«He querido que la capilla de esta Casa esté abierta al culto público»

Homilía en la apertura al culto público de la Capilla en la sede de la Curia diocesana. Queridos hermanos, colaboradores del Obispo en el gobierno de la Diócesis:
   
Nos hemos reunido esta mañana para celebrar la eucaristía en esta capilla instalada en la sede de la Curia diocesana. Es un hecho de una gran fuerza simbólica no sólo para los que trabajamos en este lugar, sino para todos los que a él se acerquen por los motivos que sean.

He querido que la capilla de esta Casa esté abierta al culto público para expresar que el centro del gobierno y de las actividades de la vida diocesana está en el Sagrario. El centro de la Iglesia es el Señor, y no sólo lo hemos de proclamar así, sino que lo hemos de vivir con toda claridad y radicalidad en el quehacer de cada día.

La capilla abierta cada día, la luz encendida ante el Sagrario nos señala que el Señor de esta Casa es Él, Jesucristo. Que todos trabajamos para Él; que a la hora de reflexionar, de hacer, de tomar decisiones hemos de mirarlo a Él; que el criterio que hemos de buscar es el que se encierra en su voluntad y no en la búsqueda de ser reconocidos y alabados por los demás. La capilla debe ser el recuerdo de quién somos y para quién somos.

Cuando llegamos, cuando nos vamos, cuando esperamos, ¿por qué no volvernos a Cristo que está real y verdaderamente presente en la Eucaristía? El centro de esta Casa es esta habitación donde Cristo nos llama y nos envía a trabajar en su viña.

El misterio eucarístico configura a la Iglesia, es el molde en el que se debe construir cada día esta Iglesia. Y, si bien es verdad que este es el principio más profundo, íntimo y espiritual de la Iglesia, no es menos cierto que su realidad externa, su cara externa debe responder a su esencia más íntima de la Iglesia, es decir, también debe ser configurada por la Eucaristía. El gobierno de la Iglesia no se identifica con el gobierno humano sin más, es un gobierno basado en el ejemplo del Señor que se hizo siervo de todos, servicio que alcanza su expresión más clara en la entrega; regir es servir, y servir hasta el extremo, como Cristo. Si la vida cristiana tiene forma eucarística, la autoridad en la Iglesia también ha de tenerla. Cristo es la medida de todo.

La acción de gobierno en la Iglesia busca la salvación de las almas (can. 1752), y no hay salvación sino en Cristo que se entregó hasta la muerte y una muerte de cruz (Flp 1,8); buscamos el bien común, pero también, y sobre todo, el bien de todo el hombre, de cada hombre. En cada persona que se acerca a nosotros hemos de ver a Cristo que nos llama a hacerlo presente. La acogida, el modo como tratamos a los que aquí se acercan, se convertirá en la imagen de la Iglesia que reciban. Esto es una grave responsabilidad para nosotros. Hemos de pensar este hecho: nuestra imagen es la imagen de la Iglesia. Esforcémonos por mostrar el mejor rostro de la Iglesia, mostremos la cercanía y la misericordia de Dios.

Deseo que en medio de las muchas actividades que conlleva el gobierno de la Diócesis, del ir y venir de la vida de esta Casa, esté Cristo iluminando nuestro ser y nuestro hacer; que el ruido de la actividad se vuelva silencio en esta sala; que las preocupaciones de la vida se conviertan en paz y descanso ante Cristo que nos escucha; que las prisas se paren para adorar al Señor. Y que de aquí brote el espíritu de la misión y el compromiso con los hombres nuestros hermanos, un compromiso que, nacido del Corazón de Cristo, será siempre un compromiso de caridad.

Quisiera que algún día esta capilla fuera lugar de adoración eucarística; que algún día de la semana, el Santísimo permaneciera expuesto para la adoración de todos los que quieran, sería un signo y un ejemplo para toda la diócesis; no sería descuido de nuestra actividad, ni relajación en las tareas; todo lo contario, será poner alma a lo que hacemos, dar sentido a este trabajo, tantas veces duro y hasta incomprendido.
   
Invito a todos a vivir el espíritu que lleva esta apertura de la capilla episcopal al culto público. Que sea espacio para orar por la Iglesia, por nuestra diócesis, por sus necesidades y por todas las necesidades de nuestros hermanos.

Que María, la Mujer eucarística, la que llevó en su seno a Jesucristo, el Señor, nos ayude a ser testigos de su presencia en el mundo. Que escuchemos de sus labios las palabras que un día dirigió  a los sirvientes de las bodas de Caná y que cada día nos dice: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5).

+ Ginés García Beltrán
Obispo de Guadix

Guadix, 13 de Mayo de 2010

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