

Huéscar volvió a vestirse de fiesta y devoción con motivo de la Eucaristía en honor a la Inmaculada, una celebración de gran arraigo en el calendario religioso local. Durante los nueve días previos, numerosos fieles participaron en la novena viviéndose un ambiente de profunda oración.
El lunes 8, festividad de la Inmaculada Concepción, se celebró la Misa solemne, presidida por el párroco, que contó con la presencia de las hermandades de la parroquia, que acompañaron la procesión con sus cetros y medallas, dándole más solemnidad.
En la víspera, el templo acogió la vigilia mariana, un acto sencillo en torno a la sagrada imagen de la Inmaculada, que se convirtió en un tiempo privilegiado de de oración, cantos y reflexión.
También en la víspera del día 8 de diciembre, los despertadores anunciaron la fiesta por las calles con su característicos toques y cánticos, por las distintas ermitas de Huéscar. Este gesto, que estuvo perdido durante décadas, ha renacido con gran fuerza, y son muchos los vecinos que se suman a participar.
Por otro lado, la Hermandad de San Antón, en este día, se reunió para llevar a cabo la rifa de la matanza de San Antón y, de este modo, recaudar fondos para dicha hermandad. En los días anteriores, cada uno de los hermanos ha ido vendiendo las papeletas conocidas como el “taco de San Antón”, en el cual se va escribiendo el nombre de cada una de las personas que adquieren la papeleta. En este día se recortan todos los nombres que tienen y se meten en un saco. A su vez, se mete otra papeleta donde está escrita la palabra “marrano”, y se mezclan muy bien. El sorteo lo llevan a cabo dos personas, que van sacando papeletas y diciendo nombres. Cuando coincide el nombre de una persona con la palabra marrano, ese es el afortunado. El tesorero de la Hermandad, en este día invita a frutos secos y a las tradicionales “secas de San Antón” y vino del país a todas las personas que acuden a ver la rifa.
También los voluntarios de Cáritas también han hecho el remojón y la olla de san Antón, que han vendido para así poder hacer que el niño Dios nazca en las familias más pobres.
José Antonio Martínez
Párroco de Santa María. Huéscar

