
En los comienzos del judaísmo, la mayoría de los creyentes del pueblo de Dios eran pastores nómadas. De ahí que la imagen del pastor con su rebaño pasase a ser aplicada a la relación de Dios con su pueblo. De hecho, las grandes figuras de Israel fueron pastores como Moisés o David.
En este relato del evangelista Juan, Jesús se presenta como el pastor de sus discípulos y en una relación estrecha e íntima, de conocimiento y de amor. Jesús, que se preocupa y ocupa de los suyos, se muestra distinto a otros líderes que solo miran sus intereses egoístas y personales. Sin embargo, nosotros somos los más importante y lo que más ama, hasta dar la vida por nosotros.
Jesús tiene una autoridad de pastor sobre sus seguidores que no se la da el poder jurídico ni político, sino su forma de proceder: escuchando, conociendo, atendiendo, amando, sirviendo, curando y defendiendo a sus ovejas.
Los cristianos somos el nuevo pueblo de Dios, el rebaño de Jesús, y nadie se lo podrá arrebatar. Él ha dado la vida por nosotros y también nos abre a la vida, a una vida que nunca más tendrá fi.
Somos ovejas de un mismo rebaño y de un único pastor: somos la Iglesia de Jesucristo, que camina tras las huellas y en presencia del Resucitado.
Emilio J., sacerdote