
Este relato del Evangelio de Lucas comienza mostrándonos la incomprensión que había por parte de los escribas y fariseos hacia Jesús, porque éste se relacionaba con publicanos y con personas consideradas pecadoras e indecentes.
De ahí que esta parábola del “hijo pródigo” tiene como finalidad la de justificar el extraño y escandaloso comportamiento de Jesús, que se hace cercano a los indeseables, y de descubrirnos las entrañas misericordiosas de Dios Padre, que espera con paciencia, que busca, que acoge con ternura, que perdona, que se alegra por el regreso del hijo menor… que es infinitamente misericordioso. Y este es el gran mensaje: porque Dios Padre es así, Jesús actúa de la misma manera.
La primera parte de la parábola, nos habla de que un día el hijo pequeño decide alejarse de su padre y emprende una nueva vida, que le lleva al fracaso y a experimentar la miseria humana. Cuando arrepentido decide volver, añorando la felicidad de la que gozaba junto a su padre, lo que le espera no es el reproche, el castigo o la indiferencia, sino el derroche de amor con el cual el padre lo recibe.
La segunda parte de la parábola, el encuentro del padre con el hijo mayor, Jesús la añade como una crítica y corrección hacia aquellos que, como los escribas y fariseos, se creen buenos y justos pero que no comprenden la misericordia de Dios, porque se creen mejores que los demás y no saben amar, más bien todo lo que hacen es para poder ser recompensados. Por eso éstos no se alegran por la vuelta y salvación del “hermano” perdido.
Dios es así: ama sin condiciones, su misericordia no tiene límites y da todo lo que tiene.
Emilio J., sacerdote