Queridos hermanos y hermanas:
¡Feliz y santa Navidad! Dios se ha hecho hombre para que el hombre camine los pasos de Dios.
En estos días santos de la Navidad celebramos que la Madre de Dios, siempre Virgen e Inmaculada, da a luz al Hijo eterno hecho hombre. Esta es la buena noticia para el mundo. Dios tiene que ver con el hombre, sabe de humanidad, entiende lo que ocurre en el corazón humano, se ha hecho hombre de verdad, en todo igual a nosotros menos en el pecado. No estamos solos porque nuestra existencia ha sido redimida con una Presencia que llena de Esperanza todas las soledades, incluso, y sobre todo, la del dolor y la muerte. Dios nos salva llenando de sentido la vida del hombre. Y lo hace desde dentro, desde el Amor que se implica.
Es Navidad. Dios se hace hombre y se acerca tan cercanamente al hombre que se hace Uno de nosotros. Siempre es un motivo de gozo la celebración de un nacimiento. El que nace es Dios, que ha querido entrar en nuestra historia para que el hombre tenga como destino al mismo Dios. Esta es la alegría que celebramos y que da verdadero contenido a la Navidad.
No dejemos que el consumismo insolidario, que la fiesta sin alma y los sucedáneos nos roben la celebración del gran Misterio de Amor que Dios nos ha tenido y que es la verdadera Navidad. Déjate amar por Dios en su verdad escandalosa e incomprendida de humildad, pobreza y silencio contemplativo. Sus caminos no son los triunfalismos vacíos y egoístas que engañan y esclavizan el corazón humano. Él nos ama en una humildad que habla de pobreza, marginación e incluso desprecio. Él nos ama en lo oculto a los ojos satisfechos de quien todo lo sabe y puede. Ha preferido caminos anónimos. Por eso se ha hecho Niño y ha querido el último puesto en un establo entre bestias. Él, que es el Rey del universo se hace el último para que los últimos sean primeros.
En un sermón de Navidad, predicando en el día de San Esteban, en un convento de monjas, decía San Juan de Ávila, maestro de santos y doctor de la Iglesia: “Para dártelo a ti lo pone María en el pesebre”. Te lo da María. Te lo presta José. Coge al Niño Dios de Belén en tus brazos y acúnalo en tu corazón. Aprendamos los caminos del Señor para amar como Él nos ha amado. El mundo lo necesita, los hombres lo necesitamos, tú lo necesitas. Vayamos sin miedo a la escuela del Amor para sentirnos amados y para aprender la verdadera pedagogía de la Caridad que transforma cada rincón del mundo, de la historia de los hombres y de la convivencia humana.
Los sencillos, los pobres, los limpios de corazón son los que entienden mejor este lenguaje de Amor. Los pastores, ajenos a las grandezas vacías de los poderosos del mundo, fueron los que descubrieron al Dios que se ha hecho hombre y lo adoraron. Los pobres son quienes mejor viven la santa Navidad. Y nosotros queriendo ser ricos almacenando graneros vacíos. Navidad es querer ser pobres, para que toda nuestra única riqueza sea Jesús. El multiplicará los beneficios de nuestra existencia, llenándola de sentido y Esperanza.
Es la Esperanza que en estos días pido para todos los hombres de buena voluntad y, especialmente, a todos los que vivimos en nuestra diócesis de Guadix. En éstas, mis primeras navidades entre vosotros, recién consagrado obispo para vosotros y para toda la Iglesia, no puedo sino mostraros mi profunda alegría por este regalo que el Señor me ha querido hacer en Navidad. Me muestra su Amor y misericordia regalándome este bonito portal de Belén que es nuestra diócesis. Vengo como un pastor a adorar al Niño Dios que se hace presente en vuestras historias cotidianas y al que juntos vamos a celebrar en la vida de la Iglesia y en sus sacramentos. Celebremos en familia, mirando el espejo de la de Nazaret, estos días benditos de Navidad.
Quiero tener un recuerdo especial para todos los que en este año ya no están con nosotros y formaron parte de nuestras vidas. Familiares y amigos que esta Navidad ya no están. Ellos ya adoran al Señor en el cielo. Mi oración por Miguel, Eduardo y José, víctimas del accidente pirotécnico que nos llenó a todos de silencio. En ellos, mi cercanía y oración por todos los que sufren la muerte temprana o trágica de algún familiar o amigo. A sus familias les envío la Esperanza eterna del que ha nacido en Belén para secar las lágrimas de la desesperación. Mi cercanía también a la familia de la pirotecnia en su dolor y abatimiento. Jesús viene a cambiar nuestra tristeza en esperanza.
A todas las familias, a los sacerdotes y consagrados, a los jóvenes, a los niños en quienes hemos de aprender a vivir una Navidad contemplativa, a los enfermos, a nuestros gobernantes y autoridades civiles, a los que llevan las cargas más pesadas y sufren solos, a los ancianos que están solos e impedidos, a los que no tiene trabajo, a todos desearos feliz y santa Navidad.
Que, al saludarnos y desearnos santa y feliz Navidad, queramos comprometernos a trabajar por la paz, dejándonos transformar por el Príncipe de la Paz. El Niño Dios de Belén quiere sanar nuestras divisiones y las heridas que el pecado del egoísmo y de la soberbia han dejado en nuestro corazón. Él llenará de vida y verdaderos regalos, el pesebre de nuestra diócesis, al que los Magos y los pastores nos enseñan a adornar, reclinando las rodillas de nuestros mejores deseos a tan gran Amor.
Con María, en el portalito de Belén, vivamos en profundidad estos días preciosos de la Navidad.
Recibid mi afecto y mi bendición. ¡Feliz y santa Navidad!
Francisco Jesús Orozco Mengibar
Obispo de Guadix