A la luz de la VII Jornada Mundial de los Pobres

«No apartes tu rostro del pobre» (Tb 4,7)

Queridos diocesanos :

Mirando la realidad de nuestro  mundo, herido y quebrado por el materialismo indignante y el consumismo escandaloso, hace siete años, el Papa Francisco instituía  la Jornada Mundial de los Pobres, como una Jornada para toda la Iglesia universal. Lo celebramos siempre el tercer domingo de noviembre, cuando el año litúrgico está para concluir y se nos invita a mirar a las realidades últimas, escatológicas.

La parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro es una imagen que conecta nuestros actos en está tierra  con su relevancia eterna, siendo siempre actual y muy apropiada para constatar el gran choque mortal entre la soberbia de pocos, que tienen mucho, y la muerte de muchísimos que no tienen nada. Es la gran hipocresía de nuestro mundo globalizado en casi todo, pero no en la justicia y en la caridad.

Con esta Jornada se pretende reflexionar en esta realidad central del Evangelio: la actitud de Cristo, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, y la urgencia de salir al encuentro de nuestros hermanos  pobres con una actitud de corazón pobre.

El Papa Francisco, para cada jornada, nos regala un mensaje que nos dirige a todos: “ Vivimos un momento histórico que no favorece la atención hacia los más pobres. La llamada al bienestar sube cada vez más de volumen, mientras las voces del que vive en la pobreza se silencian… Los pobres se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación. La prisa, cotidiana compañera de la vida, impide detenerse, socorrer y hacerse cargo de los demás. La parábola del buen samaritano (cf. Lc 10,25-37) no es un relato del pasado, interpela el presente de cada uno de nosotros. Delegar en otros es fácil; ofrecer dinero para que otros hagan caridad es un gesto generoso; la vocación de todo cristiano es implicarse en primera persona» (Francisco, Mensaje para la VII Jornada Mundial de los pobres 2023, n.4).

El Papa se sirve de las palabras de Tobit a su hijo Tobías, para dar contenido a la que debiera ser la actitud de toda la Iglesia. Tobit era un hombre bueno, lleno de caridad para ayudar a los más desvalidos, para enterrar a los muertos y hacer mucho bien. Tobit le enseña a su hijo la sabiduría de la vida.  Tobías se abre a una vida nueva, en la que tiene que construir su futuro, encontrar trabajo, elegir esposa, librarse de distintos peligros. Y para todo eso recibe de su padre una consigna vital: “No apartes tu rostro del pobre”.

Para la Jornada de este año, estas palabras de Tobit sirven de lema. Nos recuerda el Papa que la continua llamada al bienestar y al consumo suben cada vez más el volumen, produciendo nuevas pobrezas: los que no tienen trabajo, los más ancianos y solos, los inmigrantes, los esclavos de las adicciones y de las nuevas tecnologías, los más vulnerables de nuestra sociedad.

Ahora que se acercan las Navidades, nuestro pensamiento no puede centrarse en el consumo desenfrenado para nuestras mesas repletas de necesidades superfluas. Pensemos, más bien, en tantas personas que, precisamente llegadas estas fiestas, nos gritan sin palabras cómo es nuestra vida. Son millones de toneladas de comida las que tiramos a la basura, gesto que denuncia claramente nuestro egoísmo.

Os invito a que esta Jornada Mundial de los Pobres no sea solo la excusa para mirar a los pobres este día, sino que nos lleve a una reflexión profunda sobre cuál es nuestro trato con los pobres todos los días, en todos los tipos de pobrezas: materiales y espirituales.

Pongamos a los pobres en el centro de la vida de la Iglesia y que cada uno revise qué lugar ocupan los pobres en nuestra vida. Veamos hasta qué punto somos sensibles a sus necesidades, hasta qué punto nos dejamos interpelar por sus carencias, invitándonos a nosotros al despojamiento de tantas cosas superfluas. Y hasta qué punto el trato con ellos nos va haciendo parecidos a Jesucristo, el buen samaritano

Sólo un corazón pobre puede acercarse a los pobres. En este sentido, los pobres nos evangelizan.

Queridos todos, la Jornada mundial de los pobres nos resitúa constantemente en nuestro servicio a los más desvalidos, a no mirar de lejos el rostro de los que sufren, a encarnarnos en la realidad que nos circunda con ojos de buenos samaritanos, que son los ojos de Cristo. Es nuestro testimonio de vida, el propio ejemplo, el que ayudará a los demás a no apartar nuestros ojos de los más  pobres.

Recibid mi afecto y mi bendición

+ Francisco Jesús Orozco Mengíbar

Obispo de Guadix

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