Carta Pastoral del Obispo de Guadix, Mons. Ginés García Beltrán.
Queridos hermanos y hermanas:
Es frecuente escuchar cuando se pregunta a la gente que ha pedido para el nuevo año la respuesta clara y directa: salud, que es lo más importante. Es verdad, pues ¿de qué servirían los demás bienes si no se pueden disfrutar, si no tenemos salud?
La salud es tan importante que en el mundo desarrollado se ha convertido incluso en una obsesión. Hablamos de la prevención, controlamos nuestro organismo para reaccionar ante el más leve síntoma de enfermedad y, en muchas ocasiones, nos excedemos en la ingestión de medicinas sin consultar con los especialistas, lo que incluso ha generado anuncios publicitarios que nos advierten del peligro que esta práctica supone. El cuidado de nuestro cuerpo ha derivado en un verdadero culto al cuerpo. Alguien ha definido a los gimnasios como los nuevos templos de la cultural actual.
Mientras esto pasa en el occidente civilizado, en muchos países, millones de personas no gozan de lo que es un derecho de todos, la salud. El desarrollo de los hombres y de los pueblos pasa por el derecho a tener los medios que garanticen la salud de todos. En muchos países queda pendiente la erradicación de enfermedades que a nosotros nos parecen una simple anécdota; se han de combatir enfermedades que causan la muerte de millares y millares de personas (el paludismo, la malaria, la tuberculosis, el VIH/Sida, etc.).
Este año la campaña de Manos Unidas nos invita a pensar y actuar sobre el 6º Objetivo del Milenio, la protección del derecho de todos a la salud. No podemos hablar de desarrollo integral de la persona sin tener en cuenta el derecho a la salud. No puede haber desarrollo de un pueblo sin los medios que garanticen este derecho.
Muchos de los proyectos de Manos Unidas en los países pobres se desarrollan en el ámbito de la salud, en el mundo sanitario. Hospitales, dispensarios, proyectos de higiene, agua potable, y muchos más son los medios que esta organización ha plantado en los países necesitados y, con la ayuda de Dios y la colaboración de los hombres y mujeres de buena voluntad, lo seguirá haciendo. Pero no es suficiente.
Los poderes públicos, el mundo de la investigación biomédica, las empresas del campo de la salud han de mirar más allá de los intereses de los hombres del primer mundo. No es justo que la propiedad intelectual prive a los países pobres del acceso a medicinas que pueden evitar la muerte de ciento de miles de personas. Hay que erradicar las enfermedades de los países ricos, y para ello se invierte mucho en investigación, pero sin olvidar las de los países pobres, aunque a nosotros no nos afecten.
Sin embargo, sería una grave injusticia que descargáramos este problema sobre los demás olvidando la responsabilidad que todos tenemos. Hemos de conocer la gravedad del problema y actuar. Leer despacio los datos que nos muestra la campaña de Manos Unidas de este año es impresionante. Detrás de los números de las personas que padecen la enfermedad hay un rostro y una vida. No pueden ser los fríos números de una estadística, son algo más, son alguien. Son personas en las que se une enfermedad y pobreza. No podemos quedarnos con los brazos cruzados, estamos llamados a actuar, cada uno desde su lugar y situación.
La fe cristiana nos revela que en cada uno de estos hombres y mujeres hay un ser que es imagen de Dios. Cristo se hace presente en la pobreza y en la enfermedad invitándonos a salir de nuestra comodidad y a ser prójimos de estos hombres.
Recuerdo que hace unos años hablaba con una familia que se había trasladado al tercer mundo como misioneros. En un momento de la conversación les pregunté que les era más necesario, la respuesta me dejó perplejo: vendas, aguja e hilo sanitario, aspirinas, es decir, lo más básico, me dijeron. Allí carecían de todo, incluso de lo que nosotros tenemos en el botiquín más básico de la casa. Nuestro poco se convierte en mucho para ellos.
Demos aunque sea poco porque ellos lo convertirán en riqueza y entonces tú serás rico a los ojos de Dios.
María, Salud de los enfermos nos ayude a ser generosos con los hermanos más pobres y necesitados.
Con mi afecto y bendición.
+ Ginés, Obispo de Guadix