Artículo escrito por D. Antonio Fajardo Ruíz, Arcipreste de la Sagra-Huéscar, con motivo de la muerte del Obispo emérito de Guadix, D. Juan García-Santacruz.
En la mañana del domingo 13 de marzo, hemos conocido el fallecimiento de nuestro obispo emérito, Monseñor Juan García Santacruz-Ortíz. Al dolor, por la separación temporal, nos sobrepone el saber que al final lo que adviene es el “Amor sin enigmas ni espejos”, ya que entonces “acaece la Luz tras tanta noche oscura y es la Inmensidad y su consuelo…”
Dibujo imborrable en mi recuerdo será siempre la profunda humildad de don Juan, que se expresaba en su vida sencilla y abnegada de servicio a la Iglesia; y su deseo constante de “pasar por el mundo haciendo el bien”. En su proceder como obispo, don Juan hizo realidad el estilo de vida que Pío XII exponía que debía distinguir al sacerdote: El sacerdote, no debe confiar en sus propias fuerzas, ni complacerse en sus propias dotes, ni buscar la estima y la alabanza de los hombres, ni aspirar a puestos elevados, sino imitar a Cristo, que no vino “para ser servido, sino para servir”. (Menti nostrae. 1950) Cuando esto es así, Dios, que es bueno, “enaltece a los humildes”.
Por estas cualidades y otras muchas, en tiempos donde soplan vientos recios contrarios a la Iglesia, el ayuntamiento de Guadix, por unanimidad de todos los grupos políticos, lo distinguió con el título de Hijo Adoptivo; lo que nos viene a recordar aquello que decía la Madre Teresa de Calcuta, que el amor no necesita de traductores, porque es una palabra que todo el mundo entiende. Como sacerdote del presbiterio de Guadix doy gracias a Dios que hace que la Luz brille en las tinieblas.
La semblanza de don Juan la trazó él mismo el día que recibió el título de hijo adoptivo de Guadix; en aquella ocasión habló de este modo a los presentes:
«Voy a descubriros mi alma, mi “alma de accitano”. Son ya quince años compartiendo vida y camino con vosotros. Y digo bien, compartiendo. Porque com-partir es participar en la vida de los demás dándose.
Desde que llegué a Guadix, Ciudad Madre de la Diócesis, cargué con la responsabilidad de ser como dice San Agustín “para vosotros obispo, pero con vosotros cristiano”. Y esto exige no sólo velar por el rebaño, sino también, ser pastor y rebaño al mismo tiempo. Por eso he pretendido siempre, en el ejercicio de mi ministerio apostólico, no estar a vuestro lado, sino ser uno de vosotros. En mi corazón caben las alegrías y sufrimientos de los que compartimos diariamente la Eucaristía, y también las alegrías y sufrimientos de los que nunca van a misa. He querido ser, y soy, hermano de mis hermanos, pero a la vez prójimo de los no creyentes; me siento al lado de los que tienen una fe inconmovible, pero cerca de los que dudan. En definitiva, desde mi más profunda identidad cristiana, como San Pablo, he deseado “hacerme todo a todos”, porque nada “humano me es ajeno”.
Querido don Juan, para siempre obispo de Guadix, amigo, padre y pastor: Que el Señor, que le llamó a ejercer la plenitud del sacerdocio en esta antiquísima Iglesia de Guadix, le premie ahora con la Vida Eterna.
Antonio Fajardo Ruiz
Arcipreste de la Sagra-Huéscar