Acaban de cumplirse dos meses de la ordenación episcopal de Mons. Francisco Jesús Orozco como obispo de Guadix. Fue el 22 de diciembre del año pasado, en la catedral accitana, en una ceremonia muy solemne y gozosa. La catedral estaba a rebosar entre los accitanos venidos de todas las parroquias de la diócesis, y los cordobeses, de los que se desplazaron más de un millar. En una entrevista concedía por el obispo a la oficina de comunicación de la diócesis de Guadix, Mons. Orozco reconoce que aún permanecen vivos los recuerdos de aquel día. Hace tan poco tiempo, dice, “que todavía estoy en la luna de miel”. Sobre todo, recuerda de ese día a la gente que le acompañó y el regalo que le dio el Señor en la consagración: las personas y las comunidades parroquiales que forman la diócesis de Guadix.
Dice el obispo que en estos dos meses no ha parado, conociendo cada vez más la realidad de la diócesis, sus instituciones y sus gentes. Se siente como en casa -de hecho, ya es un accitano más, recuerda, porque está empadronado en Guadix-, y confiesa que el hecho de que haya sido enviado a una diócesis andaluza facilita muchos las cosas. Entre Córdoba, su diócesis de origen, y Guadix no hay tantas diferencias: “aunque es una diócesis más pequeña que Córdoba, en escala, existen los mismos gozos, las mismas luces, las mismas sombras y los mismos problemas”.
Sobre los sacerdotes, el obispo es muy claro: los sacerdotes de [la diócesis de] Guadix son magníficos, verdaderos héroes”. “Son sacerdotes -dice- que desgastan su vida y se entregan con pocas aspiraciones a cosas muy grandes, como pueden tener otros sacerdotes en otras diócesis”. Y sobre la diócesis, dice que es “una iglesia muy viva, que quiere mirar al futuro”
Reconoce Mons. Francisco Jesús Orozco que aún le queda mucho por conocer, ya que, hasta ahora, en estos dos meses desde su ordenación, solo ha habido primeros contactos con las realidades diocesanas. El conocimiento profundo requiere de tiempo, viene a decir, “para llegar al alma”. Y en eso está.
Antonio Gómez