
La solemnidad de la Octava del Corpus volvió a vivirse el jueves 26 de junio con todo su esplendor en la parroquia de Santa María, de Huéscar. Cinco siglos después, desde 1544, se conserva con la mayor delicadeza una liturgia que tiene en el rezo de las vísperas solemnes en latín y en el coro, y en la procesión claustral con la custodia, unos de los momentos más importantes que emociona a quienes la viven.
Las vísperas solemnes comienzan el mismo día Corpus Christi, culminando en el jueves siguiente, día de la Octava. Cabe destacar que este día la hermandad celebra su Cabildo General de Hermanos, en el que se rinden cuentas y se elige al nuevo tesorero. El templo se engalana con flores, espigas, e incienso, impregnando el ambiente de un aroma inconfundible a Octava.
El día más señalado de las vísperas es precisamente el jueves, cuando, al finalizar el rezo, Jesús Sacramentado procesiona solemnemente en la Torrecillas alrededor de la parroquia. Flores, incienso, música y abundantes hierbas aromáticas forman una alfombra que engalana el camino por donde avanzaba la custodia, acompañada de una comitiva que, de nuevo, se detiene en los distintos altares. Aunque más sencillos que los del día del Corpus, estos altares se levantan con gran esmero alrededor de la parroquia. Mirando al Santísimo, los sacerdotes, de rodillas, lo adoraran e inciensan a su paso, ensalzando su divinidad. La belleza de la procesión favorece el recogimiento en unos instantes maravillosos de espiritualidad, donde se proclama la presencia real de Jesús en la sagrada Eucaristía.
La actividad pastoral de la hermandad no concluye en este día, sino que se prolonga hasta el domingo siguiente, con la tradicional Misa de la Espiga, que se celebra cada año en uno de los barrios de Huéscar. Este año ha sido el domingo 29 de junio. Los vecinos preparan altares en las calles por donde pasa la procesión del Corpus y todo el barrio se vuelca durante la noche anterior y en la mañana de la celebración para que todo esté dispuesto. Se adornan balcones con banderas, colchas, mantones, insignias, etc., pues no siempre se tiene la bendición de que Jesús Sacramentado pase por la puerta de nuestra propia casa.
Expresar con palabras lo que siente un oscense durante todos estos días, en torno al Corpus, es casi imposible. Es un sentimiento tan intenso que sólo puede comprenderse viviéndolo: respirando el aroma de las hierbas, escuchando los villancicos que nos llevan a la oración y compartiendo el compromiso de la hermandad y de las personas que colaboran con ella. Desde aquí no puedo sino agradecer de corazón a todas las personas e instituciones que, un año más, han hecho posible que podamos dar culto a Jesús Sacramentado y pedir que no perdamos nuestras tradiciones, pues son la raíz de nuestra fe.
José Antonio Martínez
Párroco de Santa María. Huéscar