Este relato de Marcos pone en evidencia una realidad con la que Jesús tuvo que convivir en el día a día, y que el evangelista no oculta: la tensión, el rechazo y la incomprensión de quienes le ven actuar. De esta manera el autor nos introduce en los sentimientos profundos que hubo de tener el Hijo de Dios en su apuesta por el Reino de Padre.
La familia es fundamental en la sociedad judía de aquella época, que garantiza la protección. Tuvo que ser muy doloroso para Jesús no tener el apoyo y la comprensión de sus familiares, los cuales lo consideran un loco porque se sale de los esquemas convencionales de lo que es normal y de lo que no lo es.
Los letrados de Jerusalén se sienten escandalizados porque Jesús actúa en nombre de Dios. A su vez ellos se sienten criticados, desautorizados y amenazados por sus dichos y hechos. Para ellos Jesús está endemoniado, una acusación bastante grave, por lo que en consecuencia debe morir lapidado. Pero Jesús, mediante parábolas, se define como “el más fuerte” y acusa a los letrados de algo más grave, la no aceptación de las actuaciones del Espíritu Santo en el mundo, un pecado imperdonable.
Los que le siguen, aun con sus dudas, han dejado que Jesús les entrara en el corazón y como pueden lo van siguiendo. No son precisamente los mejores, pero se han adherido a la realidad del Reino de Dios, aunque todavía no han asimilado el misterio de la cruz. La enseñanza final es que éstos, los que viven el Evangelio y han acogido a Jesús, son la verdadera y nueva familia de Jesús por la que él está dispuesto a dar la vida.
Emilio J. Fernández, sacerdote