
Tuve el privilegio de compartir con él una etapa intensa y profundamente humana de mi vida sacerdotal. Durante casi once años estuvimos juntos en la parroquia del Sagrario-La Mayor, de Baza, donde ejercí como vicario parroquial. Siempre fuimos un equipo.
Recién llegados a la parroquia y con la ayuda de la feligresía, fuimos poco a poco conociendo las realidades de esa concatedral que tiene la ciudad de Baza: la iglesia Mayor. También teníamos a nuestro cargo la Misa diaria en la iglesia de Los Dolores, perteneciente a la parroquia.
Vivimos momentos muy significativos. La pandemia del COVID-19 nos sorprendió y nos unió aún más en la misión pastoral, compartiendo el acompañamiento espiritual en medio del dolor y la incertidumbre. Fue capellán de las Dominicas y juntos participamos con intensidad en todas las celebraciones parroquiales, viviendo con fe cada gesto litúrgico, cada encuentro con la comunidad.
Nuestras celebraciones mayores fueron Santa Bárbara —a la que dimos un fuerte impulso— y la festividad del Corpus Christi. Entre las muchas obras y arreglos realizados, cabe destacar la restauración de los tejados de la parroquia y la colocación de la última campana del campanario, llamada Beato Manuel Medina Olmos.
Lo acompañé a muchos lugares y, sobre todo, compartimos una hermosa convivencia sacerdotal, apoyándonos mutuamente en la vocación y en la amistad. Su vida fue un testimonio de entrega, cercanía y fidelidad al Evangelio.
Hoy lo despido con gratitud y con esperanza.
Descansa en paz, hermano.
Rafa Tenorio