«Contemplando tu rostro, aprendemos a decir:
“¡Hágase tu voluntad!”»
Queridos hermanos todos:
El próximo domingo 26 de mayo, solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia universal celebra la Jornada Pro Orantibus. Al mismo tiempo que profesamos nuestra fe en el único Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos unimos en oración y recuerdo a quienes han sentido la vocación y el carisma específico de la contemplación del Misterio de Dios, dentro de la Iglesia a la que sirven con su entrega diaria, a veces oculta y no siempre valorada.
La vida contemplativa es una vocación que tiene la misión apasionante, necesaria y fecunda de contemplar el rostro de Dios, que se revela a quienes lo buscan de todo corazón. Los contemplativos viven en el recogimiento y el silencio, para hacer de la adoración a Dios el centro de la persona consagrada y de la comunidad o cenobio. Es toda una riqueza presente en la Iglesia desde sus comienzos y un legado de grandes santos que con sus vidas ejemplares y escritos magistrales nos han dejado preciosos conocimientos, enseñanzas y reflexiones sobre el arte de orar en cada una de las épocas, como hijos e hijas de su tiempo y con el empeño en acercar el mundo a Dios y Dios al mundo.
El lema de la Jornada Pro Orantibus de este año, que los obispos españoles hemos elegido y proponemos,” Contemplando tu rostro, aprendemos a decir: “¡Hágase tu voluntad!”», es una de las muchas maneras de definir a los consagrados contemplativos, en su forma monástica (monjes y mojas) o en su forma eremítica (ermitaños y ermitañas).
¿Qué es buscar el rostro de Dios? «Buscar el rostro de Dios es un camino necesario, que se debe recorrer con sinceridad de corazón y esfuerzo constante» (Homilía de San Juan Pablo II, 13 de enero de 1999, en el aula Pablo VI del Vaticano).
La fe es mucho más que creer. La fe es amar al Dios en el que creemos. Esa fe recibida en nuestro bautismo ha de ir madurando cuanto más crece nuestro deseo y anhelo de Dios. Este sentimiento profundo del creyente que lo ha experimentado, aparece recogido en la Sagrada Escritura: «Oigo en mi corazón, “buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro» (salmo 27, 8-9). El Rey David, cuando escribió estas palabras, anhelaba la presencia divina como una cuestión de necesidad vital y existencial. El creyente alcanza un momento en su historia personal en el que experimenta la necesidad de contemplar el rostro de Dios. Y en el consagrado contemplativo esta necesidad se convierte en una forma de vida.
«¡Hágase tu voluntad!», es decir, vivir sin negar a Dios lo que nos pide, asumiendo todos los riesgos, entregándole toda la vida. Dos mujeres aparecen en los evangelios como modelos para las consagradas contemplativas: María, la hermana de Marta y Lázaro de Betania; y María, la Madre del Señor. Vidas diferentes, pero ambas han sido discípulas de Jesús, lo han acompañado en el anuncio del Reino de Dios. Ellas supieron, en situaciones en las que se intentaba imponer el dolor, la desolación y lo irracional -como ante la tumba de Lázaro o en el calvario, en la muerte en cruz de su Hijo-, sostener la Esperanza. Contemplar el rostro de Dios nos hace mirar a aquellos hermanos nuestros que sufren la enfermedad, la guerra, el hambre, las injusticias, etc. El consagrado contemplativo no se esconde del mundo sangrante, sino que con su oración, por los últimos de nuestra sociedad y de la humanidad, vive en comunión con Dios y con todos los seres creados: «Sin contemplación es fácil caer en un antropocentrismo desviado y soberbio, el “yo” al centro de todo, que sobredimensiona nuestro papel de seres humanos y nos posiciona como dominadores absolutos de todas las criaturas» (Papa Francisco, Audiencia General, miércoles 16 de septiembre de 2020).
Hoy recordamos y oramos por todos los consagrados contemplativos de la Iglesia católica presentes en tantos lugares del mundo. Especialmente, doy gracias y hago mención de la comunidad de religiosas dominicas del Monasterio de la Santísima Trinidad y de la comunidad de las religiosas Hijas de la Sagrada Familia, que viven en el Convento de la Merced, ambas en Baza. Son un regalo precioso que Dios hace a nuestra Diócesis de Guadix, sosteniendo con su oración y sacrificios toda la vida diocesana.
Muchas felicidades, queridos consagrados de vida contemplativa en esta Jornada Pro Orantibus. Os necesitamos fieles a vuestra vocación, mirando constantemente el rostro de Dios y educándonos en la alegría de hacer siempre la voluntad del Señor.
A todos os invito a rezar por ellos y por las vocaciones a esta forma de consagración concreta. La Iglesia las necesita, nuestra Diócesis se sostiene en ellas y nuestra vida cristiana tiene el mejor espejo para no perder nunca el rumbo del cielo, que dirige todas nuestras tareas eclesiales.
Con mi afecto y bendición
+ Francisco Jesús Orozco Mengíbar,
Obispo de Guadix