Marcos nos sitúa en un escenario de encuentro y diálogo de Jesús con los fariseos y escribas, en el contexto de las prácticas religiosas que los judíos tenían y realizaban por norma. Estos líderes religiosos advierten a Jesús, a modo de crítica y amonestación, sobre el incumplimiento que hacen de estas normas sus discípulos, y lo culpan a él de consentirlo.
Jesús aprovecha para devolverles la crítica y la corrección a ellos, y que esto sirva de enseñanza y ejemplo para todos los oyentes, incluidos nosotros, de lo que no se debe hacer.
Jesús comienza denunciando la hipocresía de los fariseos que viven en la superficialidad y la apariencia, porque lo que realizan en público no lo sienten en el corazón, tratándose de un postureo para creerse mejores que los demás. Por eso el Maestro apela a la palabra de los profetas del Antiguo Testamento que en su tiempo también denunciaron, en nombre de Dios, el exceso de rituales, tradiciones y gestos que por su carácter humano están vacíos y alejados de Dios.
El Señor pide un verdadero culto a Dios a través de una vida santa en el cumplimiento de su Ley, para lo cual se requiere un proceso de conversión personal y comunitaria que nos aparte de nuestra vida de pecado y transforme nuestro corazón impuro en uno nuevo que agrade al Padre.
Emilio J. Fernández, sacerdote