“La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido”

Carta del obispo de Guadix, Mons. Francisco Jesús Mengíbar

Queridos hermanos:

En un año tan diferente a los anteriores y en el que nuestras vidas se están viendo fuertemente condicionadas, en todos los sentidos, por la pandemia provocada por la Covid-19, me dirijo a todos los que formáis parte de nuestra diócesis de Guadix, y, sobre todo, a cada uno de los consagrados, en la celebración de la XXV Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que coincide con la fiesta litúrgica de la Presentación del Señor en el templo, el día 2 de febrero.

Esta celebración litúrgica es una ocasión para unir nuestra propia presentación a la suya, en la que ofrendemos al Padre todas las gracias recibidas a través del Espíritu Santo, pero también todas nuestras heridas personales, las de todos nuestros hermanos en la fe y las de todos los que forman parte de la gran familia humana, así como las de un mundo muy herido, en el que esta pandemia está dejando un reguero de sufrimientos de todo tipo. Esta situación no sólo requiere soluciones humanas, sino que, sobretodo, es necesario el consuelo y la sanación que únicamente Dios puede llevar a cabo en nosotros.

El lema de este año, con el que la Iglesia y los obispos españoles queremos ayudar a orar y a tomar conciencia de la importancia de la presencia y de la labor de los consagrados en la Iglesia y en la sociedad, es “La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido”. De esta forma queremos destacar, por un lado, cómo la humanidad adolece en nuestro siglo de muchas heridas que no son del pasado (las guerras, el hambre, el empobrecimiento cada vez mayor de muchos pueblos, la falta de libertad religiosa…), porque siguen siendo muy actuales; y de las nuevas heridas que representan las víctimas de esta pandemia (los moribundos y los enfermos que colapsan los hospitales, los parados que pagan las consecuencias de la fuerte crisis económica, los jóvenes sin un futuro cierto y de oportunidades, los mayores y personas más vulnerables que no pueden asistir a la Eucaristía y recibir físicamente al Señor…). Y, por otro lado, queremos destacar la figura de esos hombres y mujeres que, viviendo su consagración al Señor, también se ven afectados por estas mismas heridas, pero que, al mismo tiempo, a través de su testimonio de vida y de sus obras, son un bálsamo y el aceite que aplica nuestro Dios, que se ha hecho hombre para curar nuestras humanas heridas, especialmente las del corazón y las del alma. Sois imagen viva de ese bello icono que el Papa Francisco usa para definir a la Iglesia, un hospital de campaña.

El lema de esta jornada XXV hace referencia a la parábola del buen samaritano, una historia de caridad fraterna que quiere subrayar cómo el amor fraterno que sentimos como hijos de un mismo Padre, es la mejor medicina para ayudarnos a curarnos unos a otros nuestras heridas. Pero también esta parábola es mencionada y meditada por el Papa Francisco en su última encíclica, Fratelli tutti.

Recorremos y andamos todo un mismo camino, que es la vida en este siglo veintiuno. En este camino hay dificultades a las que tenemos que hacer frente. Y en el camino además se producen encuentros, a veces inesperados y a veces indeseados. Hay situaciones de dolor y de necesidad humana que nos piden una respuesta. Podemos pasar de largo, haciéndonos los despistados y los desinteresados. O, removidas nuestras entrañas interiormente, nos paramos y nos remangamos para implicarnos en el dolor y el problema del otro, para hacerlo propio y nuestro. Mirando a Cristo, que cura nuestras heridas, hagamos lo mismo unos con otros.

La vida consagrada, en su multitud de carismas y misiones, nos enseña que el camino no lo debemos hacer solos, que la vida comunitaria es esencial como lo es el sentirnos parte de un mundo en el que todos somos hermanos, en el que hemos de ayudarnos más, para dejar de vivir enfrentados o en una continua competencia en la carrera por ver quién destaca más o llega más lejos. Por eso el Papa nos dice en su exhortación: “Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos!”.

En vuestra lucha diaria y en la fidelidad constante, los consagrados sois un referente de alegría y de esperanza. Sois soñadores que queréis hacer real el sueño del Evangelio en una sociedad de llagas abiertas que supuran tristeza, desilusión, temores… Los consagrados sois una venda que frena y tapona las hemorragias que padecen los pobres que no tienen lo necesario para vivir, los ancianos que se sienten solos y abandonados, los niños que no tienen la posibilidad de recibir una digna educación en verdaderos valores sin ser manipulados, los enfermos que quieren recuperar la salud para seguir viviendo y sin que se les impida este derecho fundamental, las mujeres que se sienten maltratadas y discriminadas, los refugiados y emigrantes que huyen de sus países de origen con el deseo de mejorar sus condiciones de vida…

Y la oración, la vida en oración de los consagrados contemplativos se convierte en combustible que refuerza el ánimo y el quehacer de los que están al pie del cañón y en primera línea en los “hospitales de campaña” y realizando un apostolado de sanación. Necesitamos de quienes estáis en continua línea directa con Dios, en ese silencio y recogimiento de la clausura que favorece el encuentro con la divinidad y la solicitud de su ayuda para con nosotros. Vosotros, los contemplativos, orad por nosotros, por nuestras heridas.

Quisiera terminar esta carta compartiendo mi satisfacción y alegría enorme por la llegada de dos nuevas comunidades a nuestra diócesis: una comunidad de religiosas de vida contemplativa y otra de vida activa, ambas de la misma familia religiosa que tienen como carisma la adoración perpetua del Santísimo. Un regalo de Dios para unos tiempos difíciles. Las religiosas de la Sagrada Familia muy pronto podrán vivir su carisma y misión en el antiguo Convento de la Merced, de Baza. No sólo recuperamos así un edificio que ha estado cerrado muchos años, sino que, ante todo, lo convertimos en un centro espiritual de referencia para esa ciudad y para nuestra diócesis. Estas monjas serán las encargadas de custodiar la sagrada imagen de Nuestra Señora de la Piedad, Copatrona de los bastetanos, y de cuidar, animar la liturgia y las celebraciones que tienen lugar en el templo dedicado a ella. La comunidad de vida activa se quedará en Guadix y podrá servirnos desde las parroquias.

Os felicito a todos los consagrados y agradezco vuestra entrega, fidelidad y servicio a la Iglesia en nuestra querida diócesis. Os pido, por último, que en la Jornada Mundial de la Vida Consagrada tengamos presentes en nuestras oraciones a todos los consagrados que han fallecido a consecuencia de la pandemia y a los que han sido contagiados y se recuperan en los hospitales o en sus casas. Dios os colme, en su misericordia, de la salud necesaria para sanar vuestras heridas y para ayudar en la sanación de las de los demás.

¡Felicidades a todos los consagrados!

Con mi afecto y bendición

+ Francisco Jesús Orozco Mengíbar

Obispo de Guadix

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