Emotiva carta de despedida al papa de dos miembros de la ACdP de Guadix

Diócesis de Guadix
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La diócesis de Guadix es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, erigida en 1492 y, según la tradición, procedente de la diócesis de Acci, fundada por San Torcuato en el siglo I. Su sede es la catedral de Guadix.

Emotiva carta de despedida al papa de dos miembros de la ACdP de Guadix

Papa Francisco:

Con profundo respeto, inmensa gratitud y una gran emoción en el alma, me dirijo a usted en este momento en que la Iglesia y el mundo entero se preparan para despedirlo de su ministerio petrino. No es fácil encontrar palabras que contengan todo lo que usted ha significado para nosotros. Ha sido un faro en medio de la oscuridad, un pastor con olor a oveja, un testigo de la ternura de Dios en un mundo herido por la indiferencia y el egoísmo.

Desde aquel inolvidable “¡buona sera!” en la noche de su elección, su presencia marcó un nuevo tiempo en la Iglesia: un tiempo de cercanía, de escucha, de esperanza. Usted no solo ha guiado la barca de Pedro, sino que ha tocado nuestros corazones con su modo de ser, tan humano y profundamente cristiano. En usted vimos al Cristo que abraza, que consuela, que camina junto al que sufre, al que está solo, al descartado.

Nos ha enseñado, con su vida y sus palabras, que la verdadera autoridad se vive como servicio. Que la fe no es un adorno del alma, sino una fuerza transformadora que nos impulsa a construir puentes, a tender la mano, a abrir el corazón. Nos habló de la misericordia como la mayor expresión del amor de Dios, y nos invitó una y otra vez a no cansarnos de perdonar, a salir al encuentro del otro, especialmente del pobre, del refugiado, del enfermo, del olvidado.

Conmovió al mundo al abrazar a los que sufren, al arrodillarse ante los más vulnerables, al hablar con valentía en defensa de la dignidad humana, de la paz, de la justicia y de la Creación. Hizo de la palabra “fraternidad” un lema de vida, y de la Iglesia, una casa con las puertas abiertas. Gracias a usted, muchos volvieron a mirar a la Iglesia con confianza, con esperanza, con amor renovado.

Su sonrisa sencilla, su mirada profunda, sus gestos llenos de Evangelio, quedarán grabados en nuestra memoria. Nos mostró que la santidad se hace carne en lo cotidiano, que no hay que ser perfecto para ser discípulo, sino estar dispuesto a amar, a servir, a caminar. Nos animó a no vivir la fe como un museo, sino como una misión viva y apasionante.

Hoy, al despedirle, no podemos evitar sentir una mezcla de tristeza y gratitud. Tristeza porque sentiremos su ausencia, porque su voz profética, clara y valiente, ha sido una luz en medio de tantas tormentas. Pero también gratitud inmensa, porque su pontificado ha sido un verdadero regalo de Dios para nuestro tiempo. Usted ha sembrado, con generosidad y humildad, una semilla que seguirá dando fruto en las generaciones futuras.

Le damos gracias por su valentía, por su oración silenciosa, por su fidelidad incluso en la fragilidad, por su amor incondicional a la Iglesia y al pueblo de Dios. Gracias por no tener miedo de incomodar con la verdad, por recordarnos que el Evangelio es alegría, es encuentro, es vida.

Querido Papa Francisco, lo acompañamos con el corazón y con la oración. No se va, se queda en nosotros. No se apaga su voz, resuena en cada gesto de amor, en cada paso hacia la justicia, en cada oración dicha con fe. Su legado vivirá en cada comunidad que acoge, en cada joven que sueña con una Iglesia viva, en cada anciano que reza por la paz.

Nos deja una tarea hermosa y exigente: continuar el camino. Seguir sembrando fraternidad, construyendo una Iglesia pobre para los pobres, saliendo a las periferias, cuidando de la Tierra y de los que más sufren. Y lo haremos con la alegría del Evangelio, esa que usted nos regaló una y otra vez con su palabra, con su sonrisa, con su vida.

Gracias, Santo Padre. Gracias por tanto. Que la Virgen María, Madre de la Iglesia y madre suya, lo siga cubriendo con su manto. Que Dios le conceda paz, descanso y alegría profunda por todo el bien sembrado.

“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe.”

(2 Timoteo 4,7)

Dos miembros de la Asociación Católica de Propagandistas -ACdP- de Guadix

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