“El secreto está en el amor” dijo el prelado en la homilía del funeral celebrado en Lanteira por Francisco y Javier, fallecidos en el atentado de Barcelona, y por las demás víctimas
El pueblo de Lanteira celebró el sábado 26 de agosto un funeral por su paisano Francisco López y su sobrino Javier, fallecidos en los atentados yihadistas de Barcelona. También fue un funeral por todas las víctimas de los dos atentados ocurridos en Cataluña, así como una oración por los heridos, por la paz y el fin del terrorismo. A la celebración asistieron representantes institucionales, entre los que estaban el alcalde y la corporación municipal de Lanteira. Asistieron muchos lanteiranos, familiares y amigos de Francisco López, y algunos más llegados de los pueblos vecinos. Fue una celebración muy emotiva en la que se habló del terrorismo y del mal que provoca, pero, también, de esperanza, de paz y de vida. El Obispo de Guadix, Mons. Ginés García presidió la celebración, que estuvo concelebrada por el párroco Joaquín Caler.
Durante su homilía, el Obispo recordó la crueldad de los atentados ocurridos en Cataluña. “Todavía nos embarga la emoción”, dijo el prelado, recordando la muerte de Francisco y de su sobrino Javier, de tan solo tres años de edad. “La violencia, el terrorismo, es la aberrante irracionalidad de aquellos que, porque no conocen el don del encuentro y del diálogo, y se niegan a mirar al otro, recurren a la destrucción y a la muerte indiscriminada de los inocentes”, comentó Mons. García.
“Ante estos acontecimientos -señaló el Obispo en su homilía- es fácil dejarse llevar por la indignación e, incluso, por el rencor. No es el camino. Nosotros los creyentes nos volvemos a Dios buscando consuelo y esperanza”. Además, comentó que “nadie puede decir que ama a Dios si, en su nombre, utiliza la violencia contra el otro. La mayor perversión de la imagen de Dios es su utilización para el mal y para la muerte. Es perverso tomar el nombre de Dios para herir y no para curar”.
Frente al mal, el secreto, dijo, está en el amor, tal y como nos enseñó Jesús, “que fue manso y humilde de corazón y nos ofrece el camino del amor para no responder nunca al mal con mal, sino con bien, con perdón, con amor… el secreto está en el amor. Quien ama no agrede, no hace violencia ni mata”.
Y recordó las palabras del cardenal Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona, cuando dijo que “la unión nos hace fuertes, la desunión nos corroe y nos destruye”. En este sentido, Mons. García apuntó que “hemos de trabajar unidos por una sociedad justa e igualitaria, que vive en paz, en la que el otro no es mi adversario ni mi enemigo, sino el que camina conmigo”.
En su homilía, se preguntó “¿qué estamos sembrando en el corazón de los jóvenes?… Lo que sembremos en el corazón de los jóvenes será lo que germine mañana… Si sembramos violencia, división… mañana tendremos una sociedad dividida. Si no transmitimos una imagen del hombre con transcendencia, con horizonte amplio, tendremos siempre una sociedad cerrada y seguiremos llorando por estos acontecimientos”.
Y terminó la homilía invitando a la esperanza, a no dejarnos llevar por la desilusión y a trabajar por un mundo mejor.
Con este funeral, los vecinos de Lanteira han querido honrar y recordar la persona de su paisano Francisco, así como al de su sobrino Javi y la de todas las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils.
Francisco López nació en Lanteira hace 56 años. Cuando era un niño, sus padres emigraron a Barcelona y él con ellos. Allí ha vivido desde entonces, en la ciudad de Rubí. A pesar de la distancia y del tiempo, Francisco nunca se desvinculó de su pueblo, al que volvió en numerosas ocasiones, sobre todo por vacaciones. En el momento del atentado iba acompañado de su mujer –que resultó herida-, de su sobrina y del hijo de esta, Javi, que falleció. Sus cuerpos ya han recibido sepultura en Rubí, donde también se ha celebrado un funeral.
En los atentados de Cataluña, ocurridos el 17 de agosto pasado, han fallecido 15 personas y ha habido más de un centenar de heridos. En Lanteira, como en toda España, los atentados se vivieron con asombro e indignación, ante la brutalidad de los mismos.
Antonio Gómez