Cuaresma 2022

Queridos hermanos:

El miércoles de ceniza nos ofrece un itinerario hacia la Pascua. El Señor nos regala este tiempo como cuarentena espiritual para pasar de la enfermedad y muerte espiritual a la Vida que no tiene fin. La Cuaresma toma su nombre y quehacer del ejemplo de Jesús que, terminado su Bautismo, fue llevado por el Espíritu Santo al desierto, donde pasó cuarenta días en la soledad, en ayuno y oración. Por eso, la Cuaresma es el tiempo del despojo, del silencio, de Escucha, de conversión.

En este tiempo de pandemia, en el que aún estamos inmersos, todos hemos vivido la experiencia, bien porque hemos tenido el virus o porque hemos estado en contacto estrecho con un positivo, de las recomendaciones, por parte de los técnicos sanitarios, de recogernos unos días confinados en el hogar para vencer la enfermedad y posibilitar las condiciones propicias que ayuden a nuestro organismo a sanar.

La cuaresma tiene mucho de este combate: el miércoles de ceniza se nos señala con la cruz, un verdadero “PCR” que nos recuerda que somos pecadores. La Iglesia, nuestra Madre, es el hogar para vivir nuestra cuarentena y la mejor especialista para recetarnos los óptimos remedios contra el virus del pecado. Nos invita no sólo a oír, sino a la escucha asidua de la Palabra de Dios, a vivir un confinamiento interior de cuarenta días, para acceder a las condiciones que nos permiten recobrar la salud espiritual, que es un don del Señor y de su Misericordia. Como nos ha dicho el Papa Francisco, “una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar es más que oír”. (Discurso con ocasión de la conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, 17-de octubre de 2015). Es el tiempo de convalecencia que “nos hace madurar una docilidad que nos dispone a acoger su obra en nosotros (cf. St 1,21), que hace fecunda nuestra vida” (Papa Francisco, Mensaje Cuaresma 2022).

El virus del pecado repite en nosotros las tentaciones del demonio que Jesús, el Señor, vivió durante su confinamiento en el desierto. Hoy, de muchas formas, el padre de la mentira nos sigue diciendo a los hombres: “Si, postrándote me adoras, te daré el mundo”. Este el orgullo al que nos conducen las células del mal que la tentación diabólica inocula en nosotros con sus falsas promesas y cuyo único intento es quitar a Dios de los corazones y de la vida de los hombres: “¡Fuera Dios, dios soy yo! El demonio siempre engaña, siempre ofrece felicidad falsa. Quien se entrega al vicio, al pecado, eso es el mal, se aleja de Dios y de su Voluntad y entra en la noche y en el dolor de la vida, que nos pierde en las heridas que el mundo no puede consolar.

Este pecado es el verdadero mal de nuestro mundo y de nuestro corazón. No reconocerlo o no quererlo reconocer es darle la victoria al que quiere que nos esclavice la soberbia y no admitamos lo peligroso que es alejar a Dios de nuestro mundo. Sólo hemos de mirar hoy a Ucrania y el dolor de tantos inocentes, expresión del destierro del bien, de Dios, del corazón del hombre. La guerra, todas las guerras, nos hablan de infierno, lo que vive el hombre cuando pierde a Dios. El pecado, nos dice con demasiada frecuencia, que “prevalecen en nuestra vida la avidez y la soberbia, el deseo de tener, de acumular y de consumir, como muestra la parábola evangélica del hombre necio, que consideraba que su vida era segura y feliz porque había acumulado una gran cosecha en sus graneros (cf. Lc 12,16-21)” (Papa Francisco, Mensaje Cuaresma 2022).

La cuaresma tiene como estos dos movimientos: hacernos conscientes de nuestra infección, es decir, conscientes de que realmente somos pecadores. Y, en segundo lugar, vaciándonos de nuestro orgullo, aceptar que sólo Dios da la vida verdadera. Es la Gracia que siempre sana nuestros pecados y nos eleva a la condición de Hijos amados del Padre.

La cuaresma quiere ser la medicina que nos ponga de pie y nos fortalezca, para decir, como Jesús: “Retrocede satanás; sólo a Dios adorarás y amarás y servirás”. Servir a Dios nos libra de la esclavitud del pecado y nos pone en órbita para vivir adecuadamente como hijos de Dios. La cuaresma, es ese hospital de campaña donde se restaura nuestro sentido de Dios, nuestra fe, nuestro amor y servicio a Dios y a los hombres. Esa es la paz que necesitamos: ¡Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor!

Os invito a todos a meditar el mensaje que el Papa Francisco nos dirige en esta ocasión: “No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos” (Ga 6,9-10a). En este tiempo sinodal, la renovación personal y comunitaria nos conducirá a la verdadera fraternidad. Nos dice el Papa que “la Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no esté tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir”. “Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios”.

En su mensaje, el Papa nos ofrece tres hermosos destellos para vivirla a fondo y saborearla hasta lo más profundo: “El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda”.

Oración: Reza con Jesús: Padre. No te canses. Sea tu voluntad la mía, Padre. “No nos cansemos de orar: Necesitamos orar porque necesitamos a Dios”. “Nadie se salva sólo… pero, sobre todo, nadie se salva sin Dios, porque sólo el misterio pascual de Jesucristo nos concede vencer las oscuras aguas de la muerte”.

Ayuno: “No nos cansemos de extirpar el mal de nuestra vida” Ayuna con Jesús, y que el vacío lo llene la Palabra. Ayuna para que prefieras la Palabra a los banquetes exquisitos del consumo.

Limosna: “El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día”. Comparte tus bienes como Jesús. Comparte el pan de cada día y que a nadie le falte. Y como son tantos los hambrientos, hazte pan, como Jesús.

Animo a todos a entrar de lleno en este tiempo de misericordia que el Señor nos regala. A las Hermandades y Cofradías de nuestra Diócesis, les animo a vivir con intensidad esta llamada a construirse desde dentro para hacer de nuestros actos cofrades y de la devoción a nuestros titulares, verdaderas expresiones de fe pública que siembran de verdad, de Evangelio, las calles de nuestros pueblos en las estaciones de penitencia. Hoy, más que nunca, nuestro mundo necesita nuestra autenticidad: cofrades que se saben Iglesia que está llamada a evangelizar. Después de dos años sin poder salir por las calles a manifestar el contenido de nuestra fe por medio de nuestras imágenes sagradas, esta Semana Santa podemos vivir la alegría de contarles a todos lo que creemos, a través de la bella catequesis que son siempre la contemplación de los titulares y las escenas que representan, sobre los hombros y el corazón de los cofrades creyentes.

Os animo a todos vivir los grandes misterios de la muerte y resurrección de Cristo – es el corazón de este tiempo que iniciamos en Cuaresma- viviendo la Eucaristía dominical y las celebraciones litúrgicas de los Oficios Santos, en nuestras parroquias y comunidades. No tengáis miedo de que Dios sea misericordioso y quiera perdonar y abrir su costado, un Corazón lleno de su Vida, como estamos celebrando en este Año Diocesano del Sagrado Corazón de Jesús. Una buena confesión sacramental nos preparará para acoger lo que el Resucitado quiere dar a su Iglesia, que somos cada uno de nosotros.

Como nos dice el Papa, “la Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1,21), porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb 12,2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: “No nos cansemos de hacer el bien” (Ga 6,9).

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y custodia de la fe, nos “obtenga el don de la paciencia y permanezca a nuestro lado con su presencia maternal, para que este tiempo de conversión, dé frutos de salvación eterna” (Papa Francisco, Mensaje Cuaresma 2022).

Con mi afecto y bendición en esta Cuaresma 2022, Año Diocesano del Corazón de Jesús.

+Francisco Jesús Orozco
Obispo de Guadix

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