
Por diferentes causas, la mayoría de los biblistas opinan que este relato, aunque aparece en el Evangelio de San Juan no corresponde a esta obra, pues en algunos manuscritos antiguos aparece en el Evangelio de Lucas.
Este pasaje de la mujer adúltera recoge una escena que tiene como trasfondo una trampa que tienden a Jesús sus enemigos, con la intención de poder denunciarlo ante la autoridad judía (por no condenar el adulterio) o ante la autoridad romana (por condenar a la adúltera a la lapidación), pues la pena de muerte solo la podían aplicar en el Israel de ese momento las autoridades del imperio romano.
La escena sucede en Jerusalén, ciudad en la que ejercen mucha presión las autoridades religiosas y grupos muy rigurosos con el cumplimiento de las leyes; y en una plaza pública para poner más en evidencia a Jesús.
A éste lo han puesto en el callejón sin salida de tener que juzgar a una mujer descubierta en adulterio e indefensa, que según las leyes religiosas judías debía ser lapidada por el pueblo. Pero Jesús esquiva esta trampa y juicio haciéndose mirar a todos los presentes sus propios pecados: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. Evidentemente el único libre de pecado es el Hijo de Dios, y este, pudiendo juzgar y condenar, sin embargo, no lo hace.
El doble mensaje queda patente: la misericordia de Dios frente a la intransigencia humana y que la salvación nos viene a través de Jesucristo.
Jesús no rechaza ni condena a la mujer pecadora, más bien le muestra la misericordia de Dios. Esto no quiere decir que apruebe su pecado, porque termina invitándola a la conversión. Pero una vez más Jesús aparece rechazando duramente la hipocresía de los poderosos.
Emilio J., sacerdote