Este relato del Evangelio de Juan es el inicio del ministerio de Jesús, cuya misión es anunciar el Reino de Dios, y es la primera actuación pública que él hace. Se trata de una composición simbólica para hacer más comprensible su mensaje.
El pueblo de Israel, y así lo recoge la Sagrada Escritura, especialmente los profetas, ha descrito sus relaciones con Dios como si se tratase de unas relaciones matrimoniales o alianza esponsal. Esta escena de unas bodas en Caná de Galilea, viene a mostrarnos el comienzo de una nueva alianza entre Jesucristo y el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia, representada en María y los discípulos.
El vino en la simbología judía nos recuerda el amor y la alegría que ha estado presente en la antigua alianza pero que está llegando a su fin. Las seis tinajas de piedra nos recuerdan por un lado la imperfección de la antigua alianza, pues el número perfecto para los judíos es el siete, y la insuficiencia de la ley de Moisés que fue escrita en unas tablas de piedra.
Ahora bien, ya que la antigua alianza ha caducado, Jesús interviene y es el que hace el cambio con la nueva alianza: con un nuevo y mejor vino (amor y alegría) que caracterizará esa unión y nueva alianza entre él y la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios. Alianza que será sellada con la sangre de Jesús en la cruz y que en cada banquete de la Eucaristía actualizamos cuando el vino se convierte en la Sangre del Señor, poniéndose de manifiesto la primacía de la nueva ley: la del amor con que nos ha amado Jesucristo, siendo él el único Mediador entre Dios y su pueblo, al mismo tiempo que es el Mesías y el Salvador.
Emilio J., sacerdote