Hoy comienza la Cuaresma: es Miércoles de Ceniza

Diócesis de Guadix
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La diócesis de Guadix es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, erigida en 1492 y, según la tradición, procedente de la diócesis de Acci, fundada por San Torcuato en el siglo I. Su sede es la catedral de Guadix.

El papa Francisco, en su mensaje para este año nos recuerda que la Cuaresma es un itinerario de renovación personal y, también, de toda la creación.

Comienza la Cuaresma, tan esperada por algunos y tan necesaria para todos. Hoy, 6 de marzo, es Miércoles de Ceniza, el día que marca el inicio de la Cuaresma: cuarenta días de camino hacia la Pascua. En todas las parroquias habrá celebraciones de la Eucaristía o de la Palabra para imponer la ceniza en este día tan especial.

La Cuaresma es camino, no es tiempo para quedarse quieto. La Cuaresma exige movimiento, hacer algo. Solo se llega al destino si hay marcha, si se anda el camino. Un camino en el que hay que dejar cosas atrás, para aligerar la marcha, para llegar más lejos. Por eso, la Cuaresma es tiempo de renovación, de cambio: porque es tiempo de conversión.

La conversión solo será posible si nos planteamos qué debemos dejar atrás, de qué mochilas hemos de desprendernos, qué actitudes hay que cambiar, … Y la Cuaresma nos invita a ello, desde el primer día, desde este Miércoles de Ceniza. Con el ayuno y la abstinencia se nos recuerda que solo se podrá andar ese camino si hay esfuerzo, si hay decisión, en definitiva, si hay ganas. Y se nos pide el esfuerzo desde el primer momento.

El papa Francisco, en su Mensaje para la Cuaresma de este año nos pide andar ese camino, que es un itinerario de renovación personal y, también, de toda la creación. Sugiere “algunos puntos de reflexión, que acompañen nuestro camino de conversión en la próxima Cuaresma”:

1.- La redención dela creación: “en este mundo la armonía generada por la redención está amenazada, hoy y siempre, por la fuerza negativa del pecado y de la muerte”.

2.- La fuerza destructiva del pecado: “ el pecado que anida en el corazón del hombre (cf. Mc 7,20-23) —y se manifiesta como avidez, afán por un bienestar desmedido, desinterés por el bien de los demás y a menudo también por el propio— lleva a la explotación de la creación, de las personas y del medio ambiente, según la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho y que antes o después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio”.

3.- La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón: “el camino hacia la Pascua nos llama precisamente a restaurar nuestro rostro y nuestro corazón de cristianos, mediante el arrepentimiento, la conversión y el perdón, para poder vivir toda la riqueza de la gracia del misterio pascual”.

“La Cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna´.

‘Ayunar, o sea aprender a cambiar nuestra actitud con los demás y con las criaturas: de la tentación de “devorarlo” todo, para saciar nuestra avidez, a la capacidad de sufrir por amor, que puede colmar el vacío de nuestro corazón´.
‘Orar para saber renunciar a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo, y declararnos necesitados del Señor y de su misericordia´.
‘Dar limosna para salir de la necedad de vivir y acumularlo todo para nosotros mismos, creyendo que así nos aseguramos un futuro que no nos pertenece. Y volver a encontrar así la alegría del proyecto que Dios ha puesto en la creación y en nuestro corazón, es decir amarle, amar a nuestros hermanos y al mundo entero, y encontrar en este amor la verdadera felicidad”.
Y termina el papa Francisco animándonos a no dejar “transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios -dice- que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación”.

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