
Ayer tarde, estando preparando la misa de las 20.00h en la parroquia de Caniles, recibimos la triste noticia que Don Juan Navarrete Vela, compañero sacerdote, ya jubilado, nos ha dejado, al ser llamado por Dios, dando por consumada su vida plena con sus 95 años de edad.
Se puede decir que D. Juan, ha tenido toda una vida plena sacramentalmente, ya que recibió en su larga vida, todos los Sacramentos que nos unen plenamente a la vida en Cristo.
Parece que fue ayer, cuando llevaba yo un año en el Seminario Mayor San Torcuato, en Granada, y donde estudiaba la Teología junto a mis compañeros seminaristas, (hablamos del año 2000), cuando Don Manuel Varón Varón, de muy feliz recuerdo en mi pueblo de Exfiliana y en mi vida vocacional, junto con su hermano Rafael (también sacerdote), se dormía en el Señor, tras una enfermedad que le arrebató la vida en pocos meses. Recuerdo esos días de incertidumbre perfectamente, tras la muerte de Don Manuel Varón, cómo vivíamos esos días los exfilianeros. Pero, sobre todo yo, siendo seminarista, preguntándonos quién nos iba a mandar nuestro obispo D. Juan García-Santacruz, para atender pastoralmente a mi pueblo de 500 habitantes, tras el vacío que dejó la muerte de D. Manuel. Hasta que por fin llegó el día y apareció el nombramiento de D. Juan Navarrete Vela, sacerdote que estaba de vicario parroquial en la parroquia de Santa Ana de Guadix, junto con D. José Díaz, y conocido entre el presbiterio cariñosamente como el abuelo o “el Yayo”.
Fue toda una sorpresa y un acontecimiento para mi pueblo, pero sobre todo para mí, este sacerdote, viudo, con hijos y nietos… Toda una experiencia de vida personal que lo hizo ser, con sus defectos y virtudes, un buen sacerdote. Muchas veces, cuando él recordaba, en algunas conversaciones que teníamos, a su difunta mujer, siempre hablaba de ella con cariño y sobre todo con agradecimiento. Según decía, ella, al morir, le dio las fuerzas necesarias para él poder ser sacerdote y así responder a la llamada que el Señor le hacía en su vocación sacerdotal, dentro de esa nueva etapa en su vida, al quedarse viudo.
Ya desde pequeño me contaba que él sintió la llamada del Señor, pero no pudo realizarla en su momento, debido a que eran tiempos difíciles en su niñez (hablamos de los años 30-40), hasta que de nuevo, el Señor, lo quiso llamar para una misión nueva, cuando quedó viudo. Y, aunque ya tenía su vida prácticamente hecha, quiso decir sí a esa llamada que le hizo de nuevo el Señor, para consagrarse como sacerdote al servicio del Evangelio.
Orgullosamente crecí siendo seminarista con él, en mi parroquia natal, hasta que me ordené sacerdote en el año 2007. Para él, el día de mi ordenación fue un día muy emotivo y alegre, así como la preparación de mi primera misa en Exfiliana.
Muchas veces iba a verlo también a la parroquia de Santa Ana de Guadix, donde era vicario parroquial, siendo yo seminarista; y allí junto con D. José Díaz, los acompañaba a los dos en alguna celebración litúrgica. Siempre guardaré esos buenos recuerdos. Él se ofrecía a ayudar a sus compañeros sacerdotes, cuando lo necesitaban para sustituirlos, disponible para todo. Aprendí de él muchas cosas.
Los años que estuvo en Exfiliana como párroco, trabajó incansablemente para arreglar la iglesia y acondicionar algunas partes de la ermita del Zalabí y de las Ánimas. Pero, sobre todo, era una alegría para la parroquia de Exfiliana tener misa diaria todos los días del año, a las 10.00h, de lunes a viernes, los jueves exposición del Santísimo, los sábados visita a enfermos por la mañana, por la tarde catequesis de niños y misa de vísperas de domingo. Y los domingos misa de 12.00…,
Al Seminario lo quería mucho y nos veía a los seminaristas como sus nietos; especialmente a mí, que decía que yo era su seminarista. Le encantaba visitar el Seminario Mayor, donde siempre nos traía algún regalo, siendo rector Julio Cabezas, y nos invitaba a las fiestas patronales de mi pueblo, la de los Santos Mártires ,en junio, y, en abril, a la Virgen de la Cabeza del Zalabí…
Así fue pasando poco a poco la vida de éste sacerdote sencillo, de pueblo, que dejó huella no solo en mi vida personal y en la de mi pueblo sino también en nuestra querida diócesis.
Con estas palabras solo quiero darle gracias a él por su entrega generosa como sacerdote, su espíritu de servicio, su disponibilidad, el interés que puso siempre en hacer el bien y sus buenos consejos. Pero, sobre todo, quiero darle gracias por transmitir la fe y el amor a Jesucristo.
Descanse en Paz nuestro querido “abuelo” D. Juan, sacerdote
Rafael Tenorio Olea
Párroco de Caniles