Consagración Episcopal de Mons. Ginés García

Palabras del Obispo Emérito de Guadix, Mons. Juan García Santacruz, en la Consagración Episcopal del nuevo Obispo de la Diócesis. Excmo y Rvdmo Sr. Nuncio Apostólico en España; Emmos. y Rvdmos. Srs. Cardenales; Excmos y Rvdmos. Srs. Arzobispos y Obispos; querido don Ginés, Obispo Electo de Guadix; sacerdotes; religiosas y religiosos; seminaristas; dignísimas autoridades; personas y grupos eclesiales venidos de distintas partes de la diócesis de Guadix y de otros lugares, muy especialmente de la hermana y querida tierra de Almería. Alabado sea Jesucristo, único Salvador del mundo: ayer, hoy y siempre.

Es esta una mañana aparente para proclamar que el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. Sí, nos embarga una profunda alegría y un vivo agradecimiento a Dios, al Santo Padre Benedicto XVI, a la Iglesia, por la consagración episcopal de Mons. Ginés Ramón García Beltrán.

Desde que se conoció la noticia de que Don Ginés sería mi sucesor en la bimilenaria Sede de San Torcuato, según secular y piadosa tradición la primera de España, Guadix acogió su nombramiento con emoción y brotó en todos los diocesanos, laicos, religiosos, religiosas y sacerdotes, entre los que me incluyo, un espontáneo sentimiento de cariño hacia su persona y una profunda corriente de oración por su nuevo ministerio.

Hoy, en esta porticada Plaza de las Palomas, que luce sus mejores galas para la ocasión, se verifica nuevamente en nuestra Iglesia el misterio de la sucesión apostólica; sucesión que garantiza al Pueblo de Dios fidelidad en la fe y la unión histórica y espiritual con Cristo. La sucesión apostólica pone de manifiesto la solicitud amorosa de Dios por su Iglesia. Así lo proclama el prefacio primero de los Apóstoles: Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que por medio de los santos Apóstoles lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar el Evangelio

En esta solemne Eucaristía de tu consagración vas a recibir, venerable hermano, junto con los demás atributos de tu dignidad episcopal, el anillo, signo de tu desposorio con la Iglesia. Permíteme que, como antecesor tuyo, de modo público, te presente la Esposa a la que Dios te quiere unir. La Diócesis de Guadix, si nos atenemos a parámetros humanos, a números y cifras, es decir, a límites geográficos y estadísticas de población, puede parecer una Diócesis pequeña. Pero la verdadera dimensión de una Iglesia está oculta a los ojos, porque lo verdaderamente importante sólo es visible al corazón. Y, desde el corazón, descubrirás que el Señor te ha hecho un gran regalo al encomendarte, por medio del Ministerio Petrino, que seas el pastor de este rebaño. Desde el corazón descubrirás una Diócesis grande; grande por historia, grande por su trabajo evangelizador en el pasado y en el presente, grande, sobre todo, por sus proyectos apostólicos de futuro. La Diócesis de Guadix se siente orgullosa de enarbolar como principales señas de identidad su origen apostólico y su inquebrantable fidelidad a Roma en sus dos mil años de existencia.

Sería largo y por tanto imposible en este momento, enumerar los muchos obispos de esta Diócesis que han destacado en la historia de la Iglesia de España como ejemplares pastores y grandes teólogos. Así como la de los importantes santos que en esta tierra han nacido o han tenido relación con ella.

Cuentas, querido don Ginés, para desarrollar el ministerio apostólico que el Señor te confía con un buen grupo de sacerdotes para los que su vida es enteramente misión; sacerdotes comprometidos con la “nueva Evangelización”, a la que, con tanto ahínco, llamó a la Iglesia el venerado y recordado Papa Juan Pablo II; y en la que esta Diócesis se ha empeñado a fondo a través de los distintos planes pastorales y otras muchas acciones eclesiales.

También cuentas con la vida religiosa que, en diversidad de carismas y trabajos, es una realidad viva y vivificante. Y con un laicado comprometido que apuesta con empeño por la extensión del Reino.

En definitiva, cuentas con una Iglesia en plena obediencia al Espíritu, que afronta con esperanza su futuro como Iglesia Particular. Una esperanza que hoy, querido hermano en el episcopado, y espero que por muchos años, lleve tu nombre.

No obstante lo dicho, nuestra Iglesia también se ve afectada por el creciente laicismo, que, impulsado por distintos medios de poder, afecta a toda la sociedad española y a la sociedad occidental en general, y que se traduce en una menor práctica sacramental y, por tanto, en una falta de coherencia entre la fe, que la inmensa mayoría de las personas dice mantener, y la vida. Los jóvenes son bombardeados con un sistemático programa de antivalores, presentado como un ejercicio de conquista de libertades individuales, que los están reduciendo a pura subjetividad emocional, y cuyo exponente más doloroso y dramático para la Iglesia es la carencia de vocaciones al sacerdocio y la vida consagrada.

Pero, por encima de problemas que afectan a la sociedad en general, ésta es una Diócesis hospitalaria, sus gentes son nobles, sin recovecos ni maldades, que viven una profunda religiosidad popular expresada en las numerosas hermandades y cofradías existentes en cada uno de los pueblos de la geografía diocesana.

Es una tierra profundamente mariana, como no podía ser de otra manera tratándose de Andalucía, a la que no sin razón se la llama la tierra de María Santísima. Ella, la Virgen Madre, es la mejor aliada en la vida pastoral de las parroquias para sembrar la semilla del Evangelio.

Permitidme, hermanos en el episcopado y queridos diocesanos, unas breves palabras de despedida en el momento en que paso a ser Obispo Emérito de Guadix. En esta misma plaza, el día 14 de junio de 1992, yo también fui consagrado obispo de esta Diócesis. Elegí como lema para mi ministerio episcopal las palabras de Pedro al Maestro: in verbo tuo laxabo rete. Desde ese día y hasta este momento en que finaliza mi trabajo pastoral directo, he navegado mar adentro echando las redes con infinita confianza en la Palabra del Señor. Sin excluir a nadie, contando con todos, mi trabajo ha consistido en hacer de nuestra Iglesia diocesana un hogar donde pudieran convivir todos los hijos de Dios, todos los hermanos; sabemos lo que la palabra hogar a todos nos evoca: en el hogar hay calor, existe el amor, se destierra el rencor, se perdona, se da paso al servicio, se acoge al débil, se ayuda al pobre…, éste he pretendido que fuera nuestro escenario de salvación.

Dejo el servicio a esta Diócesis con el corazón lleno de agradecimiento por la generosidad con que Dios me ha bendecido en estos casi dieciocho años de pontificado. Y esta constatación de la munificencia de Dios, de su liberalidad, me llena de gozo, me abre a la esperanza y a la confianza para seguir remando mar adentro y, como Obispo emérito, continuar sirviéndoos desde la oración y el ofrecimiento de los sacrificios que el futuro me depare. Mi existencia seguirá siendo, en lo más íntimo y profundo de mi realidad espiritual, vida para vosotros.

Como Obispo Administrador Apostólico, y por tanto responsable último de esta celebración, quiero dar las gracias a cada uno de los que han  preparando este acontecimiento, a los organiza-dores de la liturgia y la logística, con la certeza de que sus esfuerzos han encontrado su recompensa en el servicio bien hecho y en el deber cumplido. Doy las gracias a los Sres. Cardenales, Arzobispos y Obispos presentes, a los sacerdotes, religiosas y religiosos, a las autoridades civiles, judiciales y militares que han tenido la deferencia de acompañarnos; a las fuerzas del orden público, a los medios de comunicación,  al Excmo. Ayuntamiento de Guadix por haber facilitado todo cuanto se le ha solicitado.

Queridos hermanos todos, después de lo que vais a vivir en esta solemne ceremonia, emprended el camino de regreso hacia vuestros lugares de origen, llenos de amor a la Iglesia, más dispuestos y determinados a ser auténticos evangelizadores, en comunión con vuestros pastores, en el ámbito donde se desarrolla vuestra vida. Gracias a todos, muchas gracias.

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