
Es Domingo de Resurrección, es día de fiesta en la Iglesia y en el mundo, porque Cristo resucitó y está vivo. Y lo mejor de todo, es que quiere que nos contagiemos de su vida, que trasmitamos esta gran alegría al mundo, que transformemos la realidad desde la vida, desde la alegría, desde la esperanza. Es lo que les encarga a aquellos a quienes se va apareciendo desde los primeros instantes: id y contádselo a los discípulos, y los discípulos a los demás. La alegría de la resurrección no se puede callar, no se nos ha dado para que la ocultemos, sino para que alumbre a todos.
Aquellos discípulos, que eran toscos para entender muchas cosas de Jesús, fueron diligentes para entender todo lo que suponía la resurrección del Señor. Del miedo pasaron a la alegría, a la confianza y a la fortaleza para comunicar semejante noticia. Y, desde entonces, hasta ahora. Eso sí, con la fuerza del Espíritu, que es el que ayuda a comunicar tanta vida.
Hoy la Iglesia celebra la resurrección del Señor. La liturgia se inunda de luz, que rompe la oscuridad de la muerte; se empapa de agua, que es vida; escucha la Palabra, que comunica que no debemos buscar entre los muertos al que vive; y participa de la presencia del Señor resucitado en el sacramento de la Eucaristía. Hoy es un día grande en la Iglesia, el que más.
Y es un día para vivir, para celebrar, para sentir y, sobre todo, para gozar. Frente a la cultura de la muerte y a quienes se empeñan en sembrar malestar por donde pasan, Cristo nos invita hoy a comunicar nuestra esperanza, a confiar en el Dios que también nos da la vida, a sembrar nuestro mundo de amor.
Cristo resucitó y esto tenemos que vivirlo y que contarlo. Celebremos este gran día y que su alegría se prolongue durante todo el año. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Antonio Gómez
Delegado diocesano de MCS. Guadix