangelización, especialmente en el campo de la familia, de la juventud y de la presencia de los católicos en la vida pública. Somos conscientes que María es el mejor estandarte para presentarnos ante el mundo anunciando a Jesucristo. Como Ella, estamos convencidos que Jesucristo es con mucho lo mejor, por eso, el mayor acto de amor al hombre y a la humanidad es anunciar a Jesucristo.
María, estrella de la nueva evangelización, nos acompañe en esta empresa apasionante de hacer que en todos viva el nombre del Señor Jesús; que ella que engendra a Jesucristo en su seno, nos ayude a engendrar en nuestro mundo el hombre nuevo que nace de la Pascua de Jesucristo.
Santa María de las Angustias, patrona de Guadix, Madre y Señora nuestra, muéstranos siempre a Jesús, vida y salvación nuestras. No nos dejes solos, Madre nuestra.
+ Ginés, Obispo de Guadix