Mons. Orozco: “La cuaresma nos lleva hasta el Corazón de Cristo”

Diócesis de Guadix
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La diócesis de Guadix es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, erigida en 1492 y, según la tradición, procedente de la diócesis de Acci, fundada por San Torcuato en el siglo I. Su sede es la catedral de Guadix.

Este tiempo de conversión, de oración, ayuno y limosna, nos quiere ayudar a seguir viviendo la presencia del Señor en la historia de nuestros días y a celebrarlo en el año litúrgico que iniciábamos en el tiempo de adviento. Es una oportunidad preciosa para vivir los grandes misterios de nuestra salvación en Cristo, de la mano de la Iglesia.

En nuestra diócesis de Guadix, vivimos este tiempo de cuaresma en el contexto del año diocesano del Corazón de Jesús. Celebramos el 75 aniversario de la entronización de su imagen, que corona la torre de nuestra Catedral, emblema de la vida espiritual diocesana y de los deseos profundos del corazón creyente: dejar que Cristo sea su verdadera corona, su auténtica esperanza y su vida plena.

Para ayudarnos a crecer en la Vida verdadera a los que hemos renacido del Agua y del Espíritu, el Papa Francisco nos ha regalado su mensaje para esta cuaresma de 2021, “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…” (Mt 20,18). Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad”. Nos invita a todos a asociarnos a la misión de Cristo, a su pasión, muerte y resurrección, colaborando desde la fe para que su salvación siga salvando al mundo y a los hombres en esta etapa de la historia. El itinerario cuaresmal, que ya recorremos bajo la luz de la resurrección, nos conduce hasta la noche de Pascua para renovar nuestro bautismo y acoger la novedad que el Espíritu Santo quiere forjar en nosotros, animando, nos dice el Papa, “los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo”.

1.- Cuaresma en pandemia universal.

En el marco del curso pastoral 2020-21, celebramos nuestra cuaresma como una nueva ocasión de Gracia que el Señor nos regala. Es siempre el libro de la vida, del que nos habla la Sagrada Escritura, que abre una nueva página para que podamos leer la voluntad de Dios y amarla. La cuaresma es tiempo también de escribir la respuesta de nuestra fe al Amor de Dios en nosotros. Desde nuestra libertad, llevados por la mano providente de la misericordia del Señor, descubramos su lenguaje y su presencia, que nos habla en los signos de los tiempos y en las circunstancias que vivimos. Él quiere seguir llenando de esperanza nuestra libertad.

El Covid-19 nos hace vivir circunstancias que nunca podíamos haber imaginado. Todo se ha visto alterado en nuestra forma de vivir, de relacionarnos e incluso de celebrar y testimoniar la fe. El mundo entero ha tenido que posicionarse desde otras claves para encajar este duro golpe de una pandemia que ha roto la vida de tantos seres humanos y que sigue amenazando el equilibrio mundial a todos los niveles.

El Papa Francisco en oración por la pandemia, en una Plaza de San Pedro vacía, el pasado año en el mes de marzo, nos regalaba todo un programa espiritual, realista, profundo y exigente, para esta cuaresma. Afirmaba que “La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.

 

De la Carta Pastoral del obispo de Guadix. D. Francisco Jesús Orozco, para esta cuaresma

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