Hermanos obispos,
Sr. Secretario General de la Conferencia Episcopal,
estimados galardonados,
señoras y señores, amigos todos.
Asistimos en esta mañana a un acto ya tradicional pero siempre emotivo como es la entrega de los Premios ¡Bravo! que, en este año, alcanza su cuarenta y cuatro edición (cuadragésimo cuarta). Estos premios quieren ser el encuentro amable de la Iglesia y los medios de comunicación para reconocer el servicio imprescindible que cada uno de vosotros realizáis para el bien común de nuestra sociedad. Cuando se instituyó este premio, allá por el año 1970, se pretendía reconocer la meritoria labor de los profesionales de la comunicación que se distinguen por el servicio a la dignidad del hombre, los derechos humanos y los valores evangélicos. Es el mismo objetivo el que perseguimos, tantos años después, con este acto.
Cuando ustedes, como premiados, y los medios en los que trabajan, realizan su labor, prestan un servicio a nuestra sociedad que debe ser considerado y reconocido. Los medios de comunicación juegan un papel fundamental en la vida de las sociedades democráticas ya que permiten a las personas conocer cómo son las cosas para poder elegir en libertad, contribuyendo así al desarrollo de su dignidad. En estos premios queremos reconocer la excelencia en el cumplimiento de esa misión, por su dedicación, por su profesionalidad, por su entrega generosa, por su eficacia comunicativa.
La altura y la grandeza de la misión de comunicar la verdad, que es un auténtico derecho humano, se pone de relieve de manera especial en aquellos contextos en los que este derecho falta. Donde no hay libertad de expresión no sólo no es posible la democracia, sino que se hace imposible la misma libertad, como valor fundamental, y por tanto se impide el desarrollo de la persona. Por el contrario, donde existe este derecho, las sociedades crecen eligiendo el bien, la verdad y la hermosura que los medios de comunicación ponen a su alcance. Es cierto que sólo hasta ahí alcanza la libertad de expresión. Si la libertad es la capacidad de elegir el bien, la libertad de expresión ampara el derecho a comunicar el bien, excluyendo lo que pueda ofender, violentar o enfrentar a personas y grupos, y también aquello que difama, calumnia o falta a la verdad. El mejor signo de la libertad de expresión es el respeto a lo que cada uno es, siente, o cree.
Ustedes, queridos premiados, son fiel testimonio de esa libertad de expresión que nos hace más libres a todos, por eso quiero que hoy mis palabras sean de felicitación por su labor pero, sobre todo, quieren ser palabras de sincero agradecimiento. Gracias por su entrega generosa, gracias por su misión, gracias por su profesionalidad.
En primer lugar gracias a usted, Mons. Enrique Planas, que ha prestado y sigue prestando en la Iglesia un servicio a la comunicación interpersonal. Fue el primer director del Secretariado de Medios de Comunicación de esta Conferencia Episcopal y su trabajo en este Casa tuvo una muy valiosa continuación cuando fue llamado a prestar su servicio en la Santa Sede, dentro del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales. En los tiempos en los que internet no existía para el gran público, a mediados de la años ochenta, tuvo la audacia de impulsar la creación de la Red Informática de la Iglesia en América Latina haciendo realidad el lema de la comunicación al servicio de la comunión. Ahora, ya de regreso a España, sigue contribuyendo con su conocimiento a la valiosa experiencia de la Semana de Cine Espiritual.
En el ámbito de la prensa, la candidatura de Juan de Lara, es también la de una carrera que ahora continúa en España pero que ha tenido una prolongada e importante andadura en Italia. Cuando los tiempos no eran favorables a la información religiosa, ha mantenido siempre un rigor y una profesionalidad que merecen nuestro reconocimiento, sin servilismos pero también sin apocamientos, desde la información de agencia que, por su influencia e importancia, exigen un rigor que usted ha sabido mantener y ofrecer.
Los premios ¡Bravo! en esta edición premian también otras carreras muy prolongadas y valiosas. En las categorías de Radio y Televisión el P. Manuel Muñoz y el sacerdote Julián del Olmo prestan en el ente público de Radio Televisión Española y, prácticamente, desde el comienzo de la programación religiosa, un servicio destacado y valioso. Miles de personas, muchos de ellas enfermas o impedidas, escuchan la eucaristía a través de Radio Nacional, que cada domingo prepara el P. Manuel Muñoz, como un servicio pastoral que se convierte en servicio público. Julián del Olmo, director del programa Pueblo de Dios, referencia de los programas religiosos del ente público, nos permite conocer todas las semanas la actividad misionera, caritativa y asistencial de la Iglesia en el mundo. Gracias a él y a su equipo, conocimos en primera persona a las víctimas españolas del ébola, a las que conoció en sus hospitales de Monrovia y Sierra Leona. Aquellas imágenes, que nos acompañaron durante semanas a través de los servicios informativos, tienen su origen en la sensibilidad de una persona que cuenta historias humanas. Por Pueblo de Dios, hemos conocido y conocemos tantas y tantas realidades humanas que están ahí y que ellos nos hacen cercanas, al tiempo que nos interrogan. Es también de agradecer vuestra cercanía a los profesionales con los que compartís actividad, un cariño y una cercanía que son los de la Iglesia.
También carrera larga es la del P. Fermín Mieza. Más de sesenta años al frente de la revista El Santo, que ha difundido la religiosidad popular desde el criterio franciscano de la sencillez y el valor añadido de la perseverancia. Cuánto bien ha publicado en estos años y cuánto bien ha hecho a la fe sencilla de millones de personas. Muchas gracias.
Los premios ¡Bravo! de Música, Nuevas Tecnologías y Cine tienen en común el valor de la comunión. El cantautor Nico Montero en Música pone en relación a los jóvenes con la fe desde sus letras comprometidas, bien trabajadas, musicalizando la vida de la Iglesia, su fe y su esperanza. iMisión, en nuevas tecnologías, es modelo por su trabajo en comunión desde distintas sensibilidades de la Iglesia y, con muy poco tiempo de trabajo, han alcanzado ya la madurez. Esta madurez, en su ámbito, es conseguir poner sus temas como trending topic mundial, como hicieron con la campaña a favor de los cristianos de Irak en Navidad; o ser hackeados, hace unas semanas en su página web, por quienes no aceptan la libertad de expresión que busca tender puentes. En cine, European Dreams Factory pone en la mesa común de los cinéfilos buenas películas que construyen relaciones y ofrecen reflexiones sobre el bien y la belleza. Como decía el acta del jurado, vuestro trabajo nos ha permitido pasar por el cine para salir de él enriquecidos de humanidad.
En la misma línea, el trabajo de Obras Misionales Pontificias, otra de las caras amables y comprometidas de la Iglesia, en publicidad ha superado los márgenes de este galardón para convertirse en una campaña de comunicación. Nos han sabido mostrar con su trabajo, que la Iglesia necesita más comunicación que publicidad y que tiene un montón de tesoros que, bien mostrados, ayudan a su misión.
Para concluir y dar por finalizada esta ceremonia de entrega de los Premios ¡Bravo! 2014 quiero recoger las palabras que el Papa Francisco hacía públicas el pasado viernes para la próxima Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. En ellas nos enseñaba que «la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarse, sostenerse, acompañarse, descifrar las miradas y los silencios, reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son tan importantes las unas para las otras». Cuando la comunicación se entiende como un reducir las distancias, saliendo los
unos al encuentro de los otros y acogiéndose, la comunicación se convierte en motivo de gratitud y alegría. Gratitud y alegría que son nuestros sentimientos en esta ceremonia de entrega de los premios ¡Bravo!
Gracias a ustedes. Muchas gracias a todos.
+Ginés García Beltrán
Obispo de Guadix
Madrid, 28 de enero de 2015
Conferencia Episcopal Española