Domingo V de Pascua. Ciclo B. 28 de abril de 2024

Diócesis de Guadix
Diócesis de Guadixhttps://www.diocesisdeguadix.es/
La diócesis de Guadix es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, erigida en 1492 y, según la tradición, procedente de la diócesis de Acci, fundada por San Torcuato en el siglo I. Su sede es la catedral de Guadix.

Domingo V de Pascua. Ciclo B. 28 de abril de 2024

La vid y la viña están muy presentes de manera alegórica en el lenguaje de los antiguos profetas que comparan ambas realidades con Israel para definirlo como el pueblo elegido por Dios. En este relato Jesús afirma que él es la verdadera vid, es decir, que el verdadero pueblo de Dios, ya no es Israel sino la nueva comunidad que él funda, la Iglesia, en medio del mundo para expandirse.

La existencia e identidad del nuevo pueblo de Dios no depende de una institución, de un título o de una herencia, sino de la participación de la vida de Jesús, el Resucitado. La comunidad cristiana sin Jesús y sin estar unida a él está abocada a no tener vida ni a dar frutos.

El Padre es el viñador y su actividad es la de cuidar mediante la poda o limpieza a los sarmientos, que somos nosotros. Poda a los sarmientos que son estériles. Y aquellos que dan frutos también los poda para que den más frutos. El Padre nos poda a través de la comunidad, de los amigos, de los pobres y de los débiles. Y también lo hace a través de los que nos critican y de los que tenemos en frente. El Padre a los que ama nos poda de los brotes del egoísmo, la soberbia y de la comodidad. La mayoría de las podas nos vienen sin buscarlas y las trae la vida. Hay situaciones que nos hacen madurar, ser más fuertes y tomarnos la vida con más calma. Por lo general nos resistimos a esas podas involuntarias.

Ahora bien, para tener vida y dar frutos la única condición que pone Jesús es la de “permanecer” unidos a él, que es la vid. Él y nosotros formamos un todo. La savia no brota de los sarmientos, sino que éstos la reciben de la vid. La unión con Jesús y el Espíritu que él infunde llevan necesariamente a la actividad, a dar frutos. 

La comunidad cristiana o el discípulo que se encierra en sí mismo, al final vive la fe de una manera improductiva. Cuando la fe no la vivimos unidos a Cristo, actuamos  por nuestra cuenta y hacemos solo las cosas que nos satisfacen o benefician. Es entonces cuando el Padre se convierte en amenaza o en un desconocido.

Emilio J. Fernández, sacerdote

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