
Se puede ser campeón con mayoría de edad en el campo de futbol y en la horterada. El problema es que para ser definitivamente hortera basta con parecerlo, pues la desfachatez es cuestión de apariencia.
No entro en la licitud total de un contrato con personas enanas que ofrecen su espectáculo y tienen pleno derecho a hacerlo.
Sí entro, de lleno, en la consideración debida al diferente, distinto, diverso o paciente de cualquier discapacidad o particularidad física, psíquica o sensorial: la igualdad no se negocia, ni se cuestiona, ni se conculca. La dignidad ha de ser siempre completa y completada.
En mi vida sacerdotal he compartido trabajos apostólicos con enanos, cuya grandeza exagerada me ha llenado de profunda conmoción, sobre todo al pensar si yo mismo, en su estatura física, sería capaz de consolidar en mi experiencia su misma altura moral y espiritual.
En medio de la polémica por el decimoctavo cumpleaños de un futbolista excepcional, me viene a la memoria otra excepcionalidad de enorme grandeza: cincuenta y seis centímetros. Se trata de Anna Fulgida Bartolacelli, italiana de Módena perteneciente a los “obreros silenciosos de la Cruz”, fallecida en 1993 con cincuenta años. Tuvieron que hacerle una silla de ruedas a medida dada su extrema pequeñez física. Esta persona diminuta, iluminó la alegría de Módena con una sonrisa pacificadora y un amor total a la Eucaristía, la Virgen y los más pobres… hasta la exageración. De alegría desbordante, fue participativa sin límites y evangelizadora del sufrimiento. El pasado tres de junio fue reconocida por el Papa León como Venerable, en el avance de su proceso de beatificación. Nació con enanismo por osteoporosis, pero creció tanto por dentro que se alza como un ejemplo de escucha, esperanza y santidad, especialmente para los que nacen con problemas tan crónicos como irreversibles.
Y digo yo: ¿la horterada crónica ha de ser irremediable?
Anna Fúlgida es un bastión para la esperanza, pues la santidad supera toda pequeñez y alcanza siempre una verdadera explosión de grandeza.
Manuel Amezcua Morillas.